Llega un momento en el que lo único que queda es Dios...
Sucede más de una vez en la vida de la mayoría de las personas. Es ese momento cuando te sientes total y completamente aislado.
Es
ese momento cuando sientes, no que nadie te está oyendo, sino que no
hay nadie que te oiga. Realmente estás solo. No hay nadie más, incluso
cuando hay alguien más en la habitación. No hay nada más, incluso cuando
hay mucho más a tu alrededor. Sólo estás tú, aun cuando el mundo te
rodea. Tal vez especialmente cuando el mundo te rodea, sólo estás tú.
Sí,
llega un momento en que lo único que queda es Dios. Nada más importa.
Nada más tiene ningún sentido. Nada más te llama, te magnetiza, exige tu
atención – o ni siquiera es digno de ella.
Este momento llega, me parece a mí, ya sea cuando no tienes nada, o
cuando lo tienes todo. Este momento llega cuando todo lo demás te ha
sido arrebatado y no te queda nada, o cuando se te ha dado todo y no hay
nada más que puedas desear.
Cuando
llega este momento, es un gran alivio. Es una liberación, un dejar ir. Y
sin embargo, para muchos de nosotros, todavía hay una pequeña parte de
nuestro ser que anhela esa cosa que muchos de nosotros nunca hemos
tenido: completa aceptación y amor incondicional.
Alguien que me ame tal como soy.
No
hemos podido encontrar eso en otro. Pensábamos que podríamos
encontrarlo en otro, esperábamos que pudiéramos encontrarlo en otro,
pero no podemos. Ni siquiera podemos encontrarlo en nosotros mismos. Y
porque no podemos encontrarlo en nosotros mismos, no podemos dárselo a
otro y es por eso que no podemos encontrarlo allí. Porque no podemos
encontrar en ninguna parte lo que no hemos puesto en ninguna parte, y
nosotros no hemos puesto completa aceptación ni amor incondicional en
ninguna parte.
Ni
siquiera podemos estar conformes con el clima, por el amor de Dios.
Podemos encontrar algo de qué quejarnos acerca de todo. Y así, buscamos
lo que no está ahí, porque todo lo que tratamos de encontrar en la vida,
debe haber sido puesto allí por nosotros. Si no lo hemos puesto, no
podemos encontrarlo. Lo que no ponemos en la vida, no encontramos,
porque nosotros somos la Única Fuente Que Hay.
Si no podemos encontrar perdón en nuestras vidas, es porque no lo hemos puesto allí.
Si no podemos encontrar compasión en nuestras vidas, es porque no la hemos puesto allí.
Si no podemos encontrar tolerancia en nuestras vidas, es porque no la hemos puesto allí.
Si no podemos encontrar misericordia en nuestras vidas, es porque no la hemos puesto allí.
Si no podemos encontrar paz en nuestras vidas, es porque no la hemos puesto allí.
Si no podemos encontrar aceptación en nuestras vidas, es porque no la hemos puesto allí.
Y si no podemos encontrar amor en nuestras vidas, es porque no lo hemos puesto allí.
Todas
estas cosas tenemos que poner en la Vida. Primero, en nuestra propia
vida, luego uno en la vida del otro. O, para algunos, es al revés.
Quiero decir que para la mayoría de nosotros es al revés. Para la
mayoría de nosotros, es casi imposible darnos a nosotros mismos lo que
más deseamos recibir: perdón, compasión, tolerancia, misericordia, paz,
aceptación y amor.
La
mayoría de nosotros no podemos darnos estas cosas a nosotros mismos
porque sabemos demasiado acerca de nosotros mismos. Creemos que no somos
dignos de estas cosas. Imaginamos que somos algo distinto de lo que
realmente somos. No podemos ver la Divinidad que la Divinidad Misma ha
puesto en nosotros.
No
podemos ver la Inocencia.
No podemos ver la Perfección en nuestra imperfección.
Como no podemos ver estas cosas en nosotros mismos, no podemos darnos a
nosotros mismos lo que más deseamos recibir. Sin embargo, ya que no
somos totalmente ciegos a lo que es bueno y vale la pena en el mundo, a
menudo podemos ver estas cosas en los demás.
A
menudo podemos ver Divinidad en los demás. A menudo podemos ver
Inocencia en los demás. A menudo incluso podemos ver Perfección en la
imperfección de los demás. Y por eso podemos dar a los demás perdón,
compasión, tolerancia, misericordia, paz, aceptación y amor.
Podemos, pero la pregunta es, ¿lo haremos?
Con
demasiada frecuencia, no lo hacemos. A causa de nuestras propias
heridas, no podemos sanar las heridas de los demás. Y entonces le
negamos a nuestro mundo las cosas que nuestro mundo más necesita. Le
negamos a nuestro mundo perdón, compasión, tolerancia, misericordia,
paz, aceptación y amor. Y cuando le negamos esto a nuestro mundo, nos lo
negamos a nosotros mismos – porque lo que no hemos puesto en el mundo,
no podemos recibir del mundo.
Una vez más, dejen que repita la Nueva Regla de Oro:
Lo que no hemos puesto en el mundo, no podemos recibir del mundo.
Llega
un momento en que nos damos cuenta de que nosotros somos la Única
Fuente Que Hay. Nadie nos va a dar a nosotros o al mundo lo que nosotros
somos incapaces de darle al mundo, y por lo tanto a nosotros mismos. No
por mucho tiempo.
El
primer lugar donde descubrimos esto es en relación con otro. Lo que no
podemos o no estamos dispuestos a dar al otro, no vamos a recibir del
otro. No por mucho tiempo. Si no podemos dar a la persona que está al
otro lado de la habitación perdón, compasión, tolerancia, misericordia,
paz, aceptación y amor... no podemos esperar que la persona al otro lado
de la habitación nos dé estas cosas a nosotros. Pues ellos sólo tienen
para dar lo que nosotros les hemos dado.
Nos
imaginamos en la relación que la otra persona tiene lo que nosotros no
tenemos, y por lo tanto, que ellos pueden proporcionárnoslo. Ésta es la
gran ilusión. Éste es un gran error. Éste es el gran malentendido. Y
ésta es la razón por la cual fracasan tantas relaciones. Nos imaginamos
que el otro nos va a proporcionar perdón, compasión, tolerancia,
misericordia, paz, aceptación y amor.
Imaginamos
que el otro nos va a proporcionar lo que nosotros no podemos
proporcionarles a ellos, y lo que ni siquiera podemos darnos a nosotros
mismos. Y luego nos enojamos con el otro. Y luego nos enojamos con
nosotros mismos.
Y
entonces... nos damos cuenta de que no queda nada más que Dios. Nos
volvemos, entonces, hacia Dios. Por favor, Dios, dame perdón, compasión,
tolerancia, misericordia, paz, aceptación y amor. Por favor, dámelo,
para que yo pueda darlo a los demás.
El
mundo se está acercando rápidamente a este punto de inflexión. Estamos
empezando a comprender que Dios es la Fuente Única y Original.
Ahora
lo único que tenemos que hacer es comprender, también, que no existe
separación entre Dios y nosotros. Cuando por fin captemos esta
comprensión fundamental, cuando aceptemos, finalmente, esta verdad
básica, nos vamos a cambiar a nosotros mismos, a cambiar nuestras
relaciones, y a cambiar el mundo.
Hasta
entonces, no lo haremos.
Y vamos a esperar por ese momento cuando nos demos cuenta.... de que no
queda nada sino Dios. Con suerte, llegaremos a ese momento antes de que
lo creemos... en la manera más cruda posible:
Destruyendo todo lo demás hasta que no quede nada.
Destruyendo nuestra relación hasta que no quede nada.
Destruyendo nuestro mundo hasta que no quede nada.
Destruyéndonos a nosotros mismos hasta que no quede nada.
Conversaciones con Dios contiene una afirmación sorprendente. Es algo que nunca he olvidado. Dios dijo:
"No es necesario pasar por el infierno para llegar al cielo."
Yo
nos invito a todos nosotros a recordar eso en este día. Nos invito a
todos a adoptar una nueva noción acerca de nosotros mismos y la vida: no
que no queda nada sino Dios, sino que no existe nada sino sólo Dios.
Cuando
veamos a Dios en cada persona y en cada cosa, entonces nos habremos
despojado de nuestras ilusiones, habremos hecho a un lado nuestras
imaginaciones infantiles, y vamos a tratar a todo y a todos, como que
eso, ella o él, son Divinos. Y si no crees que eso cambiará tu vida y tu
mundo, piénsalo de nuevo.
© 2010 Fundación ReCreation - http://www.cwg.org.
Neale Donald Walsch es un mensajero espiritual contemporáneo cuyas
palabras siguen conmoviendo al mundo en maneras profundas. Su serie de
libros Conversaciones con Dios ha sido traducida a 27 idiomas, tocando a
millones de vidas e inspirando cambios importantes en sus vidas
cotidianas.
Traducción: Margarita López
Edición: El Manantial del Caduceo
Nota Personal.
El
día que llegó a mis manos CONVERSACIONES CON DIOS, comprendí
simplemente que lo que había sentido toda mi vida era lo real, nadie me
lo había dicho antes, solo que pensaba que estaba a veces equivocada,
pero su tranquila forma de conversar con Dios, me recordó que yo también
podía hacerlo....lo había hecho antes.....y lo sigo haciendo ahora.
Con amor se los transmito... Dannys.
Publicado por Dannys Beatriz de la Cruz Arteta en http://gruposiron.ning.com/forum/topic
el febrero 21, 2013 a las 8:43pm en CAMINANDO HACIA EL AMOR
Re-Publicado por:ANSHELINA, la Luz que llama a despertar
http://loqueheaprendidode.blogspot.com
http://romancesdivinossohin.blogspot.com