lunes, 26 de mayo de 2014
Publicado por Gustavo Fernández... OVNIs: ¿QUÉ OCULTA LA IGLESIA CATÓLICA?...
Dedicado a esos
millones de espíritus caritativos, humildes y bienintencionados,
feligreses católicos, sacerdotes y monjas sacrificados, que siguen
creyendo en un camino de Fe que construyen todos los días con sus sanas
intenciones, ignorantes de los oscuros manejos de las más altas y
secretas Jerarquías.
Sé
que necesariamente estas reflexiones incomodarán a muchos, sin duda me
ganaré la animadversión y, lo que es peor, el rechazo sin discusión ni
evaluación crítica de algunos de mis lectores. Tal vez hubiera sido más
sensato no escribirlo. Pero alguna vez (no hace tanto, realmente) me
impuse la promesa de escribir cómo pensaba, porque creo que esa es mi
razón de ser más allá de las consecuencias. Así que, simplemente, estas
líneas son un intento de ser coherente conmigo mismo. Y en este tráfago
de información, investigaciones y meditaciones en las que uno se ve
envuelto, suelo dedicar bastante tiempo a clarificar las campañas de
intoxicación, desinformación y ocultamiento que las más poderosas
organizaciones han implementado alrededor del tema OVNI.
Tan
luego, ahora, es el turno de la Iglesia. Cualquiera, en realidad,
aunque los argentinos debemos remitirnos indefectiblemente a la
Católica. La que si bien ha tenido algunos aislados miembros interesados
en la Ovnilogía – en Argentina, el jesuita Segundo Benito Reyna; en
España, el padre Puig; ahora, ¿no llama la atención que sean
precisamente los jesuitas los únicos que parecen interesarse en ella,
estos aristócratas del conocimiento, aún vistos con resquemor histórico
por otras órdenes de quienes deberían ser sus amorosos hermanos?– es
evidente el disgusto que en muchos de sus frentes (carismáticos, por
ejemplo) la sola mención de la palabra OVNI provoca.
Una
Iglesia que apoya investigaciones entre los alumnos de la escuela
católica donde, a la par de evaluar el “impacto” de las múltiples
creencias de la Nueva Era, ladinamente desliza la Ovnilogía entre ellas,
esperando masificarlas en un solo conjunto de cara a una repercusión
periodística que no ha aprendido a separar la paja del trigo. Una
religión que se escandaliza de las suposiciones de que Jesús fuera un
extraterrestre, que Ezequiel viera una nave espacial. Una institución
que se refiere despectivamente (con un acento propio de “hermano mayor”
orwelliano) sobre la necesidad de regresar a la “madre” Iglesia ante
este avance de “pensamiento mágico”, como si sus rituales dominicales y
sus libros de catecismo estuvieran fundamentados científicamente y
abundaran en razonamientos lógicos, empíricos y objetivamente
comprobables.
Una Iglesia que está ocultando algo.
Trataremos de descubrir qué.
Sospecho
que existe un Cristianismo Esotérico, y que éste es el reservorio,
debidamente codificado, de evidencias de una ciencia legada por seres
extraterrestres, algunos de ellos “no materiales” (si energéticos o
espirituales, discútanlo ustedes) que contactaron en distintas épocas a
los humanos, para provocar saltos cuánticos en la evolución de la
humanidad, saltos que respondían a sus propios intereses y beneficios,
saltos cuánticos cíclicamente alentados u obstaculizados por sociedades
humanas con intereses muy afines a este ajedrez cósmico.
A los pies de la Virgen.
Esta ciencia se expresa, a mi criterio, con un “metalenguaje”: el simbólico.
Dicho
de otra forma, no esperemos hallar –aunque sería bonito hacerlo– un
arca sepultada bajo un radiofaro estelar, donde en discos de material
ultraterreno nuestros hermanos del cosmos nos leguen la enciclopedia
virtual de sus conocimientos. A fin de cuentas, ese arca y ese radiofaro
podrían ser destruidos por algún cataclismo, natural o artificial, y
adiós herencia interplanetaria. Nada mejor que dejar la información a la
vista: en los monumentos, en las culturas, en las costumbres, en las
creencias. Quien tiene oídos para oír, que oiga. Uno de los símbolos que
han llamado mi atención es la representación – varias de ellas – de la
Virgen María en la iconografía católica. Independientemente del ropaje y
la oración así como de la advocación que se le atribuya, es común que
se encuentre dibujada con un semicírculo de doce estrellas por encima de
su cabeza y de pie sobre una Luna. O una media luna, lo que es lo
mismo. ¿Por qué?. ¿Ha sido sólo la febril imaginación de un artista
aburrido o se nos ha querido transmitir alguna instrucción en ese
dibujo?.
De
siempre sabemos la erisipela que a los teólogos católicos les provoca
la Astrología. La sola posibilidad de que el común de los mortales pueda
conocer algo de las tendencias por venir les enerva, quizás porque su
difusión les haría perder el control de las masas ignorantes, aún
crédulas en que el hombre necesita intermediarios para comunicarse con
Dios.
Por cierto, admitida la Astrología como probable (sí,
ya sé que este artículo no era sobre la ciencia de los horóscopos; pero
es necesario ser un poco interdisciplinario para comprender a dónde
quiero llegar), no es peligrosa en el sentido que se le adjudica en
los estamentos eclesiásticos: cualquier buen astrólogo hará especial
hincapié en que la misma sólo muestra tendencias, no determinismos, y
así es cuando más se debe luchar para jerarquizar la propia calidad de
vida, de forma tal que el argumento de que la Astrología empujaría al
ser humano a una inacción espiritual y material por creerse
absolutamente en manos de un destino irreductible, es sólo una expresión
de ignorancia, cuando no de insidia. Cierto es que algunos “astrólogos”
juegan con la debilidad de algunos consultantes garantizando lo
“providente” de sus lecturas, pero aquí la falla no está en la
disciplina, sino en el cultor que la profesa; nada desagradaría más a la
Iglesia que un racconto de los asesinatos, individuales y colectivos,
en que por error, elección u omisión, muchos de sus ministros han estado
envueltos. Pero las Iglesias –todas– existen, tienen poder, sólo en
función del miedo.
Tomemos
el caso de la Iglesia Católica, pero esta referencia podríamos hacerla
extensiva a cualquiera dominante en cualquier cultura: ¿dónde reside su
poder?. No en la fuerza de las armas; ese es atributo de los ejércitos.
No en el dinero; ello queda en manos de los “trusts” y las
multinacionales. Tampoco en el de las ideologías y sus manejos de
compraventa de voluntades, exigencia de los partidos políticos. ¿Es el
poder del conocimiento?. No ciertamente, salvo en el caso de los
intelectuales que optan por la Iglesia, creo yo más por las
conveniencias o el control sobre terceros que ello les otorga.
Numéricamente, las Iglesias dominan más el pensamiento de los poco instruídos (y poco pensantes, lo que es peor)
que el de las sociedades esclarecidas. Tiene más fuerza entre los
desesperados que entre los reflexivos. Y si hacemos abstracción de su
respaldo económico (que no es poco) y su penetración
histórico-cultural, su poder deviene del miedo. Desde el miedo al
infierno, hasta el miedo a ser mal visto en el medio social, por no
acatar las instrucciones de un sacerdote sobre el matrimonio, la
educación de los hijos, la buena o mala convivencia con los vecinos.
El
poder de la Iglesia es una entelequia: Es la proyección de lo que se le
teme, en lugar de lo que es: una sociedad de mentalidad retrógrada y
fanática, que se adjudica el derecho a la única Verdad, hipócrita,
militarista, más preocupada por las relaciones prematrimoniales
“pecadoras” de los adolescentes, que por las matanzas realizadas con
armas a las que ellos mismos dieron su bendición. Y si realmente los
popes eclesiásticos saben que milenariamente han venido ocultando “algo
más” a la Humanidad, de allí su crítica necesidad de desalentar la
curiosidad de la gente sobre las probabilidades de la vida
extraterrestre. Empero, ¿dónde está ese conocimiento?.
Hay
que saber leer los símbolos, insisto. La Virgen “pisa” una Luna, así
como en otras imágenes pisa una serpiente: un claro ejemplo de
dominación. Bien, la serpiente es el Maligno y ahí se entiende a quién
domina pero, ¿y la Luna?. Pues la Luna es el símbolo de los matriarcados
de la antigüedad remota, los cultos a la fertilidad de las vestales y
las sibilas, la dominación del hombre por la mujer, algo apoyado por las
modernas investigaciones arqueológicas.
En
la ciudad más antigua hasta ahora descubierta, Catal-Hüyuk, en la
Anatolia, la sociedad estaba en manos de las mujeres: gobernaban,
hablaban con los dioses, mandaban en el hogar. Obsérvese cómo el
Catolicismo es, en cambio, una religión fuertemente machista: no sólo la
mujer no puede llegar a los más altos estamentos de ella, sino que
hasta el medioevo "se discutía si tenía alma", que es tanto como decir
si se trata de un ser humano.
Su
sometimiento –bíblico– al varón, su oscurantismo social, hacen del
Cristianismo una religión solar. La persecución despiadada y ciertamente
“diabólica” en un sentido moral de la brujería de antaño, ¿encuentra
explicación en los crímenes que supuestamente se le atribuían a ésta o
en que se trataba de un renacimiento de antiguos cultos paganos
fuertemente feministas?. La sola posibilidad de que la mujer volviera al
poder, aterra a las culturas solares: hace apenas un siglo y medio, en
Argentina se fusilaba a Camila O’Gorman por tener amoríos con un
apasionado cura…
Detrás
del símbolo “Virgen” puede subyacer otra cosa. Como un ser
extraterrestre, una fuente de inteligencia allende nuestro planeta que
usa ese “disfraz” para adaptarse al marco cultural dentro del cual
espera manifestarse y hacerse comprensible. Que una campesina esté
segura de que “la Virgen le ha hablado” nada demuestra: la percepción
siempre deforma la realidad, y de hecho, nada evita suponer que esa
inteligencia se presenta como desee. Creer que es lo que dice ser es,
cuanto menos, un acto de ingenuidad.
¿Por qué la Virgen sólo se aparece a quienes ya creen en ella, personas que, en ocasiones, no son tan “espirituales” como para recibir un premio especial por su conducta?.
Porque si la inteligencia se manifestara ante una mujer de escasa instrucción como “Khrisna” o “Buda”, no sólo no sería comprendido su mensaje, sino también sería susceptible de ser asimilada como una manifestación demoníaca. A fin de cuentas, es natural en el ser humano temer lo que se desconoce, y seguramente esa pobre mujer jamás habrá oído hablar del Baghavad Gita, pero sí de la Biblia. Ni digamos si la inteligencia apareciera con traje plateado, antenitas y en platillo volante… el aspecto que sí adopta cuando se cruza en el camino de un más o menos instruído viajante de comercio solitario en una ruta nocturna, pongamos por caso. Casi todos los ovnílogos estamos seguros de que el fenómeno “elige” a sus testigos, por lo menos, en muchas ocasiones. ¿Por qué no iba, entonces, a elegir también previamente el “guardarropas” que habría de usar para la ocasión?.
¿Por qué la Virgen sólo se aparece a quienes ya creen en ella, personas que, en ocasiones, no son tan “espirituales” como para recibir un premio especial por su conducta?.
Porque si la inteligencia se manifestara ante una mujer de escasa instrucción como “Khrisna” o “Buda”, no sólo no sería comprendido su mensaje, sino también sería susceptible de ser asimilada como una manifestación demoníaca. A fin de cuentas, es natural en el ser humano temer lo que se desconoce, y seguramente esa pobre mujer jamás habrá oído hablar del Baghavad Gita, pero sí de la Biblia. Ni digamos si la inteligencia apareciera con traje plateado, antenitas y en platillo volante… el aspecto que sí adopta cuando se cruza en el camino de un más o menos instruído viajante de comercio solitario en una ruta nocturna, pongamos por caso. Casi todos los ovnílogos estamos seguros de que el fenómeno “elige” a sus testigos, por lo menos, en muchas ocasiones. ¿Por qué no iba, entonces, a elegir también previamente el “guardarropas” que habría de usar para la ocasión?.
Pero también, ese símbolo, “Virgen”, encierra un secreto: su sugerencia de una puerta a las estrellas.
Por
lo menos para quienes somos afectos a estos temas, no nos asombra
especialmente la suposición de una conexión, por ejemplo, entre los
antiguos egipcios y otros habitantes del Cosmos, y no regresaré ahora
gratuitamente a los miles de evidencias acumuladas, desde la
magnificencia (estética y técnica) de sus construcciones, hasta los
secretos de su religión. Pero lo que es particularmente interesante para
este estudio, es el descubrimiento, confirmado astronómica y
matemáticamente, de que la posición de las tres grandes pirámides de
Gizeh, se corresponde con exactitud con la posición de las tres
estrellas que forman el cinturón de Orión. Tal precisión, además de los
interrogantes que plantea en vista de los conocimientos necesarios para
tal ubicación, ha sido discutido en el contexto de la Astroarqueología
hasta el hartazgo. Esto, desde hace años, es una verdad aceptada.
Pues
bien. En Francia, cinco de las más importantes catedrales góticas,
según una investigación llevada a cabo en 1969 por Louis Charpentier y
recientemente ampliada por Javier Sierra, reproducen a la perfección ese
rombo deforme que es la constelación de Virgo. Así, la estrella Gamma
Virginis está representada por la catedral de Chartres (edificada en
1194), Alfa virginis por la catedral de Reims (1211); Épsilon Virginis
por Bayeaux (1206), Virginis 484 por Évreux (1248) y Zeta Virginis por
Amiens (1220). La distribución sobre el mapa es exacta, y esto viene a
sumar una incógnita más a las que de por sí acumula esta explosión de
arte gótico, enigmas arquitectónicos, astrológicos y alquímicos.
¿Qué nos quisieron decir sus constructores?. Ciertamente,
muchos investigadores suponen que detrás de ellas está el espíritu de
los Templarios, por lo cual el mensaje no responde sólo a las enseñanzas
vaticanas sino que hunde sus raíces en el Oriente. Pero estas
catedrales (de todas formas, puestas bajo la regencia de “Nuestra
Señora”, para más datos) perpetúan la enseñanza de que en ese lugar del
cielo hay algo de importancia. Virgo-Virgen. Así como los egipcios
suponían que en Orión estaba la entrada al Amenti, el reino de los
muertos… ¿la entrada a qué suponían esos antiguos cristianos se escondía
en la constelación de Virgo?.
Tengo
la sospecha de que la ubicación por parte de los hombres del Nilo de un
“mundo” para los muertos en un lugar específico del Cosmos sea quizás
el resabio del conocimiento, deformado a través de los milenios, de que
existen seres “sobrenaturales” (no necesariamente “muertos”, es decir,
seres de otro plano dimensional) que viven en otros puntos del universo.
Con lo cual el culto a la Virgen no sería, después de todo, mas que una
codificación simbólica, fuertemente emocional e impresa en el
Inconsciente Colectivo de la humanidad, para empujarnos, como una orden
proveniente del fondo de los siglos, a buscar a nuestros hermanos en ese
lugar del espacio cuando las condiciones estén dadas. Y las
“apariciones marianas”, ya sean “explosiones simbólicas” del
Inconsciente Colectivo o metamensajes enviados por una fuente
inteligente exterior, nos realimentan periódicamente con una carga
similar… conceptos todos sumamente peligrosos para el catolicismo, que
perdería así su “exclusividad”, si esto fuera cierto, con la “madre del
Señor” que no sería tal, después de todo. Casi, casi, como si un moderno
teléfono celular cayera en manos de indígenas bantués y éstos, porque
alguna vez le escucharon emitir extraños y maravillosos sonidos,
creyeran que es en sí una manifestación divina, cuando en realidad sólo
es una herramienta (cuyo funcionamiento se les escaparía por completo)
para comunicarse con algo muy distinto a “eso” que sostienen
reverentemente entre sus manos.
También
habría que preguntarse, ya casi fronterizos con una Ovnilogía
esotérica, si en realidad las “traslaciones espaciales” no se
efectuarían sin “tuercas y tornillos”, es decir, a fuerza de pura mente y
puro espíritu en lugar de máquinas habitables y sofisticadas
tecnologías. Si esto fuera cierto, es posible que las “bases de
lanzamiento” para el espíritu sean lugares donde la confluencia de
factores astrológicos (esa obsesión de los antiguos para comunicarse con
los dioses, siempre supeditados a determinadas fechas del año) con
edificaciones potenciadoras de facetas de nuestra personalidad que aún
no dominamos y apenas intuímos, sirvieran para “teletransportarse” en
esencia a otros mundos. A veces me pregunto, yo, que no soy católico
pero no puedo evitar sentir la “energía” de templos religiosos de toda
creencia, si mis sensaciones no son como las que preceden una cuenta
regresiva…
¿Y
si de pronto los seres humanos pudiéramos bilocarnos, o transportarnos
telepáticamente a otros mundos habitados a través de lugares y fechas
especiales?. Y si ciertas catedrales provocaran ese efecto, tan distinto
a aquél para el cual los sórdidos libros de Historia quieren hacernos
creer que fueron construídas?. ¡Qué golpe para la Iglesia Católica,
desplazada en un santiamén de su autoproclamado papel de intermediarios
con Dios a una cachonda NASA metafísica!.
Escribe Javier Sierra: “Según
un tratado fechado en el siglo I y llamado el Koré Kosmou, y
perteneciente a los llamados escritos herméticos, Isis dio cuenta a su
hijo Horus de cómo el dios de la sabiduría Toth reveló “los grandes
misterios del cielo” en una serie de libros que un día serían
descubiertos por los hombres. Aparentemente, el descubrimiento de esos
libros no se produjo nunca, pero bien es cierto que durante el dominio
árabe de Egipto y durante el Renacimiento corrió el rumor de que los
textos de Toth –al que los griegos llamaron Hermes– comenzaron a
circular en manos de iniciados. Es incluso probable que lo que
descubrieran los templarios en el solar del antiguo Templo de Salomón
fueran parte de esos libros, tal vez las célebres Tablas de la Ley de
Moisés, que él mismo pudo haber robado de Egipto antes del Éxodo.
Hipótesis aparte, uno de esos libros inspirados en los escritos de
Toth-Hermes se redactó precisamente en España. Nos referimos a un
tratado de magia conocido como Picatrix, fechado en torno al siglo XII, y
en el que su autor recoge un método para fabricar talismanes siguiendo
un complejo sistema de vigilancia de las estrellas. Los talismanes de
los que habla el Picatrix son mucho más que medallitas; se trata de
supertalismanes en forma de edificios y hasta de ciudades, que imitan
ciertas estrellas del firmamento para obtener de ellas todo su “poder”.
Su autor, Abul Kasim Maslama, propuso incluso edificar una ciudad que
tuviera en cuenta esas correlaciones con estrellas para elaborar así una
fabulosa fuente de poder”.
Ejercicio para el intelecto de mis lectores: consíganse un mapa del Vaticano y ya verán las conclusiones que pueden obtener.
Agreguemos aquí algo de mi propia cosecha: en mi ensayo “¿Fue Moisés yerno de Akhenatón y “esposo” de Tutankhamón?” (AFR
#20) cabe entroncar la posibilidad que plantea Sierra: si Moisés huyó
de Egipto llevándose ya las Tablas de la Ley, sería sencillo fabricar un
supuesto “encuentro con Dios” en el monte para hacer aparecer las
Tablas como algo original. Es posible, entonces, que Moisés, el egipcio,
supiera del origen extraterrestre de estos conocimientos y eligiera a
un pueblo derrengado y sin esperanzas para perpetuar una religión y, a
través de una etnia, una filiación cósmica. Pero el Jehová bíblico poco
parece tener que ver con Dios, es posible –y remito a ese ensayo– que el
“segundo Moisés”, el yerno del pastor, conociera un dios menor,
sangriento, llamado “Jehová” y lo entronizara, siendo absorbido como
símbolo y fetiche por el pueblo errante. La historia siempre la escriben
los vencedores: tanto es posible que el dios que se impuso no fuera el
Dios de Amor cósmico que intuimos (cabe preguntarse entonces: ¿a quién o
a qué estamos adorando?), como que el pueblo de Israel o, cuanto menos,
algunos de sus jerarcas a través de los tiempos, tengan conciencia de
esta “paternidad” interplanetaria más que sobrenatural y por razones más
que religiosas, cósmicas, sobrevivan en una pureza racial más propia de
especímenes en cuarentena o de… cadenas de experimentos genéticos con
fines últimos que se nos escapan.
La
jerarquía católica y la hebrea, ambas, deben conocer esta hilación, en
el caso, quizás improbable, quizás no, de que resulte ser algo más que
un delirio personal. Habría entonces un mutuo “pacto de silencio”, o,
tal vez, una extorsión recíproca que los conmina a ocultar estas
evidencias a ambas feligresías.
Creo
asimismo que la Iglesia (o, cuanto menos, muchos de sus cerebros)
conocen estas y otras implicancias. Saben sin duda que muchas de sus
prácticas tienen raíces egipcias como la elevación de la hostia durante
la misa, una práctica de los sacerdotes de Akhenatón, o el movimiento en
forma de la cruz de la misma simbolizando los cuatro puntos cardinales.
Otra similitud con el cristianismo es el uso del pez como símbolo, que
se usó en los días de Cristo. Véase el siguiente pasaje de tiempos
faraónicos: “Estamos ahora en el signo del Carnero, su opuesto es el
signo de Libra, un horizonte que representa la balanza. Pero cuando el
Sol se levante en el signo del Pez, el Pez será el signo del nuevo
evangelio y el signo que estará frente a él será el de la mujer virgen”.
En
el centro de la cámara subterránea o “cámara del caos” ubicada bajo la
Gran Pirámide se encuentra un foso conectado al Nilo. ¿Con qué objeto?.
Suponiendo que la pirámide y todo su sistema subterráneo de galerías
estuvo al servicio de iniciaciones esotéricas, podemos continuar
especulando que el ritual comenzaría con un baño purificador en el Nilo y
luego de superar diversas pruebas se llegaría a la cámara de la
iniciación. De aquí a vislumbrar el tardío bautismo por inmersión hebreo
–y el bautismo por agua asperjada del cristianismo– hay sólo un paso.
Claro que al masivo público ignaro que asiste a las representaciones
dramáticas del mundo espiritual que es toda liturgia –Catolicismo
incluido– le está vedado estos conocimientos reveladores, pues
conocimiento es igual a libertad, y quien es libre no necesita
intermediarios con la Divinidad.
No
estoy pensando en naves extraterrestres con escalerillas, ventanillas,
controles de mando y luces de posición. Estoy pensando en “naves” como
vehículos de pura energía o naturaleza espiritual, para seres que han
trascendido las limitaciones del cuerpo físico. Es en este contexto,
entonces, que la estrella de Belén es un OVNI. Alguna vez adscribí a la
idea astronómica de una conjunción planetaria, por otra parte, existente
en aquellas fechas. Hoy, pausadamente, releo este pasaje bíblico:
Mateo,
capítulo 2: “Y como fue nacido Jesús en Bethlehem de Judea en días del
rey Herodes, he aquí que unos magos vinieron del Oriente a Jerusalem,
diciendo: “¿Dónde está el Rey de los Judíos, que ha nacido?, porque su
estrella hemos visto en Oriente y venimos a dorarle. Y oyendo esto el
rey Herodes se turbó, y toda Jerusalem con él. Y convocados todos los
príncipes de los sacerdotes y los escribas del pueblo, les preguntó
dónde habría de nacer el Cristo. Y ellos dijeron: “En Bethlehem de
Judea, porque así está escrito por el profeta”. Entonces Herodes,
llamando en secreto a los magos, entendió de ellos diligentemente el
tiempo del aparecimiento de la estrella. Y enviándolos a Bethlehem,
dijo: “Andad allá, y preguntad con diligencia por el niño, y después que
lo halléis, hacédmelo saber, para que yo también vaya y lo adore”.
Obsérvese
que nadie más en el pueblo, entonces, había visto la “estrella”, y
evidentemente Herodes se extrañó porque nada sabía de este extraño
fenómeno. Esto invalida tanto la hipótesis del “meteorito” –ya que el
recorrido de los magos excede con mucho la duración de éste– como toda
otra hipótesis astronómica que no hubiera pasado desapercibida en una
época en que los fenómenos cósmicos eran muy tenidos en cuenta como
anunciadores de épocas difíciles. Así queda claro el aspecto “local” del
fenómeno; por ende su tamaño reducido y su baja altura de “vuelo”.
Como
ya vimos, el mismo Cristianismo le debe mucho a la cultura del Nilo. El
Nilo. Un río que, según los expertos, tiene tal talla e importancia y
atraviesa zonas tan desérticas que es geológicamente imposible que se
haya abierto cauce por sí mismo según se le conoce, puesto que en más de
mil kilómetros de tórrido desierto no recibe nuevos afluentes.
Seguramente, otro legado –ignominiosamente olvidado– de una cultura que
lo concibió como “canal” antes que aceptarlo como “río”. Una cultura
que, según cálculos detallistas, tuvo en su época de apogeo más oro que
el que en todos los siglos posteriores ha sido extraído de todas las
minas en todo el mundo, lo que sólo puede explicarse si además estos
geniales constructores hubieran sido poderosos y reales alquimistas. Un
pueblo que, a mi criterio, recibió influencia extraterrestre a
principios del advenimiento del primer faraón propiamente “humano”,
Menes I, también llamado “El tinita”, precedido por una casta de dioses y
semidioses gobernantes, hecho que ocurrió alrededor del año 3.000 A.C,
coincidentemente, la misma fecha que, en otro calendario (el 4 Ahau 8
Cumku del Bactum 13) fue señalada por los mayas como del comienzo de su
Era. Posiblemente seres de Sirio, con un líder llamado (o interpretado)
como Enoch. La Historia, sagrada o profana, no lo olvidó: mientras que
la Biblia nos habla de su profeta Enoch, quien habría existido entre el
3875 y el 3504 A.C. (el texto dice, específicamente, que vivió 365 años,
esto no puede ser otra cosa que un símbolo para expresar un mito solar;
el del Eterno Retorno), aun cuando leemos que Caín en tierras
desérticas (¿Egipto?) construyó una ciudad de ese nombre (la relación
Enoch = Sol supone que hubo una remotísima Heliópolis). Luego,
sobrevienen las leyendas que lo hacen constructor de la Gran Pirámide
(no físicamente, sino como “iniciador” de sus posteriores constructores,
por eso los egipcios llamaban a la Gran Pirámide “Pilar de Enoch”), y
se le devociona a través del Ciclo del Fénix (otra vez la imagen del
eterno Retorno) o Año de Años, un período de 1.461 años vinculado al
movimiento cíclico de la estrella Sirio. Sirio, conocida como “Sothis”
(“Perro”) entre los egipcios, un punto cósmico de tanta importancia que
ha sido perpetuado hasta en el Tarot (el Arcano número 18 muestra uno o
dos perros ladrándole al cielo). Y casualmente encontramos un Tenoch,
según la mitología mexica, como uno de los cuatro primeros hombres del
mundo, creado por los dioses luego de la muerte del Sol.
Re-Publicado por ANSHELINA, la Luz que llama a despertar
http://loqueheaprendidode.blogspot.com
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