martes, 21 de junio de 2016
¿Cómo sanar con la imposición de las manos?
En
uno de los últimos encuentros que tuve con mi Maestro, hablamos sobre
el arte de la curación, sobre la facultad de cada cual para convertirse
en sanador y de cuáles eran sus condiciones:
“Tan
solo hay un requisito indispensable para ser sanador: tener salud
suficiente. Si pretendes curar a alguien, has de partir de un cúmulo de
energía que exceda, es decir, vas a ofrecer un regalo, con lo cual, has
de estar completamente sano. Ya de por sí es bastante sospechoso el
pretender dar a otro algo de lo que uno mismo carece ¿no crees? ¿Qué
buscas entonces? ¿Reconocimiento por restablecer el funcionamiento
normal de un cuerpo? Cúrate primero tú, y luego céntrate en los otros.
Es como la advertencia que nos dan en los aviones sobre las
instrucciones de la mascarilla de oxígeno: póntela primero antes de
ponérsela a tu hijo de cuatro años. No hay nada más contraproducente que
realizar lo contrario: acabarás hiperventilando por el pánico y no solo
pondrás en riesgo tu vida, sino también la de tu pequeño. Gran lección.
Con la energía curativa es absolutamente igual.
Si
pretendes sanar a un hermano que sufre, dispones de dos herramientas
fabulosas y milagrosas, que puedes utilizar tanto con el prójimo como
contigo mismo en cada momento: las manos. Sé que eres maestro de Reiki, y
que conoces este instrumento, pero por favor, deja tu mente en blanco y
escucha lo que te quiero decir. Las manos son imanes, son iones de pura
fuerza. ¿Qué es lo que haces cuando te das un golpe, instintivamente?
Eso es, cubres tu parte dolorida con las manos. Ese instinto es natural y
curativo de por sí. Es llevar presencia y reconocimiento a la zona
dolorida, la parte que necesita ser tenida en cuenta. El principio por
el que operan los sanadores o curanderos es exactamente el mismo. Estás
diciéndoles: no temas, estoy aquí, te acompaño en tu proceso, tu cuerpo
te quiere decir algo, juntos lo vamos a escuchar. No hay medicina más
poderosa, y más al abasto de cualquiera. Pero como todo lo útil, de tan
cotidiano, lo olvidamos. El tacto, en nuestro ámbito de cultura, casi
siempre es sinónimo de sometimiento: el médico osculta un cuerpo como
cacharro que no funciona con guantes o palos de madera, o el policía nos
cachea por si ocultamos un arma o droga. Es decir, el tacto es el hijo
bastardo de la sospecha. Pero si lo que pretendemos es sanar al otro o a
uno mismo, lo que hemos de hacer es estar presentes en el proceso,
notar nuestro cuerpo, notar el cuerpo del otro. Solamente habitando
nuestra casa podremos hacer que el vecino tenga en cuenta la suya, baje y
la habite a su vez para evitar que entren los ladrones, que son la
neurosis y la enfermedad.
Así
que, no hay que dudar en ofrecerse a imponer las manos a quienes estén
dolidos, siempre que ellos así lo consientan. Medita durante ese
proceso, siente tu respiración y por supuesto, olvida querer sanar. Que
el proceso se haga solo. En Reiki utilizáis símbolos para protegeros y
potenciar este canal, como timbre que te da acceso a otra cámara, y al
que volvéis a llamar para salir de ella. El proceso es lógico y se ha de
tener en cuenta: impongamos las manos en nombre de la energía que
queramos, para ser su canal, en caso contrario, podremos estar dando
nuestra energía en el proceso de sanación, y dejar a la persona
pletórica y nosotros quedar abatidos hasta que recarguemos. Como un wifi
siempre disponible que obviamos para aportar la energía de nuestra
tarifa de datos telefónico: si la agotamos, hasta la siguiente factura
andaremos en precario. Es lo mismo.
Las manos sanan porque acompañan”.
Luis Miguel Andrés es profesor de filosofía y consultor personal
Twitter: @_LuuisMigueel_
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https://soyespiritual.com
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