viernes, 11 de mayo de 2012
DE: PATRICIA CORI ... "VUELVE LA ATLÁNTIDA" ...Parte 1 ... "Las Revelaciones de Sirio" ...
Queridos
Hermanos, también he recibido el consejo de actualizar la serie de
mensajes "VUELVE LA ATLÁNTIDA", "Las Revelaciones de SIRIO" que inicié a
publicar el 29 de Julio del 2010...
En ese tiempo aún no recordaba que conocía a Sohin y tampoco sabía que yo era de Sirio, lo cual me ha sido confirmado...
Nos
están aconsejando que en este gran momento de cambios sobre Gaia e
internos nuestros, re-leamos esa serie de Escritos en los cuales El Alto
Consejo de Sirio nos está contando toda la verdad de lo que hemos
estado viviendo, debido a la élite del poder que ha dominado a la
humanidad, para que nos vayamos preparando para los cambios que vamos a
tener con la ascensión a la 5aD.
Para los que no lo han leído, voy a ir publicando diariamente un capítulo hasta terminar con los 9 publicados.
VUELVE LA ATLÁNTIDA - Parte 1...
Las Revelaciones de Sirio...
Me
encuentro en una cueva, siendo la observadora de la escena. Allí hay un
altar. Su base es una gran espiral como de cobre, que se eleva unos
cuatro metros sobre el suelo. Encima de ella hay una esfera cristalina
perfecta, y dentro de este gran globo de cristal está ensamblado un
filamento de oro, curvado en forma de «S», como una serpiente preparada
para atacar.
En
un momento dado entiendo que, enviando pensamientos en dirección
ascendente por la espiral de cobre, puedo encender el cristal: toda la
cueva se ilumina cada vez que envío un pensamiento por la espiral. Aquí
empiezo a canalizar alguna información muy significativa sobre
realidades dimensionales, universos paralelos y el verdadero significado
de la alquimia.
Me
entretengo enviando estos pensamientos por la espiral y viendo que la
esfera de cristal se enciende como una farola. En un instante, la cueva
se ilumina completamente y veo las paredes forradas de cristales y
espirales de cobre, conectadas con esmeraldas sin tallar. Toda la
estructura es un complejo diseño de cristales de cuarzo y amatista, de
espirales de cobre, esmeraldas y filamentos de oro que interconectan los
cristales.
Desde
el punto donde me encuentro, grito , y seguidamente me despierto; un
sudor frío cubre mi cuerpo...me abruma la sensación de que, más que un
sueño recurrente, este es un sueño verdadero de la Atlántida que está
emergiendo de las profundidades de mi alma. Este recuerdo de la
Atlántida inspiro a Roberta Bongiovanni, la ilustración utilizada en la
portada de este libro. Para Alick Barthobmew, mi agente, editor y amigo,
por su coraje para superar las limitaciones, por su visión del mas haya
y por dedicarse a traer al mundo la luz del conocimiento.
INTRODUCCIÓN
Mi
primera conexión «consciente» con los emisarios del Alto Consejo de
Sirio comenzó en 1996, sólo unas semanas después de que se produjeran
una serie de extraños sucesos sincrónicos que me pusieron en contacto
con el fenómeno de los dibujos que aparecen en los campos de cereales en
diversos puntos de Inglaterra.
Ese
verano había ido a Inglaterra para realizar un curso avanzado de
cromoterapia en el Instituto Hygeia, un centro muy reconocido por sus
cursos sobre esta disciplina. Se trataba de un programa de formación
intensivo para terapeutas, cuyo horario abarcaba desde primera hora de
la mañana hasta el momento de la cena, después de la cual generalmente
nos quedábamos estudiando y preparando los exámenes hasta bien entrada
la noche, por lo que dormir y descansar bien era muy importante.
Por
fortuna, la idílica ubicación de la escuela, sus jardines y el aire del
campo nos proporcionaban la paz y serenidad que tanto necesitábamos. A
pesar de las desventajas de alojarse en dormitorios colectivos
abarrotados, yo siempre dormí como una niña, disfrutando de cada minuto
de descanso. Transcurrida una semana de curso, tuve un sueño muy vivido,
que me despertó a las cuatro de la madrugada, en el que me veía volando
sobre Stonehenge, muy por encima de los frondosos campos verdes que
rodean el monumento.
Observando
el enclave desde esta perspectiva aérea, me sorprendió ver impresa en
un campo cercano una compleja espiral de círculos graduales, cuyas
dimensiones aumentaban a medida que se desplegaban desde el epicentro, y
seguidamente, en el ápice, los círculos descendían en la misma
proporción hasta el último de la cola.
Sabía
que este dibujo era una representación perfecta de la proporción áurea
de Pitágoras (geometría sagrada de la biología terrestre), puesto que la
acabábamos de estudiar en la lección del día, y que de algún modo el
sueño me estaba diciendo que la geometría sagrada era un aspecto muy
importante del mensaje.
Mirando
hacia abajo a la imagen colosal, me sorprendió comprobar que sta
formación era casi diez veces mayor que Stonehenge, y me pregunté qué
podría ser. Una voz familiar replicó que era «un punto de encaje para la
inteligencia extra-terrestre», y que tenía que prestar absoluta
atención..., que este símbolo iba a tener mucha importancia para mí, y
que no pasaría mucho tiempo antes de que llegara a entender la
profundidad del mensaje.
Me
desperté sabiendo que había recibido una especie de comunicación cósmica
urgente, pero sin ningún indicio respecto a su significado. Muy
animada, les conté el sueño a otros alumnos durante el desayuno, y todos
parecíamos resonar a algún nivel con la información transmitida.
Después de todo, las conexiones con extraterrestres en sueños hacen que
se dispare la imaginación, y todos sentíamos que había algo en el aire
mientras nos preparábamos para salir de excursión en autobús hacia
Glastonbury.
Era
como si todos supiéramos que este mensaje velaba algo que descubriríamos
allí, y que el verdadero propósito de nuestra visita era obtener la
información que me ayudaría a descifrar la iconografía de la espiral,
traduciéndola a un lenguaje que todos pudiéramos entender.
Como
Glastonbury tiene una amplia oferta para los amantes de la metafísica,
la ciudad era un «paraíso natural de compras» para nuestro grupo, de
modo que, en cuanto llegamos, renunciamos a nuestra intención original
de explorar los lugares sagrados de Avalón y nos dirigimos a la librería
Growing Needs, a la abadía de Glastonbury.
Al
entrar en la tienda, mis ojos se posaron instantáneamente sobre una
imagen exacta tamaño póster de la forma espiral que había visto en el
sueño, aparentemente fotografiada desde un avión que sobrevolaba
Stonehenge, de modo que se veía el tamaño relativo del monumento con
relación a la escultura. Perpleja, le pregunté a la cajera qué
representaba la gran imagen espiral.
Ella me
dijo que era «la última formación aparecida en un campo» y que se había
formado junto a Stonehenge, justo al otro lado de la carretera.
Incrédula, miré fijamente la sorprendente imagen: una réplica perfecta
de la aparecida en mi sueño. Entonces supe perfectamente que había sido
«llamada» a los círculos de los sembrados, un fenómeno del que apenas
había oído hablar antes de aquella increíble cita con el destino... el
verano de 1996.
¿Estaba
prestando atención? Puedes estar seguro de que en ese momento no me
importaba nada más. Descubrí fotografías aéreas de los símbolos
aparecidos en los campos de aquel verano en todas las librerías y
tablones de anuncios de Glastonbury, y era indudable que mis guías me
habían preparado el camino para que experimentara el fenómeno de primera
mano.
De una
cosa podía estar segura: la espiral de círculos que parecía que habían
soplado en el campo de trigo de Stonehenge tenía algo muy importante
para mí, y sí, sin duda estaba «interesada».En ese momento me di cuenta
de que la verdadera razón por la que había ido a Inglaterra aquel verano
era para aprender algo sobre los círculos de los sembrados y para
experimentar con ellos, y que el curso de cromoterapia sólo era un medio
para este fin.
Cuando
el universo te pone las cosas delante, simplemente lo sabes: el gran
plan se despliega ante tus ojos. En esos momentos entiendes
verdaderamente la sincronicidad y sabes que estás fluyendo con la
totalidad, puesto que sientes la emoción de cabalgar la ola y confías en
que te está llevando donde tienes que estar.
Sentí
que todo a mí alrededor me validaba, por lo que no me sorprendió
enterarme de que aquella misma noche se acababa la conferencia anual de
los círculos de los sembrados, y que el principal experto en este
fenómeno, Colin Andrews, daría una conferencia específicamente sobre el
círculo de Stonehenge.
Después
de compartir los detalles del sueño con el personal de la librería, me
aseguraron que, aunque todas las entradas para la conferencia se habían
agotado meses antes, la historia de mi vuelo astral sobre Julia Set me
garantizaba un asiento..., y así fue. Aquel verano todo el mundo en
Glastonbury estaba tan sintonizado con la energía de los círculos que
era como si todos estuviéramos predestinados a estar allí.
El
sentimiento era tan emocionante y sublime...; era como ver una enorme
ola chocar violentamente con la costa, y después seguir su camino de
vuelta...-en la calma del incesante ritmo marino. Supe que tenía que
estar allí, de modo que, aun a riesgo de quedarme sin transporte aquella
noche, me aseguré de poder asistir a la conferencia, y después informé a
los demás de mi decisión.
Por
suerte, al conductor de mi transporte no le importaba pasar la tarde en
Glastonbury, de modo que acordamos que los demás coches regresarían a la
hora programada y el nuestro volvería cuando acabara la conferencia.
Como siempre, el universo proveyó el modo, las personas y el lugar para
que se hicieran las conexiones adecuadas. Las cosas funcionan así cuando
seguimos la corriente.
Lo que
aprendí en la conferencia era tan vasto e interesante que me sentí
obligada a quedarme en Glastonbury, abandonando la escuela y el curso de
cromoterapia. Colin Andrews, investigador pionero de los círculos de
los sembrados, iba a llevar a un grupo de la conferencia a Stonehenge a
la mañana siguiente y yo quise ir, atrapada en la emoción del momento.
Sabía
que era muy importante que entrara en la formación circular para sentir
algo allí; sin embargo, mi compromiso con el trabajo que estaba
realizando en el instituto y la inversión realizada me hicieron
aterrizar. A regañadientes, me uní a los demás alumnos y volví al
instituto, aunque mi cabeza seguía llena de pensamientos galácticos,
maravillada ante las nuevas energías que se estaban manifestando en mi
mundo.
Como
era de esperar tras un descubrimiento tan notable, a la mañana
siguiente, la charla sobre los círculos de los sembrados presidió la
mesa del desayuno. Repasamos animadamente las fotografías de los
círculos compradas en la librería, y viéndolos estuvimos de acuerdo en
que eran absolutamente idénticas a mis descripciones y a los bocetos que
había realizado días antes a partir del «material de mis sueños».
Compartí
los detalles sobre el fenómeno que había anotado en la conferencia y
los otros se quedaron paralizados, sabiendo que estábamos abriéndonos a
algo maravilloso, y que mi experiencia estaba destinada a ser compartida
por todos.
Uno de
los profesores se sintió atraído por la emoción generada cuando
comparamos las fotos de los círculos de los sembrados con mis bocetos de
la visión que había tenido en sueños. En mi opinión, nunca entendería
con claridad su significado a menos que entrara físicamente en el
círculo..., aunque eso parecía poco probable teniendo en cuenta lo
apretado de nuestro programa de estudios y lo lejos que estábamos de
Stonehenge.
Convencido
de que aquello era importante, se ofreció voluntario para llevarme en
coche hasta allí, facilitando una experiencia que ambos sabíamos que
tenía que ocurrir. Debía esperar otra semana más hasta que terminara el
curso...: una gran exigencia teniendo en cuenta lo que anticipaba que me
estaba esperando en la llanura de Salisbury.
Después
de sufrir con impaciencia aquellos siete largos días de clases,
conferencias y exámenes finales, el curso terminó con una cena de
despedida y adioses emocionados. Al día siguiente, a primera hora de la
mañana, el profesor y yo nos pusimos en camino. Ambos reconocíamos que
estaba a punto de ocurrir algo extraordinario. Como había dicho la voz
del sueño, el símbolo contenía un «profundo» significado para mí, aunque
aún no imaginaba la medida de su profundidad.
Después
de tres largas horas de viaje en medio del abundante tráfico de
turistas con mapas y visitantes de fin de semana, finalmente llegamos al
círculo neolítico de Stonehenge pero, a pesar de su imponente
presencia, no tuve el menor deseo de detenerme a explorar el monumento.
En ese momento sólo me interesaba el campo anexo, pues estaba ansiosa
por divisar el círculo en la cosecha.
Aunque
no era visible desde la carretera, Colin Andrews nos había dado puntos
de referencia para localizar la entrada al círculo, y pronto
identificamos la Camioneta del granjero y el camino de tierra que
conducía al enclave.
¡Estábamos allí!...
Lo
primero que me sorprendió de este fenómeno es que muy poca gente era
consciente de él. ¡Pensaba que sería uno de los acontecimientos más
importantes del país! Conté no más de diez visitantes moviéndose por el
campo, pasando calladamente de un círculo a otro, teniendo mucho cuidado
de no alterar el dibujo impreso en la cosecha.
Me
anonadó pensar que a pocos pasos de uno de los grandes monumentos de los
antiguos observadores de estrellas, con sus enjambres de turistas,
estaba esculpido en el trigo este diseño inexplicable, asombroso...; sin
embargo, parecía que casi nadie sabía de su existencia, ni le
importaba. Era como si un universo paralelo se hubiera materializado .mi
e mis ojos, y yo podía ser testigo de ambos simultáneamente.
Este
era uno de los símbolos más significativos jamás aparecidos en los
campos, y su forma era tan compleja y de una belleza tan intrincada que
anunciaba un nuevo nivel de complejidad en un fenómeno que había
comenzado, según parecía, diez años antes (con un simple círculo). Decir
que me dejó sin respiración sería quedarse muy corta.
En
aquel momento místico necesitaba soledad... y silencio. Por suerte, el
profesor lo comprendió, de modo que fui capaz de entrar en el espacio
sagrado sin interferencias ni distracciones, libre de sentir y
experimentar las poderosas vibraciones que parecían empujarme hacia su
centro.
La
conexión era tan increíblemente poderosa, tan inmediata, que en los
bordes externos del campo ya empecé a entrar en un estado de conciencia
alterada, y abandoné todas las expectativas, los condicionamientos y el
sentido de identidad.
Fui
guiada hasta el ápice del mayor de los 151 círculos, y allí me tumbé,
nadando en las nuevas vibraciones y sabiendo que aquella experiencia me
cambiaría la vida. Instantáneamente empecé a dar vueltas fuera de mi
cuerpo y del tiempo, cediendo a la fuerza abrumadora de unos sonidos
silbantes, de tonos cada vez más agudos, que me llevaron a un lugar
lejano, mucho más allá de los campos de la planicie de Salisbury.
No
tengo un recuerdo consciente de aquel estado de trance, aparte de la
evocación vivida de haber viajado por esos sonidos como sonido mismo,
sintiéndome absolutamente una con las ondas, sin conciencia de estar
separada en ningún sentido de las demás vibraciones del universo. Puedo
afirmar inequívocamente que fue el momento más significativo de mi vida y
que nunca lo olvidaré.
Lo que
para mí no fue más que un segundo, duró más de una hora, según me
comentó Arthur posteriormente, y sin embargo mi memoria consciente no
conserva ningún recuerdo del tiempo en que estuve tumbada en el círculo.
Fui transportada más allá de cualquier punto de referencia, de
cualquier experiencia de salida del cuerpo o estado alterado de
conciencia, más allá del tiempo.
No
tenía recuerdos conscientes de esta experiencia ni detalles de dónde
había estado...; fue un alejamiento total y absoluto del reino terrenal,
y sólo me quedó la sensación de haber sido «estirada» más allá de los
límites: un sentimiento indefinible.
El
viaje de vuelta de Salisbury a Londres me pareció envuelto en una
especie de niebla. Nada parecía real o significativo, y lo único que
quería era tumbarme en alguna parte y poner mi cabeza en orden. Pasaron
varias horas hasta que pude anclarme en mi cuerpo, conseguir un vuelo a
Roma y recuperar mi vida «normal».
Algunas semanas después comenzó mi nuevo viaje metafísico, que redefinió para siempre el significado de la palabra «normal»... Desperté
(de nuevo a las 4:00 a. m.) oyendo un extraño sonido de fondo que
sonaba en mi cabeza, como si en la base de mi cerebro se estuviera
sintonizando una estación radiofónica. Instintivamente me levanté y
busqué por las habitaciones, tratando de encontrar una explicación
física y terrenal, pero no había nada anormal en la casa... nada que
pudiera explicar el origen del sonido. Cuanto más intenso se hacía, más
buscaba una explicación física, sin encontrar nada tangible.
En un
estado como de trance, fui a mi estudio, encendí el ordenador y observé
atónita que mis dedos empezaban a escribir un mensaje pulsando las
teclas del ordenador. Según parecía, se había abierto un canal.
Esa fue
la primera de una larga serie de sesiones matinales durante las cuales
tuve el privilegio de oír y transcribir las enseñanzas de seres que se
identificaron como los «Emisarios del Alto Consejo de Sirio»...; según
se me dijo, las transmisiones procedían de la sexta dimensión.
Después
de estar transcribiendo los mensajes claros y sucintos del Consejo,
nació un libro. Este fue guiado sin esfuerzo a manos de Alick
Bartholomew, entonces editor de Gateway Books, quien creyó en el
material y poco después contrató los derechos de The Cosmos of the Soul
para su publicación.
Me
sentía encantada de haber dado a luz el material de los Emisarios, pero
un poco decepcionada..., como si el final de este esfuerzo marcara
también el final de mi más increíble incursión en el mundo de la
metafísica.
Sin
embargo, para mi sorpresa, la llamada a despertar a las 4:00 de la
mañana volvió a producirse cuarenta y ocho horas después. Se me dio el
título de las primeras transmisiones de ésta, su segunda obra: Vuelve la
Atlántida.
Este
libro también ha sido una experiencia increíble, un proceso de ir más
allá de mis Impías convicciones y creencias esenciales para aceptar el
controvertido material que estás a punto de leer sin censurarlo. En el
proceso de sacar esta información a la luz he abierto mi mente a una
extraordinaria perspectiva universal que ha cambiado mi percepción de
manera sorprendente.
En un
momento en que el continente perdido está resurgiendo en el fondo de
nuestra conciencia, las enseñanzas de Sirio nos ayudan a integrar el
conocimiento de la Atlántida y el miedo de los Últimos Días..., miedo
que, según nos dicen, hemos llevado en nuestra memoria colectiva hasta
ahora. Su mensaje tiene la intención de educarnos respecto a las
energías que estuvieron operando en los últimos días de la civilización
atlante.
Su
intención es explorar la lucha constante que asola a la humanidad y a
nuestro planeta, fortaleciéndonos con la verdad y el libre albedrío que
debemos reclamar como residentes siglo XXI de un ser cósmico que está a
punto de ascender a la cuarta dimensión.
Se nos
pide que usemos la información para equilibrar la balanza entre la luz y
la oscuridad en este punto de inflexión —una época paralela a la Última
Generación de la Atlántida— para toda la humanidad, nuestra Tierra y el
cosmos.
Esto es una historia. Una lección. Y un aviso.
Comienza con un mensaje muy críptico:
Tienes una misión específica.
