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Sent: Tuesday, August 2, 2016 5:23 AM
To: rayorubi1@hotmail.com
Subject: EL CIELO EN LA TIERRA
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To: rayorubi1@hotmail.com
Subject: EL CIELO EN LA TIERRA
EL CIELO EN LA TIERRA |
Posted: 01 Aug 2016 10:30 PM PDT
Llegué
a un monte cercano, perteneciente al pueblo donde me hospedaba.
Recuerdo que el anciano que ostentaba la fonda en la cual me alojaba, me
había hablado de un hombre santo, que habitaba entre las gentes de
aquel lugar. Desde mi llegada, su nombre sonaba insistentemente en mis
oídos. Las lagunas que anegaban mi fuero interno habían transportado
esta maltrecha alma hasta aquella apacible zona. Sin duda, el destino me
deparaba insospechadas sorpresas, que le concederían una nueva
perspectiva a mi vida.
La
voz de aquel hombre retumbaba por doquier. Su tono, seducía el alma de
todos los asistentes, llevándolos hasta la embriaguez extática. Su
figura, erguida, fuerte y saludable, era acompañada por una luz que
asemejaba envolver todo su ser. Los cabellos largos hasta los hombros,
blancos y etéreos, una barba poblada, de idéntico semblante y dos ojos
profundos del color de las almendras, lo dotaban de un misticismo
acentuado.
Me senté en una roca cercana, disponiéndome a escucharlo:
-Hoy, estáis reunidos aquí, para escuchar mis palabras.
Yo
soy como una flor que se insinúa a los insectos, con su perfume y
color. Sed pues como las abejas, venir a libar mi néctar, pues, alimento
Espiritual es.
Muchos
de vosotros sois reticentes a abrir vuestros corazones a la llamada del
Amor. Recordad que el tiempo que pasamos en esta envoltura carnal es
una ínfima parte de la que ha de recorrer nuestro verdadero Ser. Sin
Amor no existe la vida, pues esta se asemeja a hojas secas que ha
consumido el gélido invierno del egoísmo, cuando él no está presente.
Amar es respirar y sentir los rayos del astro rey acariciando nuestra
faz. Es una cálida brisa que transporta nuestra alma hasta terrenos
divinos.
No
existe diferencia entre vivir y amar, pues una sóla cosa es. Debéis
abrir los sentidos y vuestros sentimientos hacia los demás. Tenéis que
ser conscientes de vuestra fuente primigenia, aquella de donde
manasteis. Sois haces de luz que surgieron de un mismo foco. Algunos han
perdido el recuerdo, otros lo intuyen, unos pocos saben a ciencia
cierta de dónde provienen. Es por ello que todos somos una unidad con
aquel que nos engendró; tan solo hemos de ser capaces de recordar
nuestra procedencia. Así es que todos y cada uno de nosotros podemos ser
denominados con el nombre de hermano, pues todos somos hijos de la
misma luz, gotas de idéntica fuente.
Acalló su voz durante un instante, sus ojos se humedecieron, acto seguido la voz tomó un tinte de suave y aterciopelado timbre:
-Y
aún más, mis queridos hermanos, si todos hemos provenido del mismo
lugar, siendo cierto y verdadero, que brotamos de un mismo manantial,
así mismo os he de decir que seguimos formando parte de Él. Jamás fuimos
alejados de nuestra morada, pues continuamos siendo uno con aquel del
cual emanamos.
Con lágrimas, acariciando su fina piel y la voz entrecortada, añadió:
-Pues
nuestro Padre y nosotros, Somos Uno. Nosotros Somos Él y Él es
nosotros. No existe separación alguna, tan solo hemos perdido el
recuerdo de nuestra procedencia. Es por ello que el espejismo de la
dualidad es reconocido como unidad cuando el velo de la ignorancia y del
olvido es descorrido de nuestra mente.
Solo
entonces nos reconocemos como verdadera identidad, fundidos con nuestro
Padre. Es cuando somos conscientes que el amante y el amado una sola
cosa son. Se revela la certera verdad, aquella que indica que no existe
distancia ni separación, y nos desvela el verdadero rostro que
veneramos: este no es otro, que nuestro propio rostro. Padre e hijo,
idéntico ser son.
Alzó
la mirada al cielo, abriendo los brazos, tras un breve instante los
cerró, abrazando su propio cuerpo. Súbitamente fui inundado por una paz
exultante. Por primera vez experimenté el amor en estado puro. Sin darme
cuenta, las lágrimas resbalaban por mis mejillas, aquel sentimiento no
se podía expresar en palabras; tan solo era posible experimentarlo a
través del alma.
Desconozco
el tiempo que me mantuve en íntima comunión con mi espíritu. Cuando
abrí los ojos, me encontraba en plena soledad. Los rayos del Sol daban
sus últimas pinceladas a un precioso cielo, tiñendo de púrpura el
horizonte. Muy lentamente, fui resurgiendo del extático estado en el que
me encontraba. Con la vista todavía entre nublada, atisbé una figura
frente a mí. Su túnica blanca me era familiar. Por fin, pude observar
con total nitidez de quién se trataba. Una sonrisa, impregnada de
beatitud me aguardaba.
La voz, se dejó sentir, como una preciosa sinfonía:
-¿Tienes sed?- la pregunta, me desconcertó. Supongo que, intuyéndolo, añadió:
-Ven,
yo calmaré tu anhelo de probar las fuentes de la divinidad. Te daré de
beber el vino que embriagará tus sentidos; hasta volverte loco de Amor
Celestial. Tu copa es honda, hermano mío, escanciemos el elixir de lo
eterno en ella, hasta que se desborde, para poder realizar la Unión con
aquel que siempre fuiste Tú.
De esta forma conocí, al hombre que transformó mi vida, en una perpetua comunión con el Ser Divino.
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Autor: Matías Márquez (gaudapada@hotmail.com)
Fuente: De su libro Alma embriagada (Editorial: Visión Libros)
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