domingo 22 de abril de 2012
DE: JUAN EL APÓSTOL ... "EL PADRE" ... "TÚ AMAS TUS ENFERMEDADES" ...
¿Cómo
puedo resolver los problemas de salud que tengo? He sufrido bastantes
problemas crónicos en las tres últimas vidas. ¿Por qué los sigo teniendo
ahora, en esta vida?
En
primer lugar, vamos a dejar clara una cosa: tú amas esos problemas; o,
en cualquier caso, la mayoría de ellos. Los has utilizado admirablemente
para compadecerte de ti mismo y atraer la atención de los demás hacia
ti mismo.
En
las pocas ocasiones en que no ha sido así, ha sido sólo porque han ido
demasiado lejos. Más lejos de lo que tú pensabas que irían cuando los
creaste.
Debes
entender algo que probablemente ya sabes: toda enfermedad es creación
de uno mismo. Incluso los médicos más convencionales están empezando a
ver que la gente crea sus propias enfermedades.
La
mayoría de las personas lo hacen de un modo totalmente inconsciente (ni
siquiera saben que lo hacen). Así; cuando caen enfermos, no saben qué
les pasa. Parece como si algo les aconteciera, en lugar de haberse hecho
ellos algo a sí mismos.
Esto
ocurre porque la mayoría de las personas van por la vida
inconscientemente, y no sólo en lo que se refiere a la salud y sus
consecuencias. Fuman, y luego se sorprenden porque tienen cáncer.
Ingieren animales y grasa, y luego se sorprenden porque tienen las arterias obstruidas.
Se pasan la vida enfadándose, y luego se sorprenden porque tienen infartos.
Compiten con los demás -despiadadamente, y bajo un estrés increíble-, y luego se sorprenden porque tienen apoplejías.
La verdad que se oculta tras todo esto es que a la mayoría de las personas les preocupa su muerte.
La
preocupación es precisamente la peor forma de actividad mental que hay
después del odio, y resulta profundamente autodestructiva. La
preocupación no tiene sentido. Es malgastar la energía mental. Además,
crea reacciones bioquímicas que dañan al cuerpo, produciendo un sinfín
de problemas que van desde una simple indigestión hasta una
parada cardíaca.
La salud mejorará casi en el mismo momento en que cese la preocupación.
La preocupación es la actividad de una mente que no entiende su vinculación conmigo.
El
odio es la enfermedad que resulta más gravemente perjudicial para la
mente. Envenena el cuerpo, y sus efectos son prácticamente
irreversibles.
El
temor es lo más opuesto a todo lo que sois, y, en consecuencia, ejerce
un efecto de oposición en vuestra salud física y mental. El temor es la
preocupación llevada al extremo.
La
preocupación, el odio y el temor -junto con sus vástagos: la ansiedad,
la amargura, la impaciencia, la avaricia, la crueldad, la severidad y la
condena-, todo ello ataca al nivel celular del cuerpo. En estas
condiciones, resulta imposible tener un cuerpo sano.
Del
mismo modo -aunque en un grado algo inferior- la presunción, la falta
de moderación y la gula producen malestar físico, o falta de bienestar.
Toda enfermedad ha sido creada antes en la mente.
¿Cómo puede ser? ¿Y qué hay de las enfermedades contraídas por contagio, como los resfriados o el SIDA?
Nada
ocurre en vuestra vida -nada- sin que primero haya sido un pensamiento.
Los pensamientos son como imanes, que atraen sus efectos sobre uno.
Puede que el pensamiento no siempre sea evidente -y en consecuencia,
claramente causal- tal como: «Voy a contraer una terrible enfermedad».
Es posible que sea (y normalmente es) mucho más sutil que eso: «No
merezco vivir»; «Mi vida es un lío»; «Soy un perdedor»; «Dios va a
castigarme»; «Estoy hasta la coronilla de mi vida».
Estos
pensamientos constituyen una forma de energía muy sutil, pero sumamente
poderosa. Las palabras son menos sutiles, más densas. Las acciones
constituyen la forma más densa de las tres. La acción es energía en una
forma física fuerte, con un movimiento potente. Cuando piensas, hablas y
actúas según un concepto negativo, tal como «Yo soy un perdedor», pones
una enorme cantidad de energía en movimiento. No es de extrañar que
cojas un resfriado; y aun eso sería lo de menos.
Resulta
muy difícil invertir los efectos del pensamiento negativo, una vez
éstos han adquirido forma física. No es imposible, pero sí muy difícil.
Se requiere un acto de fe excepcional. Se requiere una extraordinaria
confianza en la fuerza positiva del universo, llámese Dios, Diosa, Motor
Inmóvil, Fuerza Primera, Causa Primera, o lo que sea.
Los
sanadores poseen precisamente esta fe. Es una fe que penetra en el
Conocimiento Absoluto. Saben que estás preparado para ser completo y
perfecto en este mismo momento. Ese conocimiento es también un
pensamiento, y muy poderoso. Tiene el poder de mover montañas, por no
hablar de las moléculas de tu cuerpo. Así es como los sanadores pueden
curar, incluso a distancia.
El
pensamiento no conoce distancias. Viaja alrededor del mundo y atraviesa
el universo en menos tiempo del que tardas en pronunciar la palabra.
«Mándalo
de palabra, y quede sano mi criado». Y así fue, en ese mismísimo
momento, incluso antes de que acabara la frase. Tal era la fe del
centurión.
Pero
todos vosotros sois leprosos mentales. Vuestra mente está corroída por
pensamientos negativos. Algunos de ellos os los han metido. Muchos de
ellos realmente los inventáis -los conjuráis- vosotros mismos, y luego
les dais abrigo y cobijo durante horas, días, semanas, meses, e incluso
años.
... y os sorprendéis porque caéis enfermos.
Puedes
«resolver algunos de tus problemas de salud», como dices, si resuelves
los problemas de tu pensamiento. Efectivamente, puedes curar algunas de
las enfermedades que ya has contraído (que te has dado a ti mismo),
además de prevenir nuevos e importantes problemas en fase de desarrollo.
Y todo esto puedes hacerlo cambiando tu pensamiento.
Y también -y odio decir esto, pues parece demasiado mundano para venir de Dios- ¡por el amor de Dios! cuida más de ti mismo.
Cuidas
pésimamente de tu cuerpo, prestándole muy poca atención hasta que no
sospechas que algo anda mal. No haces prácticamente nada en el sentido
de un mantenimiento preventivo. Cuidas más a tu coche que a tu cuerpo, y
no exagero.
No
sólo no previenes posibles problemas realizando chequeos médicos
anuales, y utilizando las terapias y medicinas de que dispones (¿por qué
vas al médico, le pides ayuda, y luego no tomas las medicinas que te
receta?, ¿puedes responderme a eso?); también maltratas a tu cuerpo
terriblemente entre estas visitas respecto a las que no haces nada.
No lo ejercitas, de modo que se vuelve flojo y, lo que es peor, débil por falta de uso.
No
lo alimentas adecuadamente, con lo cual aún se debilita más. Luego lo
llenas de toxinas y venenos, y de las más absurdas sustancias que hacéis
pasar por comida. Y aun así ese maravilloso motor funciona; aun así
sigue adelante, haciendo frente a este ataque.
¡Es
horrible! Las condiciones bajo las cuales le pides a vuestro cuerpo que
sobreviva son horribles. Pero poco o nada harás al respecto. Leerás
esto, moverás la cabeza afirmativamente, mostrando arrepentimiento, y
continuarás con el maltrato. ¿Y sabes por qué?
Tengo miedo de preguntártelo...
Porque no tienes ninguna voluntad de vivir.
Me parece una acusación muy dura...
No
pretende ser dura, ni tampoco pretende ser una acusación. «Dura» es un
término relativo, un juicio que has aplicado a unas palabras.
«Acusación» connota culpa, y «culpa» connota delito. Aquí no hay ningún
delito; por lo tanto, no hay ninguna culpa ni ninguna acusación.
He
hecho una simple afirmación de una verdad. Al igual que todas las
afirmaciones de verdad, posee la cualidad de despertarte. Pero a algunas
personas no les gusta que les despierten. A la mayoría. Prefieren
seguir dormidas.
El mundo se halla en el estado en que se halla porque está lleno de sonámbulos.
Respecto
a mi afirmación, ¿qué es lo que te parece falso? No tienes ninguna
voluntad de vivir. Al menos, no la has tenido hasta ahora.
Si
me dices que has experimentado una «conversión instantánea», revisaré
mi predicción de lo que vas a hacer. Reconozco que tal predicción se
basa en una experiencia pasada.
... al mismo tiempo, pretendía despertarte. A veces, cuando una persona está profundamente dormida, hay que sacudirla un poco.
He
visto que en tu pasado has tenido muy poca voluntad de vivir. Ahora
puedes negarlo, pero en este caso tus actos hablan más fuerte que tus
palabras.
Si
has encendido un solo cigarrillo en tu vida -mucho más si has fumado un
paquete diario durante veinte años, como tú has hecho-, es que tienes
muy poca voluntad de vivir. No te importa lo que le haces a tu cuerpo.
¡Pero dejé de fumar hace ya unos diez años!...
Después de veinte de duro castigo físico...
Y si una sola vez has introducido alcohol en tu cuerpo, es que tienes muy poca voluntad de vivir.
Bebo con mucha moderación...
El cuerpo no está hecho para ingerir alcohol; perjudica a la mente.
¡Pero Jesús tomó alcohol! ¡Fue a la boda y convirtió el agua en vino!...
¿Quién ha dicho que Jesús fuera perfecto?
¡Por el amor de Dios!...
Dime, ¿estoy empezando a fastidiarte?
¡Nada
más lejos de mí que Dios esté empezando a fastidiarme! Eso sería un
poco presuntuoso. ¿no? Pero pienso que no debemos pasamos de la raya con
todo esto. Mi padre me enseñó la norma de que «todo con moderación».
Creo que la he seguido por lo que al alcohol se refiere...
El
cuerpo puede recuperarse más fácilmente de un abuso moderado. Por lo
tanto, el dicho resulta útil. Sin embargo, mantengo mi afirmación: el
cuerpo no está hecho para ingerir alcohol.
Sin embargo, ¡incluso algunas medicinas contienen alcohol!...
Yo no tengo ningún control sobre lo que vosotros llamáis medicinas. Mantengo mi afirmación.
Eres inflexible, ¿sabes?...
Mira,
la verdad es la verdad. Ahora bien, si alguien dice: «Un poco de
alcohol no va a hacerte daño», y sitúa esta afirmación en el contexto de
una vida tal como la vivís en este momento, tendría que estar de
acuerdo con él. Pero eso no cambia la verdad de lo que he dicho.
Simplemente te permite ignorarla.
Sin
embargo, considera esto. Vosotros los humanos agotáis vuestros cuerpos,
normalmente, entre los cincuenta y los ochenta años. Algunos duran más,
pero no mucho. Otros dejan de funcionar antes, pero tampoco son
mayoría. ¿Estamos de acuerdo en esto?
Sí, de acuerdo...
Bueno,
pues tenemos un buen punto de partida. Ahora bien, cuando he dicho que
podría estar de acuerdo con la afirmación: «Un poco de alcohol no va a
hacerte daño», he matizado añadiendo: «en el contexto de una vida tal
como la vivís en este momento». Fíjate: la gente parece satisfecha con
la vida tal como la vive. Pero la vida -y puede que te sorprenda
saberlo- se hizo para ser vivida de un modo totalmente distinto. Y
vuestro cuerpo se concibió para durar mucho más tiempo.
¿Sí?...
Sí
¿Cuánto tiempo más?...
Infinitamente más.
¿Qué significa eso?...
Significa, hijo Mío, que vuestro cuerpo se concibió para durar siempre.
¿Siempre?...
Sí... Léelo bien: «para siempre jamás».
¿Quieres decir que se supone que no íbamos (o que no vamos) a morir nunca?...
No
morís nunca. La vida es eterna. Sois inmortales. Nunca morís.
Simplemente cambiáis de forma. Nunca habéis tenido por qué hacerlo.
Vosotros decidisteis hacerlo, no Yo... Yo hice vuestros cuerpos para
durar siempre... ¿Realmente crees que lo mejor que podía hacer Dios, lo
mejor que Yo podía proponer, era un cuerpo que durara sesenta, setenta o
quizás ochenta años, antes de caer en pedazos?... ¿Piensas acaso que
ese es el límite de mi capacidad?...
Nunca pensé en plantearlo de ese modo...
¡Yo
concebí vuestro magnífico cuerpo, para durar siempre!... Y los primeros
de entre vosotros vivieron en el cuerpo prácticamente sin experimentar
dolor, y sin temer a lo que ahora llamáis muerte.
En
vuestra mitología religiosa, simbolizáis vuestra memoria celular de
aquella primera versión de seres humanos llamándoles Adán y Eva... En
realidad, obviamente, fueron más de dos.
Al
principio, la idea era que vuestras maravillosas almas tuvieran la
oportunidad de conocerse a Sí mismas como Quienes Realmente Son, a
través de las experiencias ganadas en el cuerpo físico, en el mundo
relativo, como ya he explicado repetidamente aquí.
Esto
se hizo reduciendo la indescriptible velocidad de toda vibración (en
forma de pensamiento) para producir materia, incluida esa materia que
llamáis el cuerpo físico.
La
vida evolucionó a través de una serie de etapas, en un abrir y cerrar
de ojos que para vosotros equivale a millones de años. Y en ese instante
sagrado vinisteis vosotros, surgidos del mar, el agua de la vida, a la
tierra y en la forma que ahora tenéis.
¡Entonces, lo que dicen los evolucionistas es correcto!
Encuentro
divertido -en realidad, una fuente de continua diversión- que vosotros
los humanos tengáis esa necesidad de descomponerlo todo en correcto y
equivocado. Nunca se os ocurre que habéis inventado esas etiquetas para
ayudaros a definir lo material, y a vuestro Yo.
Nunca
se os ocurre (excepto a aquellos de entre vosotros dotados de las
mentes más agudas) que algo puede ser a la vez correcto y equivocado;
que sólo en el mundo relativo las cosas son o lo uno o lo otro. En el
mundo de lo absoluto, del tiempo sin tiempo, todas las cosas lo son
todo.
No
hay ni macho ni hembra, no hay ni antes ni después, no hay ni rápido ni
lento, ni aquí ni allí; ni arriba ni abajo, ni izquierda ni derecha; ni
correcto ni equivocado.
Vuestros
astronautas y cosmonautas salieron ganando en este sentido. Se vieron a
sí mismos propulsados hacia arriba para salir al espacio exterior, sólo
para encontrarse con que, una vez allí, tenían que mirar hacia arriba
para ver la Tierra. ¿O no? Tal vez estuvieran mirando hacia abajo. Pero
entonces, ¿dónde estaba el Sol? ¿Arriba? ¿Abajo? ¡No! Allí; a la
izquierda. Así; de repente, una cosa ya no estaba ni arriba ni abajo;
estaba a un lado... y, por lo tanto, todas las definiciones
desaparecían.
Así
es en Mi mundo, nuestro mundo, nuestro verdadero reino. Todas las
definiciones desaparecen, haciendo difícil incluso hablar de dicho reino
en términos definitorios.
La religión constituye vuestro intento de hablar de lo inefable. No realiza una función demasiado Buena.
No,
hijo Mío, lo que dicen los evolucionistas no es correcto. Yo lo creé
todo, todo, en un abrir y cerrar de ojos; en un instante sagrado, tal
como afirmaron los creacionistas. Y... tuvo lugar un proceso de
evolución que duró millones y millones de lo que vosotros llamáis años,
tal como afirman los evolucionistas.
Lo que dicen ambos es «correcto». Tal como descubrieron los cosmonautas, todo depende de cómo lo mires.
Pero
la verdadera pregunta es: un instante sagrado o millones de años, ¿qué
diferencia hay? ¿Puedes aceptar simplemente que en algunas de las
cuestiones de la vida, el misterio es demasiado grande para que podáis
resolverlo? ¿Por qué no mantener el misterio como algo sagrado? ¿Y por
qué no permitir que lo sagrado sea sagrado, y dejarlo así?
Supongo que tenemos una insaciable necesidad de saber...
¡Pero
es que ya sabéis! ¡Ya te lo he dicho! Lo que ocurre es que no queréis
saber la Verdad, sino que queréis saber la verdad tal como vosotros la
entendéis. Este es el mayor obstáculo para vuestra iluminación. ¡Creéis
que ya sabéis la verdad! Creéis que ya entendéis cómo es. Así estáis de
acuerdo con todo aquello que veis, oís o leéis que coincida con el
paradigma de vuestros conocimientos, y rechazáis todo aquello que no
coincida. Y a esto lo llamáis aprender. A esto lo llamáis estar
dispuestos a aprender. Desgraciadamente, no podéis en absoluto estar
dispuestos a aprender mientras rechacéis todo lo que no sea vuestra
propia verdad.
Así;
algunos tildarán este mismo libro de blasfemo, de obra del diablo. Pero
quien tenga oídos para oír, que oiga. Te lo aseguro: No fuisteis hechos
para morir nunca. Vuestra forma física fue creada como una magnífica
posibilidad, una maravillosa herramienta, un glorioso medio que os
permite experimentar la realidad que habéis creado con vuestra mente,
conocer el Yo que habéis creado en vuestra alma.
El
alma concibe, la mente crea, el cuerpo experimenta. Así el círculo
queda completo. El alma, pues, se conoce a sí misma en su propia
experiencia. Si no le gusta lo que experimenta (siente), o desea una
experiencia diferente por alguna razón, simplemente concibe una nueva
experiencia del Yo, y -literalmente- cambia su mente.
Pronto
el cuerpo se halla inmerso en una nueva experiencia. («Yo soy la
resurrección y la Vida») fue un magnífico ejemplo de ello. ¿Cómo crees
que Jesús lo hizo? ¿O acaso crees que ni siquiera ocurrió? ¡Créelo, pues
ocurrió!...
El
caso es que el alma nunca prescindirá del cuerpo o de la mente. Yo os
creé como tres seres en uno, hechos a imagen y semejanza mía.
Los
tres aspectos del Yo son totalmente equiparables entre sí. Cada uno
tiene su función, pero ninguna función es mayor que las otras; ni, en
realidad, hay ninguna función que preceda a las demás . Todas se hallan
interrelacionadas de manera exactamente igual.
Concebir, crear, experimentar. Lo que concebís, lo creáis; lo que creáis, lo experimentáis; lo que experimentáis, lo concebís.
He
aquí por qué se dice que, si puedes hacer que tu cuerpo experimente
algo (la abundancia, por ejemplo), pronto albergarás ese sentimiento en
tu alma, la cual a su vez lo concebirá de una nueva manera (a saber,
abundante), ofreciendo a tu mente un nuevo pensamiento al respecto. De
este nuevo pensamiento surge más experiencia, y el cuerpo empieza a
vivir una nueva realidad como un estado permanente del ser.
Tu
cuerpo, tu mente y tu alma (espíritu) son uno. En este sentido eres, un
microcosmos, como Yo, el Todo Divino, el Todo Sagrado, la Suma y la
Sustancia. Así soy el principio y el fin de todo, el Alfa y la Omega.
Ahora te explicaré el misterio último: vuestra exacta y verdadera relación conmigo.
¡VOSOTROS SOIS MI CUERPO!...
Lo
que vuestro cuerpo es, respecto a vuestra mente y a vuestra alma, lo
sois vosotros respecto a Mi mente y Mi alma. Por lo tanto:
¡Todo lo que Yo experimento, lo experimento a través vuestro!...
Así como vuestro cuerpo, vuestra mente y vuestra alma son uno, así también lo son Mi cuerpo, Mi mente y Mi alma.
Así
Jesús de Nazaret -entre otros muchos que entendieron este misterio-,
afirmó una verdad inmutable cuando dijo: «El Padre y Yo somos uno».
Pero
te diré que hay verdades mucho mayores que esta, de las que algún día
te enterarás; pues, del mismo modo que vosotros sois Mi cuerpo, Yo soy
el cuerpo de otro...
De: Juan el Apóstol
mailto:noestassola@hotmail.com
Enviado el: sábado, 21 de abril de 2012 09:41 p.m.
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