Tú,
Guardián de los Cristales, has vuelto al escenario 3D (3 dimensiones)
con una misión específica. Como Sumo Sacerdote de Ra, has conocido el
poder de los guerreros oscuros y tienes recuerdos de cómo los miembros
de la Última Generación imprimieron códigos etéricos e implantes
electromagnéticos en las estructuras morfogenéticas individuales, al
tiempo que alteraban las frecuencias electromagnéticas de los campos
geotérmicos gaianos, que sirven para controlar la mente colectiva de esa
civilización y para poner riendas a las energías gaianas.
Tú
recuerdas la manipulación que el sacerdocio oscuro hizo de los elementos
y el caos causado en el planeta Tierra por sus abusos y crueles
descuidos. Está volviendo a ocurrir — 13 000 años terrenales después— y
tú, Trydjya, eres una de los muchos que han vuelto para restaurar el
equilibrio de la balanza.
Actualmente
hay un gran número de atlantes encarnados que están abriendo el cofre
del tesoro de la memoria colectiva humana a fin de poder trabajar su
experiencia de la devastación ocurrida en la Última Generación. Y, sí,
la raza humana siente crecer el temor en su seno, porque el recuerdo de
la violencia del cataclismo global y de la esclavitud de la raza ahora
está resurgiendo en vosotros.
Y, sí,
vuelve a producirse un enfrentamiento entre las fuerzas de la luz y las
de la oscuridad, Y en este momento de vuestra progresión, cuando estáis a
punto de entrar en la cuarta dimensión, el cuerpo emocional de la
Tierra oscila descontroladamente entre los polos, y vosotros habéis
venido a aquietar el péndulo..., a ayudar al renacimiento de Gaia.
Vosotros,
los de la Luz, habéis venido a calmar las aguas. Vuestro tiempo ha
llegado y la mayoría sois conscientes de que se os está llamando a la
acción. Por desgracia, los Seres Delfín y las Grandes Ballenas están
siendo exterminados sistemáticamente, y ya no podéis contar con su
ayuda. Esto es muy grave porque, sin su entramado sónico de frecuencias
oceánicas, os encontraréis a merced de los iracundos mares terrestres.
Una vez
más, como en la Atlántida, la furia de Gaia está azotando vuestra
realidad terrenal con ganas de venganza... recordándoos que la
alteración de sus energías causada por la humanidad ha sobrepasado todos
los límites, y que ella está, una vez más, tomando el mando por la
fuerza. La vibración negativa del abuso humano es como una infección
bacteriana mortal y, como el sistema inmunitario humano, el cuerpo
emocional de Gaia está poniendo en acción su mecanismo de auto-curación
para combatir la enfermedad.
Este,
la repetición de la Última Generación de la Atlántida, será el último
conflicto de la humanidad en el reino material. Una vez más los
alquimistas, los manipuladores de las energías terrestres, os tienen
atrapados entre los extremos polares.
Esto
está ocurriendo tal como estaba programado. Las fuerzas que operaron en
la Atlántida eran manifestaciones arquetípicas de la polaridad de la
Tierra, y vosotros habéis venido a encontrar la resolución de dichos
extremos en este momento tan crucial de ascensión en todo el sistema
solar.
Los
alquimistas de oscura intención han vuelto para reactivar la trama
electromagnética, mientras imprimen nuevos dispositivos de control en
los éteres, y todo esto se os está haciendo usando vuestra tecnología.
Ahora, como en la Última Generación, las personas de la Tierra estáis
siendo bombardeadas por sonidos subliminales, códigos e imágenes,
frecuencias electromagnéticas y otros métodos de control mental que
todos vosotros conocéis muy bien; basta con que levantéis el velo y
recordéis.
Las
improntas codificadas de los oscuros fueron almacenadas en el ADN humano
como memoria racial, para poder ser reactivadas posteriormente y usadas
por las fuerzas de la oscuridad con el fin de controlar, una vez más, a
las masas de vuestro planeta. Es imperativo que ahora traigáis esta
información a vuestra propia conciencia, que la emitáis a través del
centro del corazón y que la hagáis llegar a aquellos que puedan
entenderla y transmutar los controles codificados en frecuencias
luminosas de amor.
Tú,
Trydjya, debes estimular tu recuerdo de ese acto para ayudar a
neutralizar esa intención. Tu retomo a la Gran Pirámide ha provocado la
iniciación, que se completará en la cámara subterránea, en la que
viajarás a esa vida pasada..., la Última Generación de la Atlántida.
Serás guiada a ver con tu ojo interno la parte de la historia que no ha
sido contada. Tú, Guardiana de los Crista/es, tuviste acceso a los
generadores de luz activados mentalmente de la Atlántida.
Tú has
conocido los frescos y oscuros túneles, así como las cuevas de curación
amatista de los mundos internos de Gaia, y te has bañado en la soleada
Cúpula cromática del templo de curación de Poseidón y en las grandes
pirámides de Atlán, donde todo estaba iluminado por la irradiación de
Ra, tu Deidad Solar. Despierta ahora, hija de la Atlántida. Es hora de
ir a la escuela.
Mirando
atrás, destellos de recuerdos enterrados de la Atlántida empezaron a
revolotear en el ojo de mi mente. Algunos de ellos eran de cuando tenía
cinco años; a esa edad, para asombro de mi madre, comencé a sentir una
fobia peculiar por los puentes. Aún recuerdo el miedo que me daba
atravesar con mi familia el puente de la bahía de San Francisco,
mientras que cruzar el Golden Gate siempre me provocaba una reacción de
pura histeria.
Mi
madre tenía que sentarse en el asiento posterior conmigo, ponerme una
manta sobre la cabeza y hablarme durante la fase traumática hasta que
tocábamos tierra firme al otro lado, y eso continuó hasta bien entrada
en la adolescencia. Aparte de esos inexplicables ataques de fobia y
ansiedad, era una niña normal, feliz y adaptada, lo que hacía aún más
notable el enigma de estas crisis causadas por los puentes.
En esos
momentos sentía un miedo incontrolable de que el agua barriera el
puente y me arrastrara al fondo del mar, como había hecho antes, en el
puente y me arrastrara al fondo del mar, como había hecho antes, en
alguna parte...; de algún modo, a nivel primordial, mi mente infantil
recordaba. Ese lugar anterior era la Atlántida.
También
tenía un sueño persistente y recurrente en el que una y otra vez era
barrida de una playa desconocida y tragada por el mar, donde luchaba
desesperadamente bajo el agua, intentando salir y, sin embargo, cuando
empezaba a hundirme lentamente, era incapaz de distinguir el fondo de la
superficie. Mirando atrás, me doy cuenta de que estos sueños eran muy
extraños en una niña de seis años, y persistieron hasta bien entrada en
mi vida adulta.
Al ser
una niña psíquica, mis experiencias personales y las inexplicables
comprensiones que surgían en mi mente a menudo cuestionaban los dogmas
prevalecientes. Era un tiempo en que estas cosas se aceptaban mucho
menos que ahora, a la luz de la era en la que estamos entrando.
Yo
hablaba abiertamente sobre la Atlántida, la tierra «mítica» de Platón,
sabiendo que mi fascinación por el continente perdido era algo más que
mera curiosidad. Tenía retazos de recuerdos... imágenes de cuevas de
cristal y torres iluminadas por el sol que volvían a mi mente una y otra
vez.
Atlántida.
Era parte de mí y estaba tan profundamente arraigada que la había
llevado conmigo durante otras vidas hasta aquel cuerpo de niña que
lloraba cuando tenía que cruzar puentes. Estaba dispuesta a entrar en
contacto con ese recuerdo por muy escondidas que estuvieran las
respuestas.
Los
años anteriores a mis primeras comunicaciones claras con los Emisarios
tuve la oportunidad de trabajar en Boston con una terapeuta
especializada en regresiones a vidas pasadas que me guió en un viaje de
tres horas por cinco vidas diferentes.
La más
significativa de ellas es la que viví en Atlán, una ciudad tan moderna
como las de nuestros días, con un impresionante perfil urbano de altas
torres y templos piramidales. Guiada más allá de las distracciones de la
mente charlatana, pronto me encontré de pie ante una enorme pirámide
cristalina, una estructura que encontré de pie ante una enorme pirámide
cristalina, una estructura que no tenía entrada ni marcas de ningún
tipo.
Sin
embargo, supe que podía penetrar su muro externo simplemente poniendo la
mano en un punto de su superficie, porque yo era «del Sacerdocio». Le
expliqué a la terapeuta que nosotros, los privilegiados de Atlán,
teníamos códigos secretos en la palma de la mano izquierda que nos
permitían entrar a todos los templos y estaciones energéticas de la
Atlántida.
Al
momento siguiente —entrando en un parpadeo a la estructura— estaba
dentro de la pirámide, muy consciente de hallarme en su epicentro
absoluto y sabiendo que esta posición estratégica era importante para
alinearme con las energías cósmicas presentes. Como profesora de la
Sabiduría Secreta, estaba instruyendo a un grupo de doce iniciados,
todos sentados en el suelo, a lo largo del perímetro de la pirámide.
Los
sacerdotes llevaban puestas túnicas de color índigo de estilo similar a
los monjes benedictinos, pero el tejido era de una textura brillante e
iridiscente, e irradiaba luz de tal modo que parecía brillar en la
oscuridad. En nuestro mundo actual no existe ningún material parecido,
una consideración que parecía contener una clave importante sobre por
qué yo había vuelto a contemplar este momento en mi memoria
subconsciente.
Guiada a
examinar la escena más de cerca, tomé conciencia de que, más que
enseñar, en realidad estaba recibiendo algún tipo de transmisión.
Parecía que la fuente estaba allí, entre ellos, pero a mí me costaba
identificarla. Dirigida por la terapeuta, miré al contingente de
iniciados para ver que una mujer —una figura luminosa y penetrante— se
había puesto de pie y sus ojos emitían rayos láser directamente hacia
los míos, realizando una transmisión de pensamiento que irradiaba en mi
conciencia como «sabiduría».
Según
me di cuenta, a continuación yo transmutaba esa luz en lenguaje para los
sacerdotes que habían venido transmutaba esa luz en lenguaje para los
sacerdotes que habían venido a recibir el conocimiento... porque, al ser
iniciados de nuevo cuño, aún no estaban sintonizados para recibir la
frecuencia directamente de la Fuente.
Se me
dijo que ella era Kataar, una guía de otra dimensión que me había
acompañado a lo largo de todas mis encarnaciones desde mi primera
aparición en la Atlántida. Algunos años después, cuando empecé a recibir
las transmisiones de Cosmos enviadas por el Concilio, comencé a tomar
conciencia de lo increíble: no sólo había estado en contacto con la
gente de Sirio desde el principio, sino que este ser brillante, Kataar
del Alto Consejo, había sido mi guía personal durante mis misiones en la
Tierra.
Dirigida
por la terapeuta a examinar la escena aún más de cerca, observé el
verdadero intercambio energético que se producía en la pirámide: parecía
haber una configuración triangular de luz blanca-dorada moviéndose
entre nosotros. Kataar, la iniciadora, me enviaba la «sabiduría cósmica»
en esos rayos de luz láser concentrada; yo, la transmisora,
decodificaba las frecuencias y las reenviaba a los sacerdotes como
lenguaje; ellos, los receptores, enviaban su reconocimiento
telepáticamente a ella, completando así el circuito.
Al
estudiar la escena, la triangulación energética empezó a multiplicarse,
desplegándose en una red de triángulos dorados —una trama luminosa—, y
nos vimos rodeados repentinamente por un sobrecogedor espectáculo
luminoso de simetrías y formas. Se trataba de un resplandor dorado que
se extendía hacia la infinitud galáctica, un despliegue de energía
espectacular: la Red de Luz Gossamer.
En
medio de todo ello tomé conciencia agudamente de que uno de los
iniciados, sentado en el rincón que quedaba a la izquierda del grupo,
tenía una actitud sospechosamente furtiva y era, evidentemente, muy
oscuro: un Judas. Sintiendo que había sintonizado con él, se puso la
capucha sobre los ojos para escapar a mi escrutinio, tratando de pasar
desapercibido.
A
medida que la capa de oscuridad le envolvía, el espacio empezó a
llenarse de oleadas de energía negativa. Sentí que la oscuridad lanzaba
sobre mí una fuerza amenazante y ominosa, y supe inmediatamente que su
presencia encubierta entre nosotros tenía una intención oscura.
En el
mismo momento en que me sentí enfrentada con la poderosa oleada de
energía negativa, Kataar envió el mensaje: -Tenemos una interferencia
aquí... Voy a cortar la transmisión». Invocó la vuelta de la luz; los
triángulos de luz empezaron a cerrarse y la regresión se detuvo casi
inmediatamente.
Durante
mucho tiempo después de la sesión me perturbó la oscuridad oculta que
había debajo de aquella capucha, surgida de las oscuras profundidades de
mi subconsciente y puesta a la luz como una pieza de un rompecabezas
aún incomprensible. Sentí que anunciaba una iniciación que vendría en
algún momento futuro de mi camino, y supe que el intruso oculto tras la
capa se manifestaría antes o después en algún momento de mi vida.
¿O era
algo que había pasado anteriormente..., las sombras de una vida en
Atlán? «Guardiana de los Cristales» La posibilidad de haber trabajado
con cristales en otra vida en la Atlántida ciertamente explicaría la
fascinación que siento por el reino mineral y mis años de dedicación al
alegre trabajo de curar con cristales.
Mi
primera colección de minerales fue una serie de pedazos de cuarcita y
otras piedras que yo misma fui recogiendo en las colinas detrás de
nuestra casa, donde desenterraba todo tipo de rocas, fósiles, cabezas de
flechas indias y otros regalos de los fértiles campos.
Mi
colección de productos de la tierra pronto llenó mi habitación y se
extendió hacia la entrada de la casa. Por suerte, fui bendecida con una
madre amorosa y generosa que animó mi pasión infantil y mi mente
inquisitiva, y lo ha seguido haciendo hasta el día de hoy.
Aún
recuerdo el día en que me llevó a la tienda de minerales para comprarme
mi primer cristal de cuarzo. Ahora ambas sabemos que era la llamada de
la Atlántida la que nos llevó a las dos allí —madre e hija— y que fue un
momento mucho más mágico de lo que ella creyó entonces, un momento que
duraría eternamente.
Mirando
atrás, me doy cuenta de que ya en primer curso de primaria me
obsesionaban los cristales, en la misma época que tenía pánico a los
puentes y soñaba que me ahogaba en las profundidades del mar. Pasaba
horas en mi habitación jugando con las rocas y minerales que había
reunido, pero siempre me fascinaba la punta de cuarzo que mi madre me
había comprado.
Era el
orgullo de mi colección, porque tenía dentro un arco iris increíble y yo
me perdía en los prismas de su luz...: mis primeros viajes astrales
conscientes. Éste era un comportamiento relativamente extraño en 1958,
mucho antes de que los cristales se pusieran de moda, y ciertamente no
era la distracción típica para una niña de seis años.
Recuerdo
que pasaba horas mirando la brillante punta de cuarzo, viajando por el
puente de su arco iris, como un rayo de luz que se vierte por la ventana
de una habitación oscura. Lo que mi madre llamaba «ensoñaciones» era en
realidad la recuperación infantil de mis habilidades y mis recuerdos de
vidas pasadas. Aunque entonces no lo sabíamos, aquel cristal generador
estaba reactivando mi conexión con la Atlántida, si bien es cierto que
necesité cuarenta años más para que el velo se levantara definitivamente
y pudiera recuperar la experiencia de la Generación Perdida.
Sólo
entonces recordé el propósito de mi actual encarnación, en medio de la
confrontación final entre las fuerzas de la luz y la oscuridad: un
preludio de la transmutación de Gaia. Durante un tiempo dejé de lado los
cristales porque estaba demasiado ocupada creciendo y viviendo la
pubertad para prestar atención a cualquier otra vida que no fuera ésta.
Como
suele ocurrir con los niños dotados de poderes psíquicos, la conciencia y
visión de mis primeros años se desvaneció, dejando paso a la montaña
rusa de la vida emocional de una joven y floreciente mujer: la necesidad
de ser querida, el descubrimiento del sexo, enamorarme, desenamorarme y
volver a enamorarme, y viajar por medio mundo antes de que empezaran
los «sueños» de la Atlántida.
Como
las páginas de una novela, mis sueños entretejían un fantástico tapiz de
paisajes ricamente coloreados, reflejos de un subconsciente lleno de
grutas cristalinas y mares turquesa, bosques llenos de esmeraldas y
cuarzos del tamaño de árboles, pirámides translúcidas y grandes naves
voladoras que poblaban mis escenarios mentales.
He
visto fantásticas imágenes de torres de cristal, cámaras de curación y
motores solares, y siempre he sabido que estaba recordando una tierra
que he querido, por la que he llorado y que he considerado mi verdadero
hogar.
Uno de
los sueños ha dominado los campos de mi mente onírica durante tanto
tiempo que apenas puedo recordar cuándo empezaron sus inquietantes
reapariciones. Siempre es exactamente igual., no cambia nunca. Ahora,
después de tantos encuentros con el recuerdo, cada uno de sus detalles
ha quedado grabado indeleblemente en mi mente.
Me
encuentro en una cueva, siendo la observadora de la escena. Allí hay un
altar. Su base es una gran espiral como de cobre, que se eleva unos
cuatro metros sobre el suelo de tierra. Encima de ella hay una esfera
cristalina perfecta, y dentro de este gran globo de cristal está
ensamblado un filamento de oro, curvado en forma de «S», como una
serpiente preparada para atacar.
Observando
este altar hay un muchacho joven, de unos diez o doce años, vestido con
ropa amatista. Lleva puestas serpientes de oro enroscadas alrededor de
su cuello y muñecas. Tiene un halo aristocrático e intenso a su
alrededor que le hace parecer mayor de lo que realmente es, y exuda una
confianza intemporal.
Tiene
una presencia imponente. De pie, junto a él, hay una mujer, una
sacerdotisa vestida con una túnica de «madreperla» blanca luminiscente,
que parece irradiar luz por cada curva y borde de su perfil. Yo estoy
únicamente observando; no participo en la escena. La sacerdotisa está
enseñando al niño algo sobre la energía y su manifestación. El es el
supervisor de los generadores, el Guardián de la Energía.
En
un momento dado entiendo que, enviando pensamientos en dirección
ascendente por la espiral de cobre, puedo encender el cristal: toda la
cueva se ilumina cada vez que envío un pensamiento por la espiral. Aquí
empiezo a canalizar alguna información muy significativa sobre
realidades dimensionales, universos paralelos 51 el verdadero
significado de la alquimia, y me doy cuenta de que la información está
viniendo a través del sueño para ofrecerme guía. Estoy experimentando
que el pensamiento es Luz..., que el pensamiento crea luz..., que la luz
es pensamiento en su expresión cristalina.
En
este sueño me siento ¡encantada! Se me está mostrando lo simple que
es..., como si la «simplicidad», por sí misma, fuera un gran despertar.
Me entretengo enviando estos pensamientos por la espiral y viendo que la
esfera de cristal se enciende como una farola. En un instante, la cueva
se ilumina completamente y veo las paredes forradas de cristales y
espírales de cobre, conectadas con esmeraldas sin tallar.
Toda
la estructura es un complejo diseño de cristales de cuarzo y amatista,
de espirales de cobre, esmeraldas y filamentos de oro que interconectan
los cristales. Desde el punto donde me encuentro, grito: «Soy el
generador central de esta estructural», y seguidamente me despierto; un
sudor frío cubre mi cuerpo...; me abruma la sensación de que, más que un
sueño recurrente, éste es un recuerdo verdadero de la Atlántida que
está emergiendo de las profundidades de mí alma.
Por: Patricia Cori
Publicado por: Anshelina el 29/07/10
Actualizado: Anshelina 11 mayo de 2012
WebSite:http://loqueheaprendidode.blogspot.com
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