martes, 12 de junio de 2012
Mi Vida con Amor I - Maia
“La rosa es el libro que todos llevamos
dentro “Amor”, y al igual que la rosa
representa al Amor, éste nuestro libro,
es el Amor que todos hemos puesto en
él, representado en la Rosa.”
En nombre de JESÚS EL CRISTO (PRÍNCIPE
SANANDA). El amigo de todos y con todo el cariño, os recomiendo que leáis con amor éste párrafo:
“Deseo
que todos los que puedan recibir esto o tener noticias de ello algún
día, comprendan bien que Yo no soy y nunca fui un Ser Especial creado
por Dios, distinto al resto de la humanidad. Es verdad que había hecho
esfuerzos previos conscientes, y había llegado mucho antes de la
encarnación en la que gané la Vida Eterna. La experiencia que escogí
hace dos mil años fue para dar el ejemplo que cada individualización de
Dios debe seguir tarde o temprano.
Insisto amado
Hijo de Dios, en que me veas como a un Hermano Mayor, uno contigo.
Cuando dejé la palabra: “YO SOY con vosotros siempre la Presencia YO
SOY, que soy y que vosotros sois, es UNA”. Por lo tanto, ¿no ves cómo
“YO SOY contigo siempre”? Medita esto profundamente y trata de sentir su
realidad.
RECONOCIMIENTO
Con
todo mi amor y gratitud a mi hija Elisabet, pues gracias a ella y a
través de su dolor, llegué a descubrir un camino hasta entonces
desconocido para mí. Sin ella no habría sido capaz de hallar la puerta
que tanto busqué y que encontré por fin. Ella ha sido el canal verdadero
y principal mediante el que he podido hablar, abrazar y amar a esos
Seres de Luz, tan llenos de Amor para todos.
Todo
mi amor y gratitud también para Noika (Noki para los amigos). Un futuro
Gran Maestro al cual debo mucho de lo aprendido. Los que le conocemos y
tratamos hemos llegado a quererle como a uno más de la familia, al
igual que a todos los que han ido viniendo para darnos su Amor y su Luz.
Mi
amor y gratitud asimismo para mi familia, con la que compartimos todo
este nuevo mundo. Sobre todo a mi marido por su paciencia, ya que aún
sin comprender ciertas cosas, está siempre a mi lado intentando ver la
Luz a través del Amor que aquí se respira.
Mi Amor va con todos.
MAIA
DEDICATORIA
Dedico este libro con todo mi amor y gratitud:
A los Maestros Ascendidos, a los que mucho les debo por su atención y gran Amor.
A
un Ser muy especial (aunque todos ellos lo son), a Saint Germain, del
que he recibido tanto Amor, siendo uno de mis principales guías, estando
conmigo desde hace ya tres reencarnaciones seguidas, dándome continuo
amor y protección.
Al Maestro CHA-ARA por todo el cariño y tierno Amor que desprende su Ser.
Al Maestro KUTHUMI por su Amor y humor especial que, al parecer, tenemos en común allá, en el otro lado.
Al Maestro PRÍNCIPE SANANDA (JESÚS EL CRISTO), por su gran Amor y entrega, quién prefiere que le llamemos Amigo.
Con todo el amor de mi Ser.
MAIA
PRÓLOGO
Empecé
a escribir sin saber como podría narrar una serie de hechos que habían
sucedido y aún continúan dentro de mi familia y que han supuesto unos
cambios importantes en nuestra forma de actuar y de pensar.
No
somos en absoluto los únicos que nos hemos visto envueltos en estos
sucesos. Por suerte hay ya muchas personas a las que les están
ocurriendo cosas similares. Es por eso que me aconsejaron que escribiera
este libro.
Pensé que sería más fácil. Era realmente uno de mis sueños, pero no podía figurarme que iba a ser algo así.
En ocasiones se pierde el hilo del relato y algunas explicaciones no son fáciles de entender.
Es
difícil. En una novela u otro relato de ficción, puedes manejar a los
protagonistas a tu antojo, haciéndoles ir y venir por donde te apetece,
pero esto es diferente, estos son hechos reales en los que, de alguna
manera, todos estamos implicados.
Mi lenguaje es
sencillo, llano y sin experiencia. Es por eso que he puesto un gran
interés y empeño en hacerme entender a fin de reflejar lo mejor posible
todo el Amor recibido, al igual que la Luz. Esa es mi misión: dar Luz y
Amor a todos, para ayudar así a despertar de tan largo sueño a todo
aquél que se lo proponga sin temor alguno.
COMENTARIOS
Mis
primeros contactos con esta nueva realidad se dieron por desesperación,
buscando a alguien que pudiera ayudar a mi hija. Tras haber probado con
diferentes especialistas, fui a un curandero. Ese fue el principio de
todo.
Que recuerde no había oído antes hablar del Amor Universal que componemos todos.
Aprovecho
para mostrar mi agradecimiento a todas aquellas personas que han
intervenido en esa primera etapa, ayudándonos en todos los sentidos:
A
Manoli, al Sr. Francisco, a Montse, a Josefina por su gran interés,
deseándole que encuentre por fin esa puerta que tanto busca y que tiene
tan cerca aunque aún no la haya sabido ver. Al Dr. Adrián, a Akali-Sun
con todo mi cariño, y a Maite y su marido, esos seres especiales tan
llenos de amor.
Os llevo a todos en mi corazón,
ya que sin vosotros no hubiera sido posible seguir el camino hacia el
despertar, camino que todos tenemos que hacer tarde o temprano. Por todo
ello aprovecho esta ocasión para transmitiros un fuerte y a la vez
tierno abrazo, con todo mi amor y en nombre de todos:
Mª Teresa (como me conocéis aquí)
Maia (que es mí Ser).
UNO
Elisabet
siempre fue una niña muy alegre y activa, con muchas ganas de jugar y
que reflejaba siempre su energía como un torbellino por todas partes.
Siempre ha sido la alegría de nuestro hogar.
A
los seis años empezó a quejarse de dolor en las piernas y las rodillas.
La llevamos al traumatólogo, quien al ver las radiografías dijo que era
cosa del crecimiento, que no había que darle demasiada importancia y así
lo hicimos. El dolor seguía, pero siguieron sin darle importancia.
En ocasiones los dolores eran tan intensos que la dejaban paralizada allá donde se encontrara.
Pasaban
los años y la niña seguía quejándose. También los profesores. Al
sentirse incomprendida se fue apartando y aislando de sus amistades y
juegos.
Vi que tenía problemas de jaquecas muy
fuertes. La llevé al neurólogo que le hizo una serie de pruebas para
intentar diagnosticar esas jaquecas. Se inclinaba por la herencia
familiar y me recomendó que la llevara a la psicóloga del centro, para
que pudiera estudiar más a fondo su caso, al tiempo que le darían unos
ejercicios de sofrología para que ella misma pudiera controlar el dolor
cuando este apareciera.
Pareció funcionar durante algún tiempo, pero poco ya que el dolor persistía en piernas y rodillas.
De
nuevo a vueltas con médicos, radiografías, análisis y faltando
continuamente al colegio. Los resultados parecían estar bien con lo que
no encontraban ningún motivo para los dolores. Todo parecía estar
provocado por ella misma, por algún problema familiar o escolar.
Pasaban
los días y ella cada vez estaba peor, con el ánimo por los suelos. La
oía quejarse desgarrándose de dolor y sabía que ese dolor no era
fingido. No quería darme por vencida aunque no sabía que podía hacer. Si
de verdad era algo mental, porque alguien no me daba una solución y se
limitaban a decirme que no le hiciera caso. Estaba desesperada. Hubo
momentos en los que temí que hiciera un disparate al no sentirse
comprendida por nadie.
Poco a poco fue
encerrándose en su habitación pues no podía andar ni con muletas.
Mientras ella se recluía en casa yo permanecía a su lado intentando
animarla, igual que todos.
Un buen día comenzó a
decir que “veía cosas y oía voces”. En un primer momento no le hice
demasiado caso, pensando que tal vez se trataba de pesadillas. Esto no
le gustó mucho puesto que pensaba que no la creía. A veces tenía mis
dudas, llegando incluso a pensar que a lo mejor era cierto lo de que
fingía su mal. Llegué a vigilarla a escondidas para comprobar si cuando
estaba sola se comportaba con normalidad. Mis dudas se despejaron por
desgracia, cuando pude ver como se arrastraba para poder ir al baño. Fue
muy duro pero suficiente para seguir luchando y encontrar como fuera a
alguien que pudiera ayudarla a superar su problema.
Como no podía ir al colegio, conseguí que viniera un muchacho a darle clases a casa.
Al
pobre chico se le desencajaba la cara cuando la oía gritar de dolor y
que no se podía hacer nada por ella. Ni siquiera el medicamento le hacía
efecto. Él se iba de casa más enfermo y afectado que nadie.
Precisamente
uno de esos días en los que estaba dándole clase, mi hija tuvo unos
dolores más fuertes de lo habitual, hinchándosele las piernas y con los
bultos de las rodillas más dilatados que de costumbre. La llevamos a
urgencias de un sitio en el que no habíamos estado nunca. Le
diagnosticaron “reuma infantil” que por lo visto, era bastante
frecuente. La dejaron ingresada para someterla a más pruebas, dándole
una aspirina cada seis horas ininterrumpidamente. Nada más podía hacerse
por el momento.
Los resultados de las pruebas
eran como siempre satisfactorios. No había nada que pudiera explicar los
dolores, por lo que llegaron de nuevo a la conclusión de que la niña
los provocaba para llamar la atención por algún motivo que
desconocíamos. ¡Todo se vino abajo! Me la devolvieron a casa sin llegar a
saber que tenía. La pusieron a régimen, teniendo que volver cada mes
para controlarle el peso, puesto que al no llevar una vida más o menos
normal, estaba bastante obesa.
Debía llevar un
dietario en el que registrar lo que comía cada día y lo que sentía: si
estaba de buen humor, de mal humor… Eso me gustó. Así tendría algo de
intimidad para recrearse escribiendo.
Ella se
preguntaba que si todo lo provocaba ella misma porqué no podía ella
misma quitárselo. Como iba ella misma a provocarse un dolor tan grande
pudiendo llamar la atención de mil formas diferentes…
-“La
atención, ¿de qué?” -decía- “si yo lo único que quiero es ser como los
demás. Quiero correr, bailar, ir de excursión, salir con mis amigas…
¡Que me hagan lo que me tengan que hacer! ¡Que me operen si tienen que
operarme! ¡Quiero ser normal!”
-“¿Porqué nadie me cree? Si tengo que seguir así prefiero morirme. Por lo menos no haré sufrir a nadie…”
Fueron
momentos desesperantes. Pedí al cielo que me ayudara a encontrar un
camino, una luz, algo que pudiera hacer para animar a aquella criatura.
Pedí para mí su dolor. Sólo era una niña que quería vivir como los
demás. No era lógico su sufrimiento. No podía entenderlo.
DOS
Un
día, al ir a por el pan como siempre delante de mi casa, vi que al lado
de la panadería estaban instalando una herboristería. En el escaparate
había un cartel que anunciaba el consultorio de un curandero. No le dí
demasiada importancia, puesto que no dejaron buenos recuerdos en el caso
de alguno de mis familiares. Aunque los hay con buena intención, nunca
sabes cual de ellos es.
Sentía curiosidad por
saber si podría funcionar con la enfermedad de mi hija. Tras varios días
de dudas, entré por fin para informarme sobre él, dejando claro por
adelantado que no creía en esas cosas. Me convencieron y fui como una
persona más que busca solución para sus problemas. ¿Qué podía perder si
no me convenía? Sólo el dinero de la visita. Tenía que probar.
El
día de la cita, nos hicieron pasar a su despacho. Al mirar a la niña vi
reflejada la preocupación en su rostro. Nos preguntó por el motivo de
la visita y le expliqué toda la historia. Volvió a preguntarle el nombre
apuntándolo en una hoja de papel y haciendo como si contara. Le colocó
los dedos en unos puntos determinados explicando que “le estaba haciendo
una radiografía”. Yo me sorprendí un poco pero no dije nada. Hizo que
se estirara en una camilla para revisarle todos los huesos del cuerpo y
me hizo ver la diferencia que había entre una pierna y otra, unos ocho
centímetros. Yo le dije:
-“Debe ser que la tiene encogida por estar boca abajo”
Hizo
que la tocara y le estirara la pierna. Tenía razón. ¿Cómo es posible
que nadie se hubiera dado cuenta hasta entonces? Pregunté a que era
debido y me contestó que el nervio o tendón se estaba secando por falta
de elasticidad, lo cual le provocaba tremendos dolores aunque nada
quedaba reflejado en las radiografías y análisis.
Volvió
a mirarla y le hizo estiramientos de todos los huesos, oyéndose tanto
que pensé que se los iba a sacar de su sitio. El diagnóstico final fue
“artritis aguda inflamatoria”, curable con un poco de paciencia por
parte de todos. Me dio unos medicamentos naturales y me dijo que
volviéramos al mes siguiente, que ya habríamos obtenido algún resultado.
Me aconsejó que la llevara rápidamente a casa pues al relajarle los
huesos iba a darle mucho sueño, y que durmiera todo lo que necesitara.
Y
así fue. Durmió casi todo el día quedándose muy tranquila. Dí gracias a
Dios por su ayuda, ya que me pareció que era la respuesta que llevaba
esperando desde hacía tanto tiempo.
A los quince
días ya empezaba a valerse por sí misma aún con ayuda de las muletas.
Cuando volvimos al mes siguiente, le cambió la medicación y dijo que la
encontraba mejor. Parecía que por fin se abría una puerta de esperanza a
nuestro problema. Mi hija empezaba a hacer sus propios planes y a salir
un poco más a la calle, aunque aún le costaba. Tuvo que renunciar a
muchas cosas y se rompió parte de su niñez. Sé que hay muchos niños con
problemas similares o más graves, pero yo viví este, al igual que otras
madres viven el suyo haciendo tanto o más que yo para terminar con un
problema que arrastra a toda la familia a una angustia sin fin.
Dado
el cambio sustancial experimentado por mi hija, volví al hospital donde
la habían tratado para quejarme y mostrar mi desacuerdo con el
diagnóstico que allí le habían hecho. Suponía que podían haber
investigado más a fondo de haberlo querido hacer. Allí disponían de
medios técnicos y humanos suficientes como para haber sabido que
aquejaba realmente a mi hija. Voy a callarme la respuesta que obtuve.
Sólo diré que me quedé de piedra al oír las barbaridades que salían por
la boca de aquella “doctora”, en cuyas manos estaba la salud de tantos
niños. Cuando se dio cuenta de lo que estaba diciendo a gritos delante
de varios estudiantes de medicina y en medio de las visitas a los niños,
quiso rectificar proponiéndome repetirle las pruebas a mi hija, pero
advirtiéndome de que si los resultados eran los mismos diagnosticaría
una enfermedad mental. Fue mi propia hija la que me hizo ver la
inutilidad de ello, argumentando que las pruebas darían resultados
idénticos y ese no parecía ser el camino correcto. Así que nos fuimos
para no volver.
Mi hija estaba molesta por la
falta de interés demostrada por la doctora. Yo, lo único que le dije fue
que deseaba que Dios la iluminara con la suficiente Luz como para
tratar a tantos niños enfermos y que no se preocupara si en ocasiones se
equivocaba, ya que el error es patrimonio de los humanos.
A
todo esto, la herboristería fue trasladada a otro local más grande y en
otro barrio. Por lo visto el primer local se les había quedado pequeño.
Transcurridos
tres meses dejaron descansar a mi hija sin medicación durante una
temporada. En ese espacio de tiempo, el curandero dejó de ejercer y
desapareció por motivos que aún no sabemos, dejándonos desamparadas y
sin saber que hacer o a quien recurrir cuando hubiera que retomar el
tratamiento.
La dueña de la tienda nos dijo que había con ella una masajista reflexóloga y que podíamos acudir a ella con toda confianza.
Cuando
llegamos a la consulta le empezó a tocar los pies, diciéndole cuanto en
ellos veía. Acostumbraba a decir que los pies le hablaban y estaba
preparada para oír cuanto tuvieran que decirle, le gustara o no.
Acertó
prácticamente en todo, pero lo que más nos sorprendió fue cuando nos
habló de algo que nunca antes habíamos comentado con nadie:
-“Todo
lo que ves es real, no son cosas de tu imaginación. No temas, no es
nada malo y es real. Pronto vendrá a ti un muchacho que lleva tiempo
esperándote. Alguien muy hermoso está a tu lado. Si sientes su
presencia, no la temas. Tienes un buen protector que siempre está a tu
lado…”
Nos quedamos de piedra. Mi hija se
atrevió a preguntar si tendría más visiones. No le aseguró nada, tan
sólo le repitió que no debía temer, que estaba en buenas manos y que le
esperaban cosas hermosas. Le prescribió una dieta y un nuevo
tratamiento.
Poco a poco se fue moviendo con más
ligereza y soltura, teniendo que usar las muletas algunos días. Las
amigas iban viniendo a verla con más frecuencia y eso la fue animando
pues había pasado demasiado tiempo sola.
Se
acercaban las vacaciones escolares y ese año, las chicas de 8º tenían
previsto ir a Mallorca para fin de curso. Mi hija tenía muchas ganas de
ir pero no se atrevió pues sus piernas aún no respondían con la rapidez
que lo hacían las de las demás. Así que renunció al viaje para no
convertirse en una carga para nadie.
TRES
Ese
verano Elisabet lo pasó bastante bien y como nosotros cumplíamos los 25
años de casados, pensamos en irnos de viaje por Europa, pasando por
Alemania, un país que atrae con pasión a mi marido.
Dejamos
a Elisabet en casa de una amiga suya de la infancia, en las afueras de
Barcelona, cerca del mar. Nos fuimos con la seguridad de que quedaba en
buenas manos. Estaremos eternamente agradecidos a esa familia por su
gesto tan desinteresado.
Cada uno de los países
que visitamos tenía su propio encanto. En Berlín, mi marido estaba
ansioso por atravesar caminando la Puerta de Brandemburgo y, al tiempo
que pasaba bajo ella, un escalofrío le recorrió todo el cuerpo, quedando
satisfecho al conseguir algo deseado durante mucho tiempo. Entonces no
acerté a comprender esas reacciones y pensé que eran simples ilusiones
viejas convertidas en realidad.
Elisabet al
verse con fuerzas y más animada, quiso apuntarse a la escuela de
peluquería. Aunque seguramente perdería algunas clases, intentaría
sacarse el título con mucho tiempo a su disposición. Siempre había
tenido la ilusión de ser peluquera, algo que durante un tiempo pensó que
no podría hacer.
En principio todo fue bien. Estaba muy animada y alegre. Tenía amigas nuevas y nuevas ilusiones.
Un
día, cuando iba a recoger unos medicamentos para mi madre al mismo
establecimiento adonde llevaba a mi hija, Manoli la dueña de la tienda,
me propuso apuntarme a unos cursillos de relajación mental. Las clases
las daba Montse, la masajista y querían comenzar en Octubre, que estaba a
la vuelta de la esquina.
Nos apuntamos mi hija y
yo; creíamos que al ser una vez por semana no sería demasiado duro para
ella. La verdad es que yo sentía curiosidad; probaría y si me gustaba
convencería a mi madre para que nos acompañara, así de paso se
distraería un poco y saldría de la rutina. Mi madre y yo hemos sido
siempre buenas amigas, hemos estado siempre unidas en lo bueno y en lo
malo. Doy gracias a Dios por tener la suerte de tener a esa persona como
madre y como amiga.
Y allí estábamos el día de
inicio a las diez de la mañana, mezcladas entre caras nuevas que pronto
dejarían de serlo. Ese primer día mi hija no se encontraba bien por lo
que no pudo asistir.
Primero hicimos una pequeña
presentación exponiendo cada uno los motivos que nos habían llevado
hasta allí y los conocimientos que teníamos de la materia. Cuando me
tocó a mí me quedé sin saber que decir. Me presenté diciendo que aunque
respetaba todo aquello completamente, mis conocimientos eran
prácticamente nulos.
De la presentación de la
masajista, deduje que interpretaba los sueños y aproveché para
explicarle uno de tantos que rondaban en mi mente y me tenían en ascuas
por su contenido. Esto sucedió unos meses después de morir mi suegro; mi
hijo tenía entonces cinco años y ahora tiene veintitrés:
“Estaba
con mi hijo en una playa de arena muy limpia y fina. El mar estaba
claro y sereno. Cada vez que me distraía mi hijo se iba junto a un
señor, le cogía de la mano y decía que era el “yayo”. Este hombre estaba
en una cola de personas de todas las edades, las cuales curiosamente no
hablaban; se limitaban a sonreír cuando yo les miraba. Intenté
preguntar el objeto de esa cola y adonde iban. Una sonrisa fue toda la
respuesta que obtuve. Mi curiosidad aumentó al ver que esas personas
iban entrando de una en una a una caseta de las que hay en las playas
para cambiarse. Todo el mundo entraba pero no salía nadie. Esperé mi
turno junto a mi hijo y el anciano y me llevé una gran decepción al
descubrir que no había nada de particular en el interior de la caseta.
Dentro y con la puerta cerrada, vi a un anciano que se quitaba una
careta y, con gran sorpresa por mi parte, identifiqué la sonrisa de mi
suegro. El niño no hacía más que repetir que el ya lo sabía, y yo le
pregunté por el sentido de todo aquello. Por toda respuesta se inclinó
hacia el suelo para levantar una trampilla que dejaba ver una escalera
de barrotes, sin peldaños. Me hizo seguirle pues quería enseñarme donde
estaba y lo feliz que era allí, diciéndome además que no me preocupara
por él. Bajamos las escaleras a través de una entrada circular desde la
que no se veía el fondo, tan sólo una especie de neblina blanca con
mucha luz. Bajé con temor a hundirme, y cuando pude ver el paisaje que
me rodeaba me sentí fascinada. Era como si me hubiera trasladado a otro
mundo. Se respiraba un aroma primaveral con olores y fragancias que no
recuerdo haber sentido nunca más. Me extrañó ver en el fondo tres
pirámides semejantes a las de Egipto. Todo estaba lleno de hermosas
flores, a la gente se la veía feliz y relajada y todos ellos vestidos
con túnicas blancas. Un verdadero paraíso envuelto absolutamente en una
luz blanca y brillante. Supe que tenía que irme, aunque quería quedarme.
Me despedí del anciano e intenté alcanzar el primero de los barrotes de
la “escalera”, aunque resultó estar demasiado alto para mí. Me costó
algo de esfuerzo saltar hacia el barrote con el niño en brazos, pero
conseguí alcanzarlo. En ese momento desperté…”
Conclusión:
Realmente estuve allí y mi suegro quiso enseñarme su mundo para que no
sufriera por él en este. Si me hubiera quedado allí, hubiera amanecido
muerta.
Mensaje: Siempre espero algo de manos de Dios, como persona y como ser humano.
Me
dijo también que yo era una persona con mucho amor y que debía explicar
como sentir ese amor. Entonces no supe que contestar, pero ahora sí lo
sé: no hay ninguna receta, tan sólo debes ser tú mismo en tu relación
con los demás. Si quieres recibir amor o cualquier otra cosa, primero
tienes que darlo.
Siguieron las presentaciones y
me di cuenta de que algunas de aquellas personas tenían estudios
desconocidos para mí en aquel entonces. Al final nos repartió fotocopias
de un librito que había escrito recogiendo los mensajes de una tal
A.Loger, a quien más adelante tuve ocasión de conocer.
Empezó
entonces a nombrar El Libro de Oro de Saint Germain, recomendándonos
que nos hiciéramos con él, del mismo modo que otro libro donde se
cuentan las experiencias que tuvo un niño con su amigo de las estrellas
llamado Ami. Nos pasó también una copia de la oración “La Gran
Invocación”. Cada vez que la leo me gusta más…
Regresé
a casa muy contenta explicando todo lo que había ocurrido. Eso hizo que
mi madre y mi hija se animaran a asistir a la siguiente semana.
Pasaron
los días con normalidad hasta llegar el de la reunión. Había caras
nuevas, se presentaron y nos sentamos en sillas colocadas en círculo.
Comenzamos con unas respiraciones profundas, relajando poco a poco
nuestros cuerpos desde los pies a la cabeza y con los ojos cerrados. A
partir de ese momento intentamos ver o imaginar lo que Montse nos iba
diciendo. Fue la primera vez que oí hablar del color violeta; me costó
un poco encontrar ese color en mi mente, pero una vez pude identificarlo
fue muy fácil de seguir.
Hicimos una cadena
cogiéndonos las manos, la izquierda debajo de la derecha de la
compañera. Según se nos dijo era para dar nuestra energía a la tierra en
conjunto con otros grupos que también lo estaban haciendo, y así entre
todos, conseguir más fuerza y dirigir esa energía a un fin benévolo, ya
que estamos en un momento muy crítico y la tierra necesita de toda la
ayuda que se la pueda dar.
Una vez hubimos
terminado, cada cual fue explicando su experiencia, lo que había visto o
sentido, dándonos después una explicación a lo experimentado.
La
experiencia fue muy buena debido a que hicimos todos amistad y para mí,
todos eran especiales en su manera de ser puesto que se hacían querer.
Lástima
que no durara demasiado. Algo iba mal. Empezamos a sentirnos mal y no
era lógico. Alguien se estaba aprovechando de la energía que allí se
concentraba. Manoli decidió dar por terminadas las sesiones hasta saber
realmente lo que pasaba, algo que agradecí interiormente.
Aún
hoy no se sabe ciertamente que fue lo que pasó. Lo cierto es que
gracias a esos encuentros aprendí cosas que antes ignoraba. Aprendí a
meditar utilizando la Llama Violeta y a conocer al personaje de Saint
Germain, desconocido hasta entonces para mí.
Por
fin pude hacerme con el libro y empecé a leerlo. La verdad es que al
principio me costó comprender el significado de tanto “Yo Soy”, hasta
que caí en la cuenta de que era el nombre de Dios. Me chocó bastante en
un principio, pero me lo aclaró el recuerdo del pasaje en el que Moisés
habla con Dios a través de la zarza en llamas, cuando le dijo quien era:
“Yo Soy El que Yo Soy”.
El nombre de Dios es Yo
Soy, y se pronuncia dos veces en el nombre de Dios: una vez para el
Cielo y otra vez para la Tierra. Significa “Yo Soy el que está en la
Tierra, del mismo modo que Yo Soy el que está en el Cielo”.
El
libro decía cosas, daba respuestas a preguntas que hasta entonces tenía
pendientes, sin atreverme a preguntarlas dadas mis creencias y por
temor a ofender a Dios. Realmente encontré respuestas a cosas que me
habían interesado desde hacía tiempo. Una de ellas era la reencarnación.
Cada vez que había oído hablar de ella, había sido tal sarta de
barbaridades que no lo veía posible. Por fin me daba cuenta de que es
real, de que venimos y pasamos por lo que en otras vidas no hemos
superado o hicimos pasar a otros, hasta que por fin encontramos el
camino que estamos destinados a recorrer.
Nunca
me planteé que el estar en este mundo fuera como ir al colegio. Estamos
aprendiendo e intentando superar el curso, para después pasar a otro
curso superior y así sucesivamente.
Cuando has
aprobado el tercer grado (grado = dimensión), pasas al cuarto, del
cuarto al quinto, etc.… Y así, una y otra vez. Siempre estás
evolucionando, esto no tiene fin.
Así pude darme
cuenta de que hay otros mundos como este, pero con diferentes estados
de conciencia. Todos somos hijos del mismo Padre Dios.
Le cogí cariño a Saint Germain, sobre todo en uno de sus párrafos que figura tras unas advertencias:
“No
puedo más que sonreír cuando me imagino que pensarás que soy un viejo
regañón, pero no es así, sino que con el coraje necesario debo decirte
las verdades que existen en tus necesidades para que saques provecho de
ello. Cuando me conozcas mejor, no me considerarás, después de todo, ni
tan viejo ni tan regañón”.
Desde entonces
cuando abro el libro y sigo algunos de sus consejos le saludo siempre
con todo respeto y Amor: “Hola, mi viejo regañón”. A continuación le
explico como me ha ido el día o le hago cualquier petición.
Después
supe que a los Maestros les encanta que les hables de tus cosas, aunque
creas que no te escuchan están más cerca de ti de lo que puedas
imaginar.
Os aseguro que desde entonces
cambiaron nuestras vidas, más al leer sus libros que no son pocos,
aunque para mí los más bonitos son: “Misterios Desvelados”, “Yo Soy la
Mágica Presencia” y también “El Séptimo Rayo”. Realmente el que los lea
con amor, amor recibirá.
Descubrí también que
soy algo más que un simple cuerpo humano que vive, se casa, tiene hijos,
envejece y muere. Hay algo más grande que todo eso. Algo que sin
saberlo y sin acertar a explicar he estado buscando en mi interior, algo
que encontré en esas obras de Luz tan necesarias para mí y los míos.
Mi
hija volvía a precisar de tratamiento, así que la llevé a un doctor con
varias titulaciones en Medicina Natural y Acupuntura. Me lo había
presentado Manoli, a quien le estaré siempre agradecida puesto que era
una gran persona con la que pronto hicimos amistad.
Cierta
mañana, Elisabet se levantó eufórica por el sueño tan raro que había
tenido. Estaba contenta porque por fin era ella la que soñaba y tenía
algo que explicar. Nos sentamos a su lado atentos al relato:
“Todo
estaba muy oscuro, muy nublado, aunque era de día. Había mucha gente
gritando y corriendo asustada. Papá y tú estabais intentando calmarles.
Era como si supierais lo que iba a pasar y queríais conducirlos a una
gran explanada cerca del mar, donde una cantidad ingente de personas
estaban esperando a ser recogidas, mirando hacia arriba. Al fondo a lo
lejos, en alta mar, se acercaba una ola gigantesca, infinita. De repente
vi como la gente corría desesperada por las Ramblas, y entre la
muchedumbre parecían verse peces como si fueran volando. Todo se
inundaba. Había llegado el momento de la evacuación. No vi naves aunque
sabía que estaban allí, esperándonos a todos. Vosotros estabais muy
tranquilos como sabiendo en todo momento lo que estabais haciendo por
toda aquella gente. Dabais calma o lo intentabais, a todos los que
pasaban a vuestro lado…”
Mi hija me preguntó si
tenía algún significado para mí. No supe que contestarle. Lo que si que
tenía claro era que ella había tenido un sueño que decía mucho.
CUATRO
Mientras
tanto, yo cada vez iba interesándome más por el mundo espiritual,
llegando a pedir un guía a los Maestros. Uno de carne y hueso, con el
que pudiera hablar y cambiar impresiones, pues sentía que necesitaba
ayuda para comprender ciertos puntos que aún no tenía claros a pesar de
los libros que leía.
Uno de esos días en los que
te levantas con el pie izquierdo, que no encuentras nada de lo que
buscas y que todo se te cae de las manos, decidí salir a tomar un poco
de aire, para espabilarme, dejándome llevar sin prisas a cualquier
parte.
Cuando quise darme cuenta, estaba cerca
del Hipercor de la Meridiana y me dirigía al interior sin saber porque.
Llegué hasta la librería y me puse a mirar por si había algo que llamara
mi atención. Siempre que voy en busca de algún libro pido a los
Maestros que me ayuden a dar con el adecuado, puesto que al haber tanta
variedad en los temas llamados de “ciencias ocultas”, a veces una no
sabe cual de ellos es el correcto.
Me acerqué a
la estantería en la que suelen estar ese tipo de libros y el primero que
cogí, sin ver demasiado bien el título, volví a dejarlo en su sitio
pensando: “no, este no es el que busco…” Seguí mirando hasta que me
encontré en el mismo lugar y con el mismo libro de nuevo en las manos,
sin llegar a entender porque regresaba continuamente a mí. Volví a
dejarlo en su sitio y volví a cogerlo por tercera vez. Entonces me fijé
mejor en la portada: había en ella una nave y saliendo de ella, una
pareja con un niño, en una de esas escaleras de los monumentos
mejicanos. El título me impactó: “Experiencias con Chamanes y Seres de
otra Dimensión”. La autora era Akali-Sun. No entendía nada y, pensando
que no era ese el mejor día para buscar libros, me lo llevé aunque algo
decepcionada por no haber encontrado algo mejor.
Al
llegar a casa dejé el libro encima de la mesa y me puse a planchar. De
repente, sentí una inmensa curiosidad por saber quien era la tal
Akali-Sun. Cogí el libro y al mirar de nuevo la portada, solté una
exclamación de alegría tan grande que de haberme oído alguien habría
pensado que estaba loca. En la parte superior leí algo que hasta
entonces no había acertado a ver, quizá por el tono violeta de las
letras: “Biblioteca Metafísica C. de Saint Germain”. Supe entonces que
la respuesta a mi petición de un guía estaba en el libro, y di las
gracias a los Maestros por haberme escuchado.
Enseguida llamé a mi madre para decírselo y se alegró mucho.
Me puse a leerlo detenidamente y me encontré con el relato de una serie de experiencias vitales que me impactaron bastante.
Cuando
terminé de leerlo, decidí ponerme en contacto con Akali-Sun, que es una
mujer maravillosa como pude comprobar más adelante.
Ella
me llamó cuando menos lo esperaba, algo que me alegró muchísimo. Tras
comentar el libro surgió el tema del guía que tanto me interesaba. Me
dijo con toda sinceridad, que el guía lo llevamos todos dentro, que no
debíamos buscarlo fuera, algo que no entendí demasiado bien en ese
momento. Siguió diciéndome que no corriera, que no tuviera prisa, que
las cosas vienen solas cuando llega el momento, y me recomendó un libro
maravilloso titulado “De Vuelta a Casa”, escrito por una muchacha muy
especial, con el que te ayuda a recordar quien eres en realidad y el
motivo por el que estamos aquí en la Tierra en estos precisos momentos.
Le
agradecí su atención y nos despedimos dándonos un mutuo abrazo,
deseando poder vernos cuanto antes, en la primera ocasión que se
propiciara.
Cuando tuve el libro en mis manos,
lo leí con mucho amor y fui descubriendo en el algo que en el fondo ya
sabía, pero que necesitaba de una confirmación. Es como el haber estado
sumergida en un sueño que te resulta familiar, habitual, conocido… pero
no sabes porque. Realmente me encontré con mucho amor reflejado en
aquellas páginas.
A partir de ese momento empecé
a reflexionar y a hacerme preguntas: ¿Quién soy en realidad? ¿Por qué
estoy aquí? ¿Cuál es mi verdadera misión?
Hemos
ido poco a poco cambiando algunas de nuestras costumbres, como el dejar
de comer carne, llegando a hacer una vida vegetariana. Yo solía pensar
que los vegetarianos eran gente muy rara, llena de manías, y todo porque
no comían lo mismo que los demás. Ahora soy una de ellos, una de esas
personas raras, entendiendo por fin el motivo de algunos de ellos para
seguir ese tipo de dietas. Nunca se puede juzgar a nadie a la ligera,
puesto que nunca sabes como vas a terminar. Aprendí esta lección, como
tantas otras que aún me quedan por aprender.
Algunos
días después recibí un folleto de invitación a unos cursillos sobre
conexión con el Ser que se impartían en Valencia, en el local de Akali.
La organizadora era Maite, un encanto de mujer, la autora de “De Vuelta a
Casa”.
Al leerlo sentí un gran deseo de asistir
a los cursillos. Aún debía resolver algunos problemas y, aunque no
sabía como iba a hacerlo, sí sabía que debía asistir. El transporte y el
dinero eran para mí obstáculos que pude resolver con ayuda.
En
esos días le estaban pasando a mi hija algunas cosas “raras”. No sabía
explicar exactamente que era lo que le ocurría pues no era consciente de
nada. A través de los demás fue sabiendo lo que le sucedía; a veces se
quedaba con la mirada fija en un punto, como dormida con los ojos
abiertos, y por más que intentaran hacerla reaccionar, tardaban un buen
rato en conseguirlo. Las compañeras de la peluquería se habían llevado
más de un susto.
Algunas veces veía a una chica
muy hermosa de pelo largo y oscuro. Casi siempre la veía de espaldas o
de lado y sonriente, en la playa, como si dominara el mar o jugara con
él, haciendo que las olas la siguieran en sus movimientos, obligándolas a
subir o bajar moviendo sus brazos y manos, siguiendo una música.
Lo comenté con Akali y esta me aconsejó que la llevara conmigo al cursillo, donde aprovecharía para darle un repaso.
Al
final se apuntaron también mi madre y uno de mis hermanos, con lo que
el tema del viaje quedó resuelto. Él se hacía preguntas que nosotras no
sabíamos contestar y en su interior pidió a Dios una prueba para
convencerse de que todo ese mundo nuevo del cual se le hablaba a través
nuestro, no era una trampa para caer en manos de alguna secta.
Es
curioso ver como todo llega. Precisamente a los pocos días de llegar a
Valencia, a Raimundo mi hermano, le ocurrió algo que lo dejó pasmado…
por decirlo de alguna manera:
Él era
transportista y en esos días tenía que llevar una carga a Tarrasa.
Intentó llegar a su destino, pero se encontró con algo que nunca antes
le había sucedido: se perdió en esa ruta, dando vueltas sin saber porqué
ni adonde iba, teniendo en cuenta que ese recorrido ya lo había hecho
infinidad de veces. Después de estar perdido casi dos horas, consiguió
llegar, y le preguntó a otro chico de su edad que en esos momentos salía
del edificio si ese era el lugar que estaba buscando. El muchacho, tras
mirar los papeles que llevaba le dijo que sí y le ayudó a descargar la
mercancía. De repente se dirigió a mi hermano preguntándole: -“¿Eres de
Brasil?”
Mi hermano se quedó boquiabierto y contestó:
-“Sí, ¿cómo lo sabes?”
-“Por el acento. ¿De Porto Alegre?”
-“Sí –respondió atónito mi hermano- “¿cómo lo sabes?”
-“Es que tengo allí unos sobrinos y te he reconocido”-dio por toda respuesta el muchacho.
Raimundo
quedó pensativo. No podía entender como podía reconocerle alguien que
no sabía quien era y llevando ya más de veinte años fuera de Brasil,
desde que no era más que un niño…
Cuando
reaccionó y quiso seguir preguntándole ya no le encontró. Lo buscó, pero
había desaparecido. Quizá fuera la respuesta que había pedido, aunque
no terminaba de entenderlo.
Estábamos a jueves y
aún no tenía resuelta la parte financiera del viaje, así que compré
ciegos con la seguridad de que me tocaría la cantidad justa que
necesitaba. Me tocó justamente la cantidad que había pedido. Estaba tan
contenta que no me lo podía creer. Me habían vuelto a ayudar, por lo que
di gracias a los Maestros, sabiendo que podría contar siempre con su
ayuda.
CINCO
Mi marido
no estaba demasiado convencido con lo de ir a Valencia, aunque consintió
en dejarme ir para no contrariarme. No es que se oponga a lo que yo
quiera hacer o no, simplemente es el temor que tiene a que sufra algún
desengaño o contratiempo. Me quiere demasiado y no podría soportar que
me ocurriera algo.
Dado que a él, el tema no le interesaba demasiado, se quedó en casa con mi hijo que no pudo acompañarnos.
Llegamos
temprano a Valencia lo que nos permitió desayunar con tranquilidad y
visitar el entorno. Ese día fue espléndido y soleado, como para darnos
la bienvenida, a pesar de encontrarnos en pleno mes de Junio, un mes
habitualmente cambiante e imprevisible en la meteorología.
Cuando
abrieron el local entramos y pudimos por fin abrazar a Akali, quien nos
encantó desde el primer momento. Pudimos también abrazar a Maite, quien
al parecer estaba segura de nuestra asistencia.
Después
de saludar a todos los presentes, nos dieron una tarjeta con el nombre
de cada uno a modo de credencial, para llevarla colgada a la vista.
Aún
no podía creerme que estuviera allí, tan lejos de casa y sin mi marido,
puesto que hasta entonces había ido a todos sitios con él. Por una vez
que yo quería de verdad que me acompañara no lo había hecho.
Pasamos a una sala enmoquetada y con abundantes cojines. Nos sentamos en el suelo apoyándonos en ellos.
En
un respetuoso silencio escuchamos a Maite que nos hizo partícipes de
algo que nos llegó muy adentro. No sé si sabré explicar y reflejar lo
que viví allí, como todos. De una cosa si estoy segura: descubrí algo
que jamás pensé que pudiera ser real, entré en otro mundo, en otro
espacio que apenas puedo explicar. Es algo que debe vivir uno mismo.
Maite
fue una excelente portavoz de los Maestros. Aunque no pudimos verlos,
estaban allí, dándonos toda su Energía, su Luz y su Amor, para de esa
forma ayudarnos en el camino del recordar.
Lo que explico a continuación es lo que a mí me impactó personalmente. Lo cuento tal y como lo sentí:
Participamos
todos en una maravillosa danza, la Danza Universal. En ella te hallas
envuelta en un mundo extraordinario, vivo, lleno de Luz, con una
fragancia de Amor que envuelve todo tu Ser y que te hace traspasar la
frontera entre las dimensiones. La vivencia es real, eso es seguro.
Con
los ojos cerrados te dejas llevar por esa música que penetra en ti sin
que puedas evitarlo. Estábamos allí unas veinte personas, en un local
mediano y curiosamente, aún con los ojos cerrados, nadie tropezó con
nadie mientras seguíamos el ritmo de la música con movimientos libres.
Me sentí algo triste en mi felicidad, al echar de menos a mi marido en
aquellas circunstancias. De pronto, vi como lo arrancaba de algún lugar,
atrayéndolo conmigo a bailar aquella danza, sin ser nosotros mismos,
aunque sabiendo que lo éramos. Yo me vi muy diferente: joven, alta y con
un bonito vestido de seda y gasa de colores haciendo aguas. Mi marido
también era diferente, aunque por momentos era el mismo. Fue una
experiencia maravillosa que he guardado siempre dentro de mí, ya que
cada cual se queda con lo que vive más intensamente.
Uno
de los momentos de esa vivencia que recuerdo con más simpatía es el de
haberme visto como una niña india en sus momentos de meditación. Estaba
en lo alto de una montaña, en un lugar llano cubierto de hierba fresca,
de pie y mirando a lo lejos. Me vi muy bonita y parecía muy feliz.
Llevaba trenzas largas y una cinta alrededor de la frente, que sujetaba
una pluma bien derecha por la parte trasera de mi cabeza. A mi izquierda
estaban dos personas muy altas con vestiduras de color tierra, como las
mías, pero no pude verles la cara. Me chocó bastante pues no pensé que
hubiera sido india.
Para mí fueron momentos
inolvidables, aunque en ocasiones me sentía algo perdida, sin saber como
seguir y coger el hilo. Aunque al final conseguía hacerlo, unas veces
con más fortuna que otras.
Recogí mensajes que
tenía que poner en práctica con mucha paciencia, ya que viendo según que
cosas, se siente impaciencia, la sensación de que no puedes esperar.
Esa es una de las cosas que tengo que trabajar.
Resumiendo:
el motivo principal de ese encuentro fue el de recibir el mensaje que
nos ha de llegar finalmente a todos; que ha llegado ya el momento de
despertar de ese largo sueño en el que todos estamos sumergidos en este
planeta.
No era casual que estuviésemos
precisamente allí para aquel encuentro. Había llegado el momento de
abrir los ojos después de un sueño tan largo, de ver la realidad y
recordar quienes somos realmente con la ayuda que nos brindan los
Maestros, ya que al igual que ellos, nosotros también somos Seres
Divinos hechos de Luz y de Amor.
Es como estar
dividido en dos partes, estando nuestra Parte Divina allá, en el otro
lado, mientras que la Parte Humana y Espiritual permanece aquí,
esperando ambas unirse al fin.
Debemos intentar
conectar con nuestro Ser interno, esa parte de “Dios” que todos llevamos
y somos. Todos somos individualizaciones de “Dios Padre”, por lo que
implícitamente somos perfectos a través de nuestro Ser.
Este
es la parte perfecta, la parte Divina compuesta de Luz y Amor a imagen
de “Dios Padre” de la que un día salimos voluntariamente a una llamada
de Él. Por eso estamos aquí, para aprender unas lecciones determinadas y
divididas en etapas o tiempos, habiendo pasado aquí por miles y miles
de encarnaciones, estando hombres y mujeres en todos los lugares del
planeta hasta llegar a una meta final, en busca de la que vinimos, y
lograr por fin el aprobado.
Cada uno de nosotros
ha venido a cumplir una misión determinada; todos tenemos un papel que
cumplir, que interpretar. Por eso debemos recordar quienes somos y para
que vinimos. Nuestros Hermanos en la Luz nos necesitan, están esperando
que les pidamos ayuda. Cada cual puede pedírsela al Maestro o santo con
el que se sienta más identificado o le inspire más confianza.
No
importa nuestra religión. El fondo es el mismo. Somos nosotros los
importantes, el Yo interno que llevamos cada uno de nosotros, puesto que
todos y todo lo que en el Universo existe, está hecho de la misma
materia: de Luz y Amor Universal, la base principal. Sin Amor nada
existe y nada es posible.
Mi hija no me ha
contado mucho de lo que allí vivió, pero sí puedo decir que vio a su
Ser, esa muchacha tan hermosa que parece dominar el mar. Le preguntó su
nombre y le respondió que era Ali-Mey. Entonces, supo que en realidad
era ella misma, lo cual la llenó de alegría.
A
mi hermano, que siempre había deseado encontrar a su media naranja o
alma gemela, pensando en Ali-Mey, le sobrevino el nombre de Amalys,
sabiendo que era ese su nombre. Fue un momento muy emotivo para él.
Mi
madre tuvo varias experiencias, algunas de las cuales le intrigaron
bastante, pero en definitiva participó en todo con entrega y mucho amor.
En
realidad todos estuvimos unidos en algo común: estábamos dispuestos a
dar la mano a quien fuera necesario, compartiendo así el amor sin
importar la manera.
Todo terminó dejando bien
claro que como Seres Divinos que somos, hemos de reemprender el camino
de regreso al Hogar, a ese Hogar en el que nos está esperando nuestra
verdadera familia desde hace ya demasiado tiempo.
SEIS
En
ocasiones intento hablar de todo esto con mi marido, pero a él no le
mueve la curiosidad con lo cual me deja hacer sin preguntar. Si alguna
vez ha mostrado algo de interés, enseguida lo ha perdido al no obtener
respuestas rápidas.
Hay sin embargo algo que si
me hubiera gustado comentar con él, algo que es muy especial para mí
pero que aún no he tenido ocasión de plantearle:
Cierto
día estaba yo viendo un programa en la televisión de esos que llaman
“fuera de lo normal”. Me sorprendió oír de boca de una madre como había
tenido una visión por la que se enteró de que su hijo, que perdió antes
de completar la gestación, estaba bien y crecía con mucha Luz y Amor.
Eso
me hizo reaccionar y pensé en el mío que también perdí a los pocos
meses de embarazo y al que estuve llorando hasta que nació mi hijo
mayor. Entonces me pregunté: “si el de ella crece y está bien, ¿al mío
le pasará lo mismo?” Me ilusionó pensar en ello y desde mi interior le
di todo el cariño que me hubiese gustado darle en vida, pidiéndole
perdón por no haberme acordado más de él.
Era un
día de esos en los que sales a comprar con la lista en la mano y el
dinero justo. Al salir del supermercado me llamó la atención un joven de
esos con peinado raro y vestimenta oscura. Estaba abstraída mirando su
pelo; parecía un erizo con todo el pelo de punta, algo que sin saber
porqué, me resultó gracioso. Se acercó muy sonriente y educado
pidiéndome que le ayudara porque tenía hambre. En un principio, no
entendí muy bien lo que me decía, pero cuando repitió que tenía hambre y
si le podía ayudar para comprarse un “bocata” o tomar algo caliente en
un bar, me sentí muy mal por no tener más que los cambios de la compra
que acababa de hacer, aunque le di cien pesetas. Medio me disculpé por
no tener más que darle; incluso le sugerí que pidiera ayuda a más gente
hasta reunir lo necesario. Él me dio las gracias sin dejar de sonreír;
era una sonrisa diferente a las que estaba acostumbrada a ver. Me chocó
la forma tan educada con la que se dirigió a mí, pues era algo que no
casaba con su estrafalaria forma de vestir y su aspecto general:
chaqueta negra con cremalleras y cadenas, pantalón estrecho también
negro y botas gruesas de esas militares. Aunque eso sí: todo muy limpio.
Supuse
que se había marchado de casa como tantos otros, por falta de
comprensión con la familia. Era una lástima que un joven como aquel
tuviera que verse así, solo y en la calle, a expensas de la caridad
ajena.
Al marcharme, le pregunté porqué no
volvía a su casa, que seguramente sus padres le echarían de menos. Me
contestó que no tenía padres, sin dejar de sonreír de esa manera que se
me antojaba tan especial, de esa manera que te llega al alma sin saber
porqué. Seguí mi camino.
Cuando ya estaba
llegando a casa, pensé que podría haberle dicho que le daba yo el
bocadillo o un plato caliente, pero como acostumbra a suceder, cuando
reaccionas ya es tarde.
No volví a saber más de
él, pero desde ese día lo llevo grabado en mi corazón. Su sonrisa era
especial, de hecho todo él era especial y, lo más gracioso, es que no
sabía quien era.
A veces cuando paso por ese lugar, acostumbro a mirar por si lo vuelvo a ver, pero nunca ha sucedido.
Llegué
incluso a pensar que quizá fuera una de esas pruebas que a veces nos
ponen los Maestros, rompiéndome la cabeza intentando averiguar quien
era. Aún hoy como digo lo llevo en el corazón, más sabiendo ya quien era
en realidad.
SIETE
Era
el día de visita con el doctor Adrián y, como siempre, mientras
esperábamos que se cumpliera el tiempo que mi hija debía estar con las
agujas de acupuntura puestas, pasábamos el rato conversando sobre algún
tema.
Ese día hablábamos de algo en lo que nunca
nos pondremos de acuerdo: Jesús. El doctor al parecer, ha leído mucho
sobre él, a pesar de lo cual hubo algo en lo que yo no estaba de
acuerdo.
Al final terminé diciéndole que yo no
era quien para juzgarle, y que cuando Él tuviera que decir algo ya lo
haría. Que bastante había tenido Él en su momento, como para ahora andar
pidiéndole cuentas de nada, que era lo que en realidad estábamos
haciendo sin querer.
La discusión se zanjó con un abrazo como siempre, quedando para el mes siguiente, en la próxima visita.
Esa
semana se me ocurrió dar una vuelta por El Corte Inglés de Plaza
Catalunya y por supuesto, me fui derecha a la sección de libros. No
estaba buscando nada en concreto, solo miraba. En uno de los estantes
había un libro bastante grueso que me llamó la atención. Me llevé una
sorpresa al ver el título: “Vida Secreta de Jesús dictada por Él Mismo”.
-“¡¡Vaya si me has contestado!!”- exclamé sorprendida y sin pensar siquiera en que pudieran oírme. Naturalmente me lo llevé.
Comencé
a leerlo con cierto temor, puesto que me parecía que hurgaba en su vida
con el egoísta objetivo de saber si tenía o no razón.
Conforme
avanzaba la lectura aumentaba mi sorpresa al percatarme de lo diferente
que era todo a como me lo habían enseñado y yo lo había creído hasta
entonces. Pude comprobar que mi corazón no me había engañado cuando
discutí el tema que ocupa y preocupa a tanta gente.
No
pude seguir leyendo. No por la lectura en sí, al contrario: se lo
recomiendo a todo el mundo que quiera conocer al verdadero Jesús, el que
habla a través del propio libro. Si no pude seguir fue porque me daba
la sensación de que lo estaba clavando de nuevo en la cruz.
Así que lo dejé algo avergonzada, esperando retomar la lectura más adelante, en otro momento, cuando estuviese preparada.
Después
de algún tiempo he vuelto a coger el libro, pero ahora es diferente.
Ahora veo algo que antes no era capaz de ver: que en realidad Él fue un
hombre como los demás, hijo de madre y padre, que como todos tuvo que
luchar para conseguir un propósito que tenía muy claro. Su camino no fue
nada fácil; tuvo que pasar por amenazas, torturas y venganzas de su
propio pueblo contra Él y contra su familia, es decir: María su madre, y
sus hermanos.
OCHO
Poco a poco fuimos conociendo nuestros verdaderos nombres, aunque mi hija y mi hermano ya los supieron en Valencia.
Por
las mañanas tengo como costumbre, después de alguna oración, estar unos
minutos en meditación. Un día estaba pronunciando las palabras
relacionadas con “AI AM YO SOY” y sin saber como ni porqué las dije al
revés: “YO SOY MAIA”. Cuando me di cuenta me detuve y comprobé en el
libro si leyendo al revés daba el mismo resultado que yo había obtenido.
Así fue. Eso, unido a que unos días antes me había venido a la mente,
acabó por confirmar que mi nombre es Maya. Para asegurarme, volví a
preguntar si realmente ese era mi nombre.
-“¡Bien!-
me dije, -y, ¿quién es Maya? ¿de dónde salió Maya?”. Unos días más
tarde, estando en meditación, yo misma me hice las preguntas que
contesté también yo misma: “SOY HIJA DEL SOL, DEL REINO DE YUCATÁN”,
viéndome sentada en una gran silla o trono, coronada con un gran sol
dorado. Abrí los ojos sorprendida: “¿yo he dicho eso?”
En
un principio no quise darle demasiada importancia, pero al ir meditando
sobre la frase y lo que vi, me sacudió un estremecimiento con algo de
miedo, para ser completamente sincera.
Llamé a
Maite para ponerla al corriente, y me dijo sonriente: “¡Vaya, así que
eres Maya!” Eso aún me desconcertó más, pues me dio la sensación de que
sabía quien era Maya. Me aconsejó que buscara datos o información sobre
los mayas, por si llegaba a reconocer algunas cosas, también me prometió
enviarme información y me animó a que la llamara si había alguna
novedad.
Sinceramente, los mayas no me atraían
demasiado antes de todo esto. Tan solo habían suscitado en mí algo de
curiosidad como todas las civilizaciones envueltas en misterios, los
cuales, por mucho que se han intentado esclarecer siguen siendo
verdaderos misterios. Nunca pude imaginar que yo tuviera algo que ver
con ellos.
A través de revistas intenté
informarme algo más, hacerme una idea más aproximada. No me aclaraban
mucho, pero conforme iba familiarizándome con el tema, notaba que algo
se removía en mi interior. Veía rostros, imágenes, muros con
inscripciones o escritura extraña, incluso el busto de una estatua (solo
la cabeza) de estilo indígena, con los labios muy gruesos. Era como si
quisiera decirme algo al mostrarme su rostro. Quizá algún día dé con la
respuesta, aunque de momento debo conformarme con lo que vaya viniendo
que no es poco.
Mi hija había estado pasando un
fin de semana con su amiga Jenny y la familia de esta en un camping de
la costa. A su regreso me explicó algo que le había sucedido bailando en
plena discoteca. Por lo visto, en un momento dado se sorprendió
diciendo: “YO SOY UNA GUERRERA DE LA LUZ DE ATLANTIS”. Se quedó pasmada
sin saber como reaccionar ni que decir…
Mi hijo,
que se unió a nosotros después de lo de Valencia, supo a través de un
sueño que era Kung-Ming. Se le reveló que si quería conocer su rostro,
lo encontraría en un personaje de uno de los cuadros de Dalí que va
vestido con un camisón y lleva algo en las manos. Mi hijo pensó que era
una palmatoria, aunque no estaba seguro porque ese lado de la pintura
estaba borroso y no lo podía ver con claridad…
Lo
de mi madre fue muy gracioso. Estaba impaciente por conocer su nombre y
como no lo conseguía se resignó diciendo: “Bueno, ¿qué más dará que me
llame Ana, María, Montserrat o ¡NAILA!? ¿Naila? Y, ¿quién es Naila?”
Acto seguido un escalofrío le recorrió todo el cuerpo, dándose cuenta de
que aquel era su nombre. Fueron momentos muy felices para ella al
comprobar que las respuestas iban llegando.
Mi
marido no decía nada. Nos miraba sin comprender todo el cambio que
percibía en nosotros, quedándose al margen. Siempre nos dice que
tengamos cuidado, que no caigamos en manos de una secta, que lo pintan
todo muy bonito al principio y una vez estás dentro la cosa cambia.
Agradecí
el consejo, pero la información que recibimos no viene de nadie, es “de
primera mano”, viene de nuestro interior. Nadie te puede decir lo que
de verdad llevas dentro, solo tú sabes lo que siente tu corazón. Cada
uno de nosotros llevamos una información concreta que, en un momento
determinado, en el momento justo, tendrá que ver la luz. Eso ocurre
cuando te haces a ti mismo las preguntas adecuadas.
NUEVE
Un día recibí carta de Maite en la que me describía un hermoso viaje a Méjico:
YUCATÁN SAGRADO. LOS MAYAS
Este es un llamado desde lo Alto. Es un llamado a tu interior. Al núcleo de Luz que tú eres, en este momento de recordar.
¿Quiénes
fueron los mayas? ¿Recuerdas? Seres de los Grandes Maestros Galácticos,
puntos de Luz en perfecta sincronización con el Gran Sol Central y con
la Galaxia.
¿Dónde están los mayas? Caminan
cerca de ti, custodiando lugares sagrados, custodiando puntos clave
planetarios. Siendo un equipo de activación que están llamándote para
que ocupes tu puesto. ¿Cómo te suena?
Nuevamente,
caminando por tu Yucatán Sagrado sentirás y recordarás… ¿quién eres?
¿porqué estás aquí, ahora, en este preciso momento del tiempo?
Recordarás
el recordar… y retornarás a tu origen, a tu esencia. Escuchando el
silencio, oirás lo que para ti traen. Lo que esperas latente para este
momento del tiempo, para la Tierra, para toda la humanidad. Desde tres
de los lugares clave para los mayas, para la Tierra, para este momento
del tiempo, para ti: Palenque (el corazón del Yucatán Sagrado),
Chichén-Itzá (la grandeza de la conquista espiritual) y Cobá (la magia
del tiempo fuera del tiempo).
Será un caminar
entre recuerdos que no pertenecen al pasado, sino a un tiempo que está
por venir, en este momento del Tiempo en donde pasado y futuro convergen
en el aquí y el ahora.
Caminando por tu Yucatán
recordarás con tu tono personal, con tu vibración individual, con tu
verdadera frecuencia, y ese será el recordar fuera de la tridimensión
que impregnará tus células, tu vehículo físico, para no olvidar jamás
cual es tu esencia, quien eres, porqué caminas la Tierra justamente
ahora.
Este es un llamado para ti y para muchos
otros a un lugar donde convergieron mayas y atlantes en un compromiso
común. Es un llamado a tu Ser interno, al Cristo que tú eres. Sólo desde
tu corazón debes responder a él. Sabe que te estamos esperando. Muchos
más de los que crees te esperan desde este y otros planos, para
descorrer tus velos y asistir a tu renacer en el tiempo.
Cabalgando a través del Tiempo, volverás al Ser. No lo dudes.
PALENQUE: El corazón del Yucatán.
Cuna
de la civilización maya. El centro más impactante a nivel interno. El
12+1. El Cristo. La conexión con el equipo de sincronización galáctica.
El lugar sagrado. El legado de Pacal Votan. Te sentirás “en casa”.
CHICHÉN-ITZÁ: La grandeza de la conquista espiritual.
El
templo de Kukulcán o Qetzacoalt, “la serpiente emplumada”: un lugar
grande en donde ocurren los intercambios. La oscuridad es pasada a la
Luz.
COBÁ: La magia del tiempo fuera del tiempo.
Un
lugar salido de un cuento. El sentir de la Luz que te envuelve y te
recuerda que eres un niño de la Tierra. La conexión con Urano, con otros
grandes centros del Planeta. Un cuento de hadas y duendes llenos de
mensaje y Luz.
Lugares altamente custodiados por
aquellos que los alzaron. Lugares que poseen la Luz que busca tu
corazón. Lugares que llaman al hombre para transmitirle el conocimiento a
través del silencio. Lugares que recordarás…
Lugares que te llaman en este momento. Lugares que son Uno contigo. Lugares con la expresión más alta del Amor, de la Verdad.
¿Vas a perder tu momento? Consulta tu interior y una vez hayas sentido la respuesta ¡no dudes! ¡actúa! Te esperamos.
Lee esto, y observa que es lo que se mueve dentro. Después, cuando hayas asimilado algo, llámame por favor.
Un abrazo.
Me
quedé realmente sorprendida. Todo se hizo muy grande para mí. Intenté
asimilarlo como buenamente pude. Nunca imaginé ser parte del nuevo mundo
que se estaba abriendo ante mí. Cada vez que intento imaginarme en esos
lugares, siento como si una voz interna me llamara. Me veo subiendo
unas escaleras, llegando casi hasta la cima de uno de esos edificios o
templos, llenándome de escalofríos. Hay algo en la montaña de Cobá que
me habla. El nombre de Yucatán me resuena muy adentro.
Intenté
llamar a Maite pero nadie cogía el teléfono. Pensé que estarían de
viaje por Estados Unidos y por Europa como habían pensado hacer. Supe
finalmente que no le funcionaba el teléfono, así que no pude hablar con
ella hasta mucho tiempo después.
DIEZ
Unos
días antes de la visita con el doctor Adrián, Elisabet dijo con toda
seguridad que ya estaba curada, que ya no necesitaba más medicamentos.
Aunque la vi muy segura, le aconsejé que fuéramos a ver al doctor y que
este nos diera su opinión.
Una vez en la consulta, Adrián nos saludó dándonos un abrazo como de costumbre. Nos hizo pasar y nos sentamos.
Elisabet
se apoyó en la camilla preparada para tumbarse en ella, pero él tan
sólo le dio un vistazo general, asegurando incrédulo y muy emocionado:
-“Bueno, ¡tu hija está curada! Cada vez que pienso como la encontré el primer día y veo como estás ahora… ¡es formidable!”
Nos
volvió a abrazar dándonos la enhorabuena y diciendo que pronto
notaríamos aún más mejoría. Le pregunté cual era de verdad la enfermedad
que había tenido y me contestó con palabras técnicas que no comprendí
hasta que me las tradujo:
-“Para que me
entiendas: según los médicos tu hija no tenía nada, pero en realidad era
mucho. Al no darles salida, sus energías se hallaban bloqueadas,
atacando por donde podían. Esto es muy doloroso, pero no intentes
explicárselo a un médico porque te colocará la etiqueta de chiflada”.
Era la primera vez que oía una explicación tan sincera y clara, después de tanto tiempo en busca de una respuesta concreta.
Nos
despedimos quedando para después del verano. Quería volver a verla por
si había algún cambio o ella tenía cosas nuevas que explicarle.
Me
quedé admirada por su sinceridad, sobre todo porque nosotras no le
habíamos comentado nada acerca de la afirmación de mi hija en el sentido
de saberse curada.
Di gracias a Dios por
haberme encontrado con esa persona, aunque hubiera sido por medios algo
extraños, ya que ni siquiera él entendía porque tenía que venir desde
tan lejos. Su labor había terminado. Tal y como vino se fue, ya que al
poco tiempo cerraba la tienda. Según dicen, no existe la casualidad,
todo tiene un motivo. Lo dejo así, sin darle más importancia y que cada
cual piense lo que crea conveniente. Por lo que a mí respecta, reconozco
en todo ello la mano de Dios poniendo cada pieza en el camino
apropiado, encontrando al fin cada una su propio lugar.
Mi
hija se fue unos días a Badalona, a casa de mi madre. Le gustaba porque
estaba cerca del mar. Desde hacía algún tiempo sentía que el mar la
llamaba de alguna forma, pero nunca antes había sentido esa atracción
como en esos días concretos. La acompañó mi hermano para que no fuera
sola. Una vez allí, lo primero que hizo mi hermano fue meterse en el
agua sin acordarse de los anillos que siempre lleva puestos. Cuando
salió del agua se dio cuenta de que no los llevaba, los había perdido.
Probó suerte buscándolos por la orilla y allí los encontró, empujados a
la orilla por el mar. Algo bastante raro, puesto que si pierdes algo en
el mar es muy difícil de recuperar. Bueno, pues en esos días, se repitió
la misma escena tres veces, con la particularidad de que en la última
de ellas, el mar, además de devolverle los anillos le obsequió con un
regalo: un colgante con una cruz de cuatro aros que le regaló a
Elisabet, quien se puso muy contenta dándole gracias al mar por aquel
regalo. Se lo puso con la intención de no quitárselo ya nunca más.
El
mar la llama de forma insistente, como si fueran la misma fuerza. No sé
como explicarlo. Al sumergirse el él, el mar juega con ella
sujetándola, sin dejar que se hunda por muy lejos que se vaya. Es como
si unas manos ocultas la sostuvieran y la protegieran del peligro.
Cuando
el mar está muy revuelto, la devuelve a la orilla como si quisiera
mantenerla apartada, como si no quisiera que entrara y pudiera correr
peligro.
Cuando me lo explicaron no comprendí el
significado sobre el juego del agua. Después sí leí algo referente a
los elementos de la Naturaleza, que no dejan de ser seres especiales.
Más adelante comprendí su significado:
La relación de los elementos con la Tierra es similar a la que tienen con el cuerpo humano. Todo tiene relación.
La Tierra es el cuerpo, la base necesaria para el equilibrio.
En
el corazón de la Tierra trabajan incansables unos seres maravillosos
LOS GNOMOS, pulidores de los Tesoros ocultos de la Tierra, como oro,
piedras preciosas, perlas, etc.… Lo mismo pasa con el resto de los
elementos: el Agua, el Fuego, el Aire.
También
ocurre lo mismo con el corazón humano, los gnomos de nuestro corazón son
los seres de Amor y Luz que tenemos todos en nuestro interior
ayudándonos a pulimentar nuestros Tesoros ocultos, como el Amor, la Luz y
todos los Dones Divinos que pusieron a nuestra disposición y servicio.
Tanto
unos como otros existen aunque no podamos verlos. Se hacen visibles
cuando se consigue el equilibrio perfecto, cuando se aprende a usar los
elementos naturales del universo que en realidad somos TODOS.
TODO TIENE VIDA.
ONCE
Se
acercaba el día del choque de meteoros contra Júpiter. Mi hija se
volvió a marchar ya que en casa se encontraba como apartada de su
núcleo, como si le faltara algo: el mar.
Me
pidió disculpas por irse tan a menudo, pero se sentía como si
perteneciera más allá que aquí entre nosotros. Vi que algo cambiaba en
ella, aunque sin saber que era. Así que la dejé marchar.
A
los pocos días vino mi madre con ella para dejarla en casa. Pasamos la
tarde hablando y, en un momento determinado, vimos a mi hija tumbada en
el sofá; estaba como adormilada y hablando en voz baja. Pensé que soñaba
y me acerqué para oír lo que estaba diciendo: “YO SOY UNA GUERRERA DE
LA LUZ”. Estuvo repitiéndolo un buen rato, y yo le decía una y otra vez
que ya lo sabía. Ella insistía e insistía con lo mismo, hasta que de
repente abrió los ojos asustándose al verme tan cerca. No recordaba
nada. Nos dimos cuenta de que podía haber estado en trance y esperando a
que le hiciéramos las preguntas correctas, aunque nosotras por
ignorancia no supimos hacerlas.
Esa noche se
quedó en casa, pero al día siguiente quiso volver a marcharse. En casa
no conseguía concentrarse en la meditación, era como si la casa le fuera
extraña, como si aquel no fuera su lugar. Volvió a marcharse.
Al
día siguiente era 16 de Julio, el día de Júpiter. Ya tenía yo una vela
de esas grandes encendida desde el día anterior, ofrecida para que no
pasara nada en la Tierra. Dediqué unos minutos a ese propósito a través
de la meditación dando toda la Luz y el Amor que fui capaz, al igual que
tantos otros lo estaban haciendo desde diferentes puntos del planeta, y
siempre con la ayuda de los Seres de Luz, incansables en su misión de
proteger a la Tierra, dándonos todo su Amor.
Ese fue un día muy señalado, ya que despertaron a Elisabet y Raimundo, uniéndose con ellos sus Seres, Amalys y Ali-Mey.
Ellos mismos explicaron como fue:
“El
día 16 de Julio fuimos a pasear por la montaña. Teníamos ganas de salir
y meditar al aire libre. Cuando vimos el lugar correcto hicimos la
meditación.
De regreso a casa, Elisabet
se torció el tobillo y la llevé a urgencias. Cuando le hicieron las
radiografías, le diagnosticaron una esguince en tres lugares diferentes
del tobillo; le pusieron un vendaje y le dieron un calmante.
Después
de cenar, nos fuimos a descansar. De pronto, Elisabet entró en trance
con los ojos abiertos, hablándome Ali-Mey a través de ella y diciéndome
que éramos Almas Gemelas (Tu y Yo somos Uno). Yo me quedé en blanco, sin
palabras, sin saber que decir.
Cuando
volvió en sí le expliqué lo ocurrido. Ella se quejