sábado, 13 de julio de 2013
DE: EDUARDO GALEANO... "ME CAÍ DEL MUNDO Y NO SÉ POR DÓNDE SE ENTRA"...
Eduardo Galeano
Periodista y escritor Uruguayo
Lo
que me pasa es que no consigo andar por el mundo, tirando cosas y
cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre
agregarle una función o achicarlo un poco...
No
hace tanto, con mi mujer, lavábamos los pañales de los críos, los
colgábamos en la cuerda junto a otra ropita, los planchábamos, los
doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar.
Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos
se encargaron de tirar todo por la borda, incluyendo los pañales. ¡Se
entregaron inescrupulosamente a los desechables!
Sí,
ya lo sé! A nuestra generación siempre le costó botar. ¡Ni los desechos
nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles
guardando los mocos en el pañuelo de tela del bolsillo.
¡Yo
no digo que eso era mejor. ¡Lo que digo es que en algún momento me
distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra!.
Lo
más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto. Lo que
pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el
celular cada tres meses, o el monitor de la computadora todas las
navidades.
Es
que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la
vida. Es más! Se compraban para la vida de los que venían después! La
gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, vajillas y hasta
palanganas.
El
otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en
toda la historia de la humanidad!...
Tiramos absolutamente todo. Ya no hay zapatero que remiende un zapato,
ni colchonero que sacuda un colchón y lo deje como nuevo, ni afiladores
por la calle para los cuchillos.
De
'por ahí' vengo yo, de cuando todo eso existía y nada se tiraba. Y no
es que haya sido mejor. Es que no es fácil para un pobre tipo al que lo
educaron con el 'guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo',
pasarse al 'compre y bote que ya se viene el modelo nuevo'.
Hay
que cambiar el auto cada 3 años porque si no, eres un arruinado!...
Aunque el coche esté en buen estado. Y hay que vivir endeudado
eternamente para pagar el nuevo!!!
Pero por Dios! Mi cabeza no resiste tanto.
Ahora
mis parientes y los hijos de mis amigos, no sólo cambian de celular una
vez por semana, sino que, además, cambian el número, la dirección
electrónica y hasta la dirección real... Y a mí me prepararon para
vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo
nombre... Me educaron para guardar todo. Lo que servía y lo que no.
Porque algún día las cosas podían volver a servir.
Sí,
ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos
podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso a las tradiciones)
guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del
segundo, las carpetas del jardín de infantes, el primer cabello que le
cortaron en la peluquería... ¿Cómo quieren que entienda a esa gente que
se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo?
¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente, no se valoran y se
vuelven desechables, cuando el primer cajón era para los manteles y los
trapos de cocina, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto
para todo lo que no fuera mantel ni cubiertos.
Y
guardábamos... ¡¡Guardábamos hasta las tapas de los refrescos!! los
corchos de las botellas, las llavecitas que traían las latas de
sardinas.
¡Y las pilas! Las pilas pasaban del congelador al techo de la casa.
Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que
vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida
útil en un par de usos.
Las cosas no eran desechables. Eran guardables.
¡Los
diarios! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de
goma, para poner en el piso los días de lluvia, para limpiar vidrios,
para envolver. ¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo
el diario pegado al trozo de carne o desenvolviendo los huevos que
meticulosamente había envuelto en un periódico el tendero del barrio!...
Y
guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para
hacer adornos de navidad y las páginas de los calendarios para hacer
cuadros y los goteros de las medicinas por si algún medicamento no traía
el cuentagotas, y los fósforos usados porque podíamos reutilizarlos
estando encendida otra vela, y las cajas de zapatos que se convirtieron
en los primeros álbumes de fotos y los mazos de naipes se reutilizaban
aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada
que decía 'éste es un 4 de bastos'.
Los
cajones guardaban pedazos izquierdos de pinzas de ropa y el ganchito de
metal. Con el tiempo, aparecía algún pedazo derecho que esperaba a su
otra mitad para convertirse otra vez en una pinza completa.
Nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Y hoy, sin
embargo, deciden 'matarlos' apenas aparentan dejar de servir.
Y
cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base,
las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas. Las
latas de duraznos se volvieron macetas, portalápices y hasta teléfonos.
Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa
belleza y los corchos esperaban pacientemente en un cajón hasta
encontrarse con una botella.
Y
me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y
los que preservábamos!... Me muero por decir que hoy no sólo los
electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la
amistad son descartables... Pero no cometeré la imprudencia de
comparar objetos con personas.
Me
muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la
memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. De la moral que
se desecha si de ganar dinero se trata.
No lo voy a hacer. No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo
perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne.
No
voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte en cuanto
confunden el nombre de dos de sus nietos, que los cónyuges se cambian
por modelos más nuevos en cuanto a uno de ellos se le cae la barriga, o
le sale alguna arruga.
Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares.
De
lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme
seriamente entregar a mi señora como parte de pago de otra con menos
kilómetros y alguna función nueva. Pero yo soy lento para transitar este
mundo de la reposición y corro el riesgo de que ella me gane de mano y
sea yo el entregado...
EDUARDO GALEANO
Publicado por:ANSHELINA, la Luz que llama a despertar
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