La Ley De La Atracción
2. Cómo trabaja la mente en la creación de nuestra realidad.
"Las
palabras, ya sean habladas o escritas, no parecen jugar ningún papel en
el mecanismo de formación de mis pensamientos. El lenguaje que parece
prevalecer en la articulación de pensamientos son ciertos símbolos e
imágenes que pueden ser reproducidas y combinadas a voluntad". Albert
Einstein
Aun
en esta era de mensajes instantáneos, correos electrónicos, "blogs",
"chat" y telefonía celular, la comunicación más importante es la que
ocurre en el interior de tu mente, porque de ella depende en gran parte
el éxito que experimentes en tu vida. Por esta razón es vital aprender
el lenguaje del cerebro.
Muchos
científicos han llegado a aceptar que las imágenes constituyen la mayor
parte del contenido de nuestro pensamiento. A pesar de que en él
existen las palabras y otros símbolos abstractos, la realidad es que
estas palabras y símbolos son expresiones que pueden convertirse en
imágenes. De hecho, la gran mayoría de las palabras que utilizamos en
nuestro diálogo interno, antes de expresar una idea de manera hablada o
escrita, existen sólo como una imagen sensorial en nuestra mente; una
representación visual, auditiva, odorífica, gustativa o táctil.
Debemos
tener en cuenta que las imágenes juegan un papel muy importante, tanto
en el logro de nuestras metas como en el condicionamiento de aquellos
comportamientos auto saboteadores que nos conducen al fracaso. Después
de todo, la ley de la atracción establece que las imágenes que están
grabadas en nuestra mente atraen irremisiblemente aquello que
representan. Si entendemos algunos conceptos básicos sobre el
funcionamiento del cerebro, y los poderes que residen en nuestro
interior, podremos utilizarlos para grabar en nuestra mente las imágenes
que reflejen aquello que deseamos atraer hacia nosotros. En las
siguientes secciones veremos algunos de estos poderes.
El cerebro piensa en imágenes y no en palabras
"Tú
nunca conseguirás alcanzar aquello que quieres... Tú solo lograrás
alcanzar aquello que puedas visualizar claramente. Zig Ziglar
Leíste
bien: "Nunca conseguirás tener aquello que quieres, sólo conseguirás
aquello que puedas visualizar". Quiero que pienses en esta idea por un
momento, porque cuando yo la escuché por primera vez, debo confesarte
que no le encontraba mucho sentido.
No
obstante, después de observar a aquellas personas que han logrado
materializar sus sueños y luego de hablar con muchas de ellas, me he
dado cuenta que todas tenían algo en común: una visión clara de lo que
querían alcanzar; habían creado una imagen precisa de sus sueños y sus
metas y podían visualizarse claramente logrando dichas metas.
Este
poder de la visualización desempeña un papel importante en el
funcionamiento de nuestra mente y en el proceso de construir mentalmente
aquello que deseamos atraer a nuestra vida. Estoy totalmente convencido
de que la fe en nuestro éxito, nuestro valor y habilidad para tomar
decisiones e identificar oportunidades, también dependen en gran medida
de la claridad con que podamos visualizar nuestras metas, sueños y demás
cosas que deseemos lograr.
La
visualización positiva no es más que la capacidad que todos poseemos de
crear una imagen mental clara de aquello que deseamos lograr, como si
ya lo hubiésemos alcanzado. Es un proceso que comienza con tu diálogo
interno. De acuerdo con el doctor Karl Pribram, director del
departamento de neuropsicología de la Universidad de Stanford, quien es
uno de los más reconocidos expertos mundiales en lo que respecta a las
diversas funciones del cerebro, el poder de los pensamientos, de las
ideas y, en general, de las palabras, radica en que éstas son traducidas
a imágenes antes que el cerebro pueda interpretarlas; imágenes que
tienen un gran poder sobre nuestras emociones, nuestras acciones y
nuestro organismo.
Cuando
lees la palabra AVIÓN y la repites, ya sea en voz alta o mentalmente,
tu cerebro no se limita a ver las letras A-V-I-Ó-N dibujadas con grandes
letras de neón en el telón de la mente subconsciente. Tu cerebro
visualiza o imagina un avión. Lo mismo sucede cuando repites cualquier
palabra que describe un objeto o una idea para la cual ya tienes un
equivalente visual guardado en tu subconsciente. Si pronuncias una
palabra cuyo significado ignoras, en un idioma que no dominas o que
escuchas por primera vez, tu mente no puede traducirla a ninguna imagen.
El
cerebro también puede dibujar imágenes mentales, independientemente de
si éstas tienen sentido o no. ¿Qué imagen dibujas en tu mente al leer
las palabras: elefante amarillo con alas rosadas?
Probablemente
no necesitaste más de unas décimas de segundo para convertir en una
imagen clara estas palabras, aunque conscientemente sepas que la imagen
como tal no tiene ningún sentido o no representa algo que exista en el
mundo real. No importa qué tanto quieras rehusarte a pensar en algo sin
sentido como esto; en el preciso instante en que permites que la
expresión llegue a tu mente, ella se encarga de traducirla a la que
considere la mejor imagen para representar dichas palabras.
La incapacidad del cerebro para entender la palabra "No"
Uno
de los descubrimientos más sorprendentes acerca del lenguaje mental es
que nuestro cerebro tiende a ignorar la palabra "no". Tú estarás
pensando: "¿Cómo es eso de que el cerebro no entiende la palabra no? Yo
entiendo la palabra no". ¡Claro! Lo que sucede es que como el cerebro
piensa en imágenes, cuando utilizas una expresión en la que se encuentra
la palabra "no", lo único que consigues es dibujar en la mente aquello
que se pretendía negar.
Es
posible que el siguiente ejercicio te permita apreciar mejor esto.
Quiero que te detengas un momento y visualices un árbol. Mientras lees,
piensa en un árbol cualquiera y obsérvalo claramente en tu mente. Deja
de leer por unos segundos mientras fijas esta imagen en tu mente. Ahora,
mientras continúas leyendo, trata de mantener esta imagen presente en
tu mente. Quiero que visualices frente a ti ese árbol verde y frondoso.
Concéntrate en sus ramas y hojas verdes.
Ahora,
quiero que no veas una manzana roja en ese árbol. ¡No veas una manzana
roja! Para asegurarte que estás bien concentrado, una vez que termines
este párrafo, cierra los ojos y concéntrate nuevamente en el árbol verde
y frondoso, teniendo mucho cuidado de no ver una manzana roja en él. No
veas ninguna manzana roja. Vamos cierra el libro y haz un esfuerzo.
¿Por
casualidad viste una manzana roja colgando del árbol? Seguramente que
así fue, ¿no es cierto? ¿Por qué sucede esto? Las instrucciones fueron
claras: ¡No veas una manzana roja!
Es
muy sencillo, puesto que el cerebro piensa en imágenes, él simplemente
se enfoca en la parte positiva de dicha orden y hace su imagen ignorando
la palabra "no".
Esto es evidente con los niños, que es con quienes más utilizamos esta palabra. Si un niño está gritando y le dices:
"No
grites", muy probablemente lo seguirá haciendo. Cuando le dices: "No
des portazos", es como si le hubieses dado una orden directa para que lo
haga.
Cuando
le dices a un niño: "no debes correr dentro de la casa", ¿qué imagen
dibuja esta orden en la mente del niño? Correr por la casa, ¿no es
cierto? Y éste es precisamente el comportamiento que deseas cambiar. Así
que en lugar de cambiarlo, inconscientemente lo estás reforzando en la
mente del niño, ya que estás ayudándole a mantenerse enfocado en esta
imagen. En lugar de decir eso di algo así como "quiero que camines
despacio cuando estés dentro de la casa". Esta nueva orden no sólo
dibuja una imagen totalmente distinta a la anterior, sino que le permite
al niño visualizar lo que tú deseas que ocurra. ¿Ves la enorme
diferencia que logra el diálogo interno adecuado?
Finalmente,
cuando estés practicando mentalmente algo que vas a realizar, no
utilices el "no", porque lo único que harás será reforzar la acción que
quieres evitar. Antes de entrar a una entrevista, cambia el "ojalá no me
ponga nervioso" por un "me siento calmado y seguro".
No permitas que tu diálogo interno se convierta en un obstáculo en tu camino hacia el logro de tus sueños.
¿De
qué nos sirve esto? Para empezar, cuando estés fijando tus metas, evita
utilizar la palabra "no". Si una de ellas es dejar de fumar, deja de
decir "no quiero fumar más", porque tu cerebro sólo escuchará, "quiero
fumar más y creará imágenes donde te veas fumando.
Utiliza
los términos y las palabras que dibujen las imágenes de los resultados
que deseas obtener. En lugar de decir, "no quiero fumar más puedes decir
algo como "gozo de una salud óptima; amo tener mis pulmones limpios y
poder respirar profunda y fácilmente".
¿Te
das cuenta de la enorme diferencia que hay en las imágenes que creas en
tu mente cuando lees y pronuncias estas palabras? Y cada vez que lo
digas será más fácil visualizarlo.
Recuerda,
tú no atraes aquello que quieres; tú atraes aquello que puedes
visualizar claramente, y esta visualización es el resultado de utilizar
el lenguaje correcto y crear en tu mente la realidad que deseas
experimentar.
En
cierta ocasión, un participante en uno de mis seminarios me preguntó:
"¿Pero, cómo puedo decir eso si aún no he dejado de fumar?" No importa,
le respondí, si lo comienzas a decir con convicción y entusiasmo,
comenzarás a crear en tu mente una nueva imagen mental -una nueva
realidad-; estarás reprogramando tu subconsciente con un nuevo comando.
Pronto verás como tu mente comenzará a ayudarte a que tu realidad
exterior sea consistente con tu nueva realidad interior y con las metas
que te hayas propuesto.
El poder de las imágenes mentales: ¿Ficción o realidad?
Si
las imágenes que tus palabras forman son parte del mecanismo que tu
mente utiliza para atraer aquello que será parte de tu vida, como lo
sugiere la ley de la atracción, tiene sentido descubrir que tanto es
ficción y que tanto es realidad.
Diversos
estudios han demostrado que las imágenes que formamos en la mente son
tan poderosas que fácilmente logran provocar respuestas en el organismo.
El origen de este fenómeno fue descubierto por Steven la Berge, doctor
en psicología de la Universidad de Stanford, quien dirigió un gran
número de experimentos que demostraron que una imagen en la mente activa
el sistema nervioso de igual manera que lo haría llevar a cabo la
acción correspondiente.
La Berge
demostró que el cerebro era incapaz de distinguir entre una experiencia
real y una experiencia vivamente imaginada. En otras palabras, si
piensas en cualquier cosa y logras asociar con este pensamiento imágenes
sensorialmente ricas en color, sabor, olor y emociones, tu sistema
nervioso y tu cerebro no logran discernir si lo que estás experimentando
está sucediendo en realidad o simplemente lo estás imaginando. Para tu
mente es como si fuese realidad, así sólo lo estés imaginando.
John
Roger, autor del libro: Usted no puede darse el lujo de tener un
pensamiento negativo, utiliza un ejemplo bastante interesante para
ilustrar este punto, y quiero pedirte que sigas por un momento este
ejercicio para que puedas apreciar el poder que un pensamiento puede
tener sobre ti.
Varios
estudios científicos han comprobado que existen conexiones directas
entre la parte del cerebro donde guardamos imágenes mentales y la del
sistema nervioso que controla actividades involuntarias como la
respiración, el ritmo cardíaco y la presión arterial. Nuestro sistema
nervioso, a su vez, está conectado con ciertas glándulas como la
pituitaria -glándula responsable de la producción y liberación de
hormonas que actúan en diferentes partes del cuerpo-, lo cual significa
que una imagen puede, potencialmente, impactar a todas las células de
nuestro cuerpo.
Por
ejemplo, quiero pedirte que en la medida en que leas este párrafo,
pienses en un limón, quiero que lo visualices y lo dibujes en tu mente
lo más claramente posible. Busca asociar todo tipo de sensaciones con
esta imagen. Si es necesario, para de leer por unos instantes para
tratar de construir la mejor imagen mental de un limón que te sea
posible. Trata de evocar su olor, textura y sabor. Dibuja en el telón de
tu mente la imagen más clara que puedas tener de este limón.
Ahora,
imagínate tomando un cuchillo y cortando este limón en dos mitades.
Visualízate sacando las semillas del limón con la punta del cuchillo.
Tómalo, llévalo cerca de tu nariz y aspira el olor de ese limón recién
cortado. ¿Puedes olerlo? Finalmente, quiero que te imagines exprimiendo
todo su jugo en tu boca y mordiendo su pulpa.
No
sé que te esté ocurriendo en este preciso instante, pero si realizaste
el ejercicio, visualizando lo que te estaba describiendo, es posible que
hayas experimentado la respuesta de tus glándulas salivares ante esta
imagen.
¿Ves?
Tus glándulas salivares responden a este pensamiento de un limón tal
como si la acción descrita hubiese ocurrido. Este simple pensamiento ha
ocasionado una respuesta fisiológica en tu organismo que para tu mente
subconsciente tiene sentido, ya que la saliva producida tiene como
objetivo neutralizar el ácido que contiene el limón. Esto demuestra que
tu mente ha sido incapaz de reconocer que las imágenes que está
procesando no representaban un hecho que estuviese ocurriendo sino que
eran simplemente un hecho imaginario.
De
la misma manera, si tienes hambre y piensas en un suculento plato de
comida, tu estómago responde segregando jugos gástricos tal como si
estuvieses comiendo. Ni siquiera necesitas ver la comida o percibir su
olor para que esto suceda; el simple hecho de pensar en ésta hace que tu
cerebro actué produciendo los ácidos gástricos que ayudarán a
digerirla, lo que quiere decir que ha sido incapaz de reconocer que lo
que está procesando es sólo una imagen y no la comida en si.
Seguramente,
alguna vez has visto en una película de suspenso o de terror una escena
en la cual un asaltante está a punto de atacar a otra persona. El
cerebro te pone a ti en medio de esta situación que, de hecho, ya es
rica en estímulos sensoriales puesto que la estás viendo y oyendo y no
tienes que imaginarla. Tu cerebro envía mensajes a tu organismo que te
hacen reaccionar como si en realidad estuvieses en medio de esta
situación. De repente, tus manos comienzan a sudar, palideces y hasta el
ritmo cardíaco puede subir. Así que como ves, las imágenes mentales
tienen un gran poder de sugestión.
En
otro estudio, se les pidió a un grupo de personas que imaginaran que
iban a caminar del punto A al punto B, en una calle conocida por ellas.
En este experimento, los participantes cerrarían los ojos, caminarían
mentalmente dicho tramo; al llegar al punto B dirían "ya llegué" y
abrirían sus ojos. A una parte del grupo se le pidió que imaginaran que
iban a caminar dicho tramo cargando una bala de cañón en las manos,
mientras que al segundo grupo se le pidió que caminaran la misma
distancia cargando un libro.
Aunque
parezca difícil de creer, el primer grupo tardó mucho más tiempo en
recorrer mentalmente aquella distancia. ¿Por qué? El peso irreal de la
bala de cañón que imaginaron cargar a lo largo de aquel tramo, les había
hecho caminar mucho más lentamente que al segundo grupo. Lo interesante
es que ellos no recibieron instrucciones para caminar más despacio ni
tenían por qué haberlo hecho. Hubiesen podido optar por caminar
normalmente o más rápido, pero su mente procedió de la única manera
posible ante el hecho de cargar una pesada bala de cañón.
Todos
estos ejemplos son señal de que tu cerebro ha sido incapaz de entender
que éstas no han sido vivencias reales sino únicamente situaciones
imaginarias.
Lo
que quiero que entiendas de todos estos ejemplos es que tu cerebro
piensa en imágenes y este poder de transformar las palabras en imágenes
que logran afectar tus funciones fisiológicas, tus emociones y tus
acciones, lo puedes utilizar para edificar tu éxito o para construir tu
fracaso. Funciona igual de bien tanto para lo uno como para lo otro.
Los
resultados de estos experimentos nos ayudan a entender de dónde
proviene el poder del cual habla la ley de la atracción. Pero también
nos presenta una importante responsabilidad, el prestar atención a las
imágenes que puedan estar dibujando las palabras que utilizamos.
Recuerda que tu diálogo interno puede convertirse en tu mejor aliado o
en tu peor enemigo.
Cuando saboteamos nuestro éxito con nuestro propio diálogo mental
La
persona promedio habla consigo misma, ya sea mentalmente o en voz alta,
un total de catorce horas diarias. ¿Te puedes imaginar esto? Más de la
mitad del día estás hablando contigo mismo. Virtualmente, durante
cualquier actividad externa que realices, tu diálogo interno nunca se
detiene. Este eterno diálogo mental entre tu consciente y tu
subconsciente ocurre mientras conduces tu automóvil, cuando estás
trabajando o descansando, comiendo, hablando, escuchando e, inclusive,
durmiendo.
Siempre
estás analizando el resultado de algo que hayas hecho con anterioridad:
estás preguntándote que vas a hacer más tarde, revisando tus metas,
juzgando y formándote opiniones de otras personas o criticando tu propio
comportamiento.
Hablar
con uno mismo, meditar, reflexionar, cavilar o cuestionarse, es una
forma de programar y reprogramar nuestra mente, de afirmar nuestros
valores, de establecer creencias o ideales acerca de diferentes
situaciones o personas, o de formar opiniones acerca de nosotros mismos,
de nuestro potencial o de nuestras debilidades.
Puesto
que ese diálogo interno es el mecanismo mediante el cual programamos
nuestra mente, y creamos la imagen mental del futuro que deseamos
edificar, tiene sentido el prestar atención a lo que estamos haciendo
con esas catorce horas diarias de diálogo mental. Sorprendentemente,
varias investigaciones han mostrado que más del 80% de este diálogo
interno es negativo, pesimista, contraproducente y, seguramente, nos
impide utilizar nuestro verdadero potencial.
Leíste
bien, la gran mayoría de nosotros se encarga de sabotear su propio
éxito con su diálogo interno. ¿Cómo? Muy fácil; estudiantes que van a
presentar un examen o una prueba con la seguridad de que no la van a
aprobar; personas que se presentan a una entrevista de trabajo con la
absoluta certeza de que no serán aceptados; vendedores que visitan a sus
clientes para presentarles un nuevo producto, pero inconscientemente
están seguros que serán rechazados.
Tan
absurdo como pueda parecer, muchas personas emplean gran parte de su
día pensando en cientos de problemas que aún no han sucedido, pero
pueden llegar a suceder, repasando mentalmente sus debilidades,
recordando errores pasados y caídas, ensayando una y otra vez los
fracasos que desesperadamente buscan evitar, o peor aún, interiorizando
falsas creencias acerca de su propio potencial. Es increíble que tantas
personas sean víctimas de este comportamiento irracional. Emplean casi
la mitad de su día propinándose penosos castigos mentales que lo único
que logran es mantenerlas atadas a la mediocridad de la cual quieren
salir.
Recuerda
que la ley de la atracción estipula que atraeremos hacia nosotros todo
aquello en lo que concentremos nuestro pensamiento de manera constante y
persistente. ¿Qué podemos atraer hacia nuestra vida si el 80% del
tiempo lo dedicamos a enfocarnos en nuestras caídas, debilidades y
temores? Curiosamente, gran parte del auto sabotaje ocurre de manera
inconsciente. No lo hacemos porque deseemos hacernos daño. Es más, en
muchas ocasiones es el resultado de buenas intenciones.
Un
ejemplo sobre cómo nuestra mente puede convertirse en nuestro peor
enemigo es observando lo que sucede habitualmente cuando estamos
empeñados en que algo salga excepcionalmente bien. Generalmente,
comenzamos a pensar en lo que tenemos que hacer para que todo salga bien
y, de paso, pensamos en todo lo que no debemos hacer. Lo curioso es que
entre más pensamos en lo que no debemos hacer, más fuerza gana esta
imagen en nuestra mente. Es como si entre más dijéramos "no podemos
equivocarnos en tal cosa", más nos visualizáramos equivocándonos. De
repente nos invade el pánico ante la inminente posibilidad de
equivocarnos, que ahora aparece más real que nunca.
Es
común ver éste comportamiento entre aquellos que deben hablar frente a
un grupo de personas, especialmente si es de manera inesperada. Hablar
en público es uno de los mayores temores de la persona promedio. Tanto
es así que para muchos, el hacerlo, se encuentra más arriba que el temor
a la muerte en su lista de miedos ¿Te puedes imaginar esto? Ellos
aseguran que preferirían morir antes de tener que hablar en público. No
es una exageración; trata de obligarlos a hablar en público y te darás
cuenta del temor tan aterrador que les produce esta idea. Su estado
mental cambia instantáneamente, comienzan a sudar, se les aceleran los
latidos del corazón, se les debilitan las piernas al punto que muchos de
ellos llegan a desmayarse.
En
cierta ocasión, en una de mis conferencias sobre la comunicación
efectiva, le dije a la audiencia que en unos minutos iba a escoger a una
persona para pasar al frente del escenario a hablarnos sobre lo que
hacía en su trabajo. Después de unos minutos comencé a caminar hacia
ellos, pretendiendo buscar al afortunado voluntario que tendría que
hablar ante las 600 personas que se encontraban presentes. Después de un
momento, paré la búsqueda y anuncié que no llamaría a nadie y que mi
verdadero propósito era que analizáramos las reacciones iniciales que
experimentaron en su mente cuando hice el anuncio.
Algunas
personas confesaron estar felices de poder participar y hasta
levantaron la mano para que los escogiera a ellos. Sin embargo, muchos
confesaron que habían comenzado a rezar para que no fueran ellos las
víctimas; algunos experimentaron tal estado de pánico que llegaron a
pensar en retirarse del salón, inventarse una salida repentina al baño o
esconderse bajo la mesa.
A
estas personas les pregunté: "¿Qué pasó por tu mente cuando hice aquel
anuncio?" Algunos de ellos me confesaron que inmediatamente después de
haberlo escuchado, ya habían construido imágenes en su mente en las que
veían sus piernas temblando, sus manos sudorosas y sus rostros pálidos.
Se veían hablando incoherentemente ante 600 extraños, olvidando hasta su
nombre sin encontrar cómo articular la más sencilla de las ideas.
Algunos
describían cómo, entre más se repetían a sí mismos "¡no me van a
temblar las piernas! ¡No me van a temblar las piernas!, más veían sus
piernas temblando. Y de esta misma manera, millones de personas sabotean
cada día sus posibilidades de éxito. Sin quererlo, visualizan todo lo
que puede salir mal, que es precisamente lo que quieren evitar. Pero
entre más piensan en ello, más reales se vuelven estas imágenes. De
repente, comienzan a escuchar voces internas que les dicen: "¿Qué vas a
hacer? ¿Se te olvidó lo pésimo que eres hablando en público? ¡Vas a
hacer el ridículo! ¿Has olvidado aquella ocasión en que tu mente se
quedó en blanco y por poco te desmayas?" Todas estas imágenes, producto
de su diálogo interno, no sólo no les permiten hacer un buen trabajo,
sino que reafirman aún más profundamente la idea de que no sirven para
hablar en público.
No
sé si te has encontrado alguna vez en una situación similar, cuando
debido al diálogo interno errado, tú mismo te has encargado de poner en
tu mente programas mentales que te limitan, te paralizan y te hacen
sentir incapaz. El resultado de este círculo vicioso es por lo general
una pobre autoestima y la atracción de todo aquello que buscábamos
evitar.
Así
que vale la pena detenernos a pensar qué clase de imágenes estamos
dibujando en nuestra mente y en la mente de los demás con nuestro
diálogo interno y externo.
Si
le decimos a un niño que es "un fracasado" o "un bueno para nada", ¿qué
clase de imágenes formará este niño en su mente? y, más importante aún,
¿cómo lo afectarán dichas imágenes? Muchos padres prestan poca atención
a esto sin pensar que sus palabras son órdenes que tienen la capacidad
de programar la mente de sus hijos. Así que mantén siempre presente la
relación palabra-imagen, porque esta relación te afecta y muchas veces
puede ser la semilla de una pobre autoestima.
Muchas
personas generan imágenes internas de fracaso y escuchan voces
interiores que les recuerdan constantemente sus debilidades; dos
procesos mentales que los conducen por adelantado al fracaso porque los
obligan a visualizar precisamente lo que no desean.
¿Ves
los efectos tan devastadores que pueden tener estas imágenes que
nosotros mismos hemos creado con nuestro diálogo interno? Esta es quizás
una de las consecuencias más significativas de la ley de la atracción:
aquellas expectativas que nos encargamos de formar en nuestra mente
terminan siendo profecías hechas realidad.
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