martes, 11 de diciembre de 2012
EL ORIGEN DEL ÁRBOL DE NAVIDAD: EL ÁRBOL DE LA VIDA
10 de diciembre de 2012
FUENTE Benjamin Malik
Entender
al árbol de Navidad como el Árbol de la Vida nos ayuda a comprender
cómo nuestro cuerpo, nuestra energía, nuestra conciencia, nuestros
sistemas nerviosos y neuronales son un modelo de las ramificaciones y
los patrones fractales que existen en las venas de las hojas, los
troncos de los árboles, los ríos del planeta y la relación cósmica que
existe en el universo.
En esta nueva era de la
información hemos sido testigos de una revolución en la contracultura
espiritual de occidente. Los avances exponenciales de la ciencia, la
aproximación a filosofías orientales y las prácticas esotéricas han
develado información que ha ampliado el espectro de comprensión de
nuestra dimensión espiritual y han generado un amplio cuestionamiento en
los ritos y tradiciones que se popularizaron y se arraigaron en el
oeste del planeta. Nuestra concepción de la conciencia y nuestra entrega
de la fe son cada vez más críticas, por lo que algunas costumbres y
fiestas religiosas que antes considerábamos sagradas han perdido su
valor divino al observar que han sido impulsadas por una agenda
capitalista y consumista a través de sus celebraciones.
Tal
es el caso del festejo de la navidad para la religión cristiana, no
sólo por el hecho del mash-up religioso que existe detrás de su
celebración, sino por la costumbre de la decoración y presentación del
emblemático árbol de navidad. Pero en éste caso en específico, es
preciso conocer la historia detrás de la costumbre y su origen para
poder entenderla desde un ángulo diferente e inclusive continuar su
práctica a través de una diferente perspectiva.
El árbol de navidad moderno puede ser entendido como una representación del Árbol de la Vida.
En
la tradición pagana se conocían como árboles Yule, datan de siglos
antes de Cristo y por lo general eran pinos en arboledas que se
veneraban, como ala Gran Madre Tierra, al ser decorados con velas
colgantes. Los paganos llevaban los árboles y hojas a sus hogares con la
llegada del solsticio de invierno que se produce en el hemisferio norte
entre el 21 y 22 de diciembre. Los árboles simbolizaban el renacimiento
y la inmortalidad que se manifestaban en invierno, las luces del árbol y
adornos originalmente simbolizaban el sol, la luna y las estrellas. Las
decoraciones de los paganos en Grecia y Siria del árbol de Yule también
representaban las almas de los difuntos que se recordaban al final del
año y realizaban una entrega de regalos sagrados como ofrendas a las
deidades, Attis y Dionisio. Los romanos actualizaron ésta tradición en
invierno con la fiesta de Saturnalia, la cual fue adoptada por el
cristianismo y luego llamada Navidad.
Los
escandinavos creían en Yggdrasil, un Árbol de la Vida que conectaba a la
“tierra media” con el “bajo mundo” y el cielo. Los árboles que
conectaban mundos también se observaron en Mesoamérica incluyendo
sociedades de Izapa, los Olmecas y Aztecas. Los Mayas adoraban el árbol
de Ceiba, que funcionaba como un símbolo de los diferentes niveles en el
eje central dela Madre Tierra, al igual que la banda luminosa de
nuestra Vía Láctea.
El Árbol de la Vida apareció
en muchas sociedades alrededor del mundo. Los egipcios valoraban
especialmente a los árboles como símbolo de la victoria de la vida sobre
la muerte, y al igual que los paganos, llevaban los árboles a sus casas
durante el solsticio de invierno. Los asirios veneraban a un árbol
formado por líneas cruzando una serie de nodos que imitaban el sistema
eléctrico del cuerpo humano. Los armenios tallaban el árbol en las
armaduras de sus guerreros, dividiendo las ramas de igual forma en el
lado derecho como en el izquierdo para representar el balance.
El
Árbol de la Vida del Kabbalah tiene un orden de diez (a veces once)
esferas psíquicas llamadas Sephirot, que cuando se observa dentro de un
cuerpo humano, es similar al modelo yogi del Árbol de la Vida que se
representa por una compleja red de ramificaciones llamadas “meridianos”
(nadis en sánscrito) que canalizan pulsos de prana hacia los chakras y
éstos procesan la energía del cuerpo humano.
En
la alquimia se plasmaba El Árbol de la Vida con siete esferas,
estrellas, soles, flores y otros íconos místicos que asemejan los
chakras a lo largo de la espina dorsal. Y fue debajo del árbol Bodhi
donde Buda despertó a su propia naturaleza iluminada.
Entender
al árbol de Navidad como el Árbol de la Vida nos ayuda a comprender
cómo nuestro cuerpo, nuestra energía, nuestra conciencia, nuestros
sistemas nerviosos y neuronales son un modelo de las ramificaciones y
los patrones fractales que existen en las venas de las hojas, los
troncos de los árboles, los ríos del planeta y la relación cósmica que
existe en el universo. No somos diferentes al resto del mundo o al resto
del cosmos, vivimos en las ramas de una red energética que abarca el
continuo de tiempo-espacio. Nosotros los humanos tenemos acceso al poder
divino del Árbol de la Vida y éste hecho merece ser celebrado como
vida, renacimiento y conexión con nuestro árbol universal.
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