martes, 7 de mayo de 2013
DE: ERIKA IRUSTA RODRÍGUEZ... "LAS MUJERES DE MI CASA - SANACIÓN DE NUESTRO LINAJE FEMENINO"...
Erika Irusta Rodríguez
Mujer, hija, doula, pedagoga especializada en energía femenina y sanación de Lo Sagrado Femenino.
“La
salud de la mujer es el terreno sobre el que crece toda la Humanidad.
Mejorar la salud de una mujer fertiliza y aprovisiona el terreno para
todos, hombres, mujeres, niños, animales, plantas y el propio planeta. El
vínculo madre - hija, en toda su belleza, dolor y complejidad, forma el
cimiento mismo del estado de salud de una mujer. Esta relación
primordial deja su huella en todas y cada una de nuestras células para
toda la vida”.
Las
mujeres, como los hombres, nos creamos en el útero de nuestra madre.
Bebemos sus emociones, sentimos todo aquello que acontece en su cuerpo,
mente y espíritu. Es nuestro universo durante nueve lunas y constituye
nuestra esencial referencia de la vida humana.
En
el caso de las mujeres, nuestros úteros son creados en el útero de
nuestra madre y en él se imprimirán sus emociones básicas acerca de la
feminidad. Así, en su útero, se albergan también aquellas de nuestras
abuelas y, si seguimos esta espiral, caeremos en la cuenta de que en
este útero de creación y recreación, nuestro Templo Sagrado (útero),
está construido sobre los pilares de todas las mujeres de nuestro linaje
matrilineal.
El
legado de todas estas mujeres hasta nosotras (o hasta nuestras hijas)
está impreso en nuestro cuerpo, en concreto en nuestros genitales,
nuestros órganos sexuales, nuestros senos y nuestro abdomen. Tener
conciencia de esto nos ayuda a entender el porqué de tantos dolores
“inexplicables”, de tanta ira contenida y de tantas lágrimas sordas
anudadas en nuestra garganta.
Las
mujeres de nuestra casa sufrieron miles de abusos, desde la imagen de
pecadora que tuvieron que aceptar “gracias a” la Iglesia Católica, hasta
la reclusión “recomendada” en los fogones. Nuestras ancestras fueron
niñas, fueron mujeres, fueron hijas, fueron madres como hoy lo somos
nosotras.
Sus
miedos y sus contentos eran similares a los nuestros. Ellas tuvieron
sus sueños cumplidos y sus sueños frustrados. Fueron algo más que
cuidadoras, aunque ahora apenas lo recordemos. Tuvieron inquietudes y
necesidades de brillar como las que hoy sólo confesamos ante el espejo o
una mano amiga.
Leyendo
el libro de "Madres e Hijas" de la Dra. Northrup, pude poner palabras a
lo que tantas veces había sentido hacía mi madre y hacia mi abuela. Esa
necesidad de verlas como mujeres, sin el lazo específico de la sangre
familiar sino con el lazo universal que nos une a las mujeres en
manada.
Llorando
encontré que en el seno de mi madre residía una mujer llena de poder.
Una mujer a la que podía admirar. El reflejo de la Diosa, que tantas
veces ilustré con dibujos prestados, estaba ahí y era real.
Todos
estos años la buscaba y hasta que no bajé la espada del reproche y
abracé nuestras sombras no pude ver el verdadero rostro de la mujer en
la que me crié y acuné.
Mi
madre también es hija, como lo es mi abuela y todas mis ancestras.
Todas tenemos en común nuestra Fuente de Origen y sólo cuando pude
llegar hasta ella, entendí los misterios más inciertos y oscuros de mí.
Comprendí
que muchos no eran míos, supe que tantos otros no eran de mi madre y
así fui deshilando la manta de los recuerdos, hasta llegar a Ellas. Las
mujeres del pasado se manifiestan en nosotras a través de los pálpitos
de nuestro útero.
Esta
Sagrada Vasija contiene las aguas de todas las emociones, suyas y
nuestras. Hemos de sentirla sin miedo para poder elegir qué es lo que
queremos quedarnos y qué queremos desechar. Ellas nos acompañan desde la
Luz si así se lo pedimos. Simplemente hemos de nombrarlas con
solemnidad, con el corazón y los brazos abiertos pidiendo su presencia y
ayuda. Reconociendo el linaje de sangre lunar. Os invito a invocarlas.
Así lo hago yo desde las profundidades de mi Ser:
"En
este caminar soy Erika, hija de Ana Rosa, hija de Lucila, hija de
Eleuteria, hija de Pascuala, hija y nieta de las mujeres valientes que
me precedieron. A vosotras, abuelas, os invoco desde el Amor, buscando
la Sabiduría que reside en vuestro legado"...
Con
estas palabras reconozco su labor aún perenne en esta Tierra, pues
ellas viven en mi sangre. Porque decido honrarlas, las nombro. Porque
decido liberarme de aquello que no quiero, las nombro. Ellas son la
fuerza que impulsa cada una de mis acciones. Ellas son la Savia de mi
cuerpo.
De
todas y cada una, una sonrisa y cientos de lágrimas recorriendo mi
cara. De todas y cada una, el regazo acogedor. De todas y cada una de
las mujeres de mi casa llevo la Luz y la sombra. Son cientos y a todas
ellas muestro mi veneración, porque del linaje de mis mujeres vine a
este cuerpo, a esta familia en concreto... Como hija y nieta de tantas,
decido caminar hacia las profundidades de sus úteros para encontrar el
origen de la angustia y ponerle fin.
Siento
que no estamos completas hasta el día en que tomamos aire y nos
aventuramos a bucear en las profundidades de nuestro linaje femenino. El
momento en el que nos reconocemos únicas, es el momento en el que
honramos aquello de lo que formamos parte.
Sólo
cuando pude sentirme cómoda y reconfortada en los brazos de mi madre,
pude dar el paso hacia mi propio universo. Hasta entonces había sido una
niña perdida, buscando la aprobación de una mujer que no sabía si amar u
odiar. Fuera como fuera nunca tuve elección, sabía que hiciera lo que
hiciera, siempre la amaría.
Pese
a todo lo que me dolía reconocerlo, era cierto. Mi universo fue esa
mujer y como nuestra Madre Tierra, por mucho que trates de ignorarla
ella siempre te sostiene. Quizás no es como esperas, pero Ella es el
mundo que necesitas para aprender lo que has de aprender.
Cuando
comienzas a amar tus tifones, cuando entiendes tus cataratas, llegas a
encontrarla hermosa. La miras y te reconoces en ella. Entonces sabes que
sois Una, tal y como fuisteis hace años.
Hemos
de aventurarnos a recorrer este laberinto mágico que nos conduce a la
Fuente. Nuestro primer pasadizo es nuestro cuerpo y de ahí se abren las
puertas hacia las mujeres de nuestra casa. Pasamos a través de nuestro
útero al útero materno y de allí al útero de nuestras ancestras. De una a
otra tomamos conciencia de quiénes somos en realidad. Cada una
descubrimos nuestros misterios y os aseguro, hermanas, que todos son
bellos, sea cual sea su forma.
PARA
AVANZAR, NO SOLO HEMOS DE APRENDER, SINO TAMBIÉN HONRAR NUESTRO ORIGEN.
GRACIAS A ELLAS PALPITAMOS. SÓLO NOSOTROS PODEMOS ELEGIR CÓMO...
Por: Erika Irusta Rodríguez
Recibido de: Ayam Ram Dadinu
Re-Publicado por:ANSHELINA, la Luz que llama a despertar
http://loqueheaprendidode.blogspot.com
http://romancesdivinossohin.blogspot.com
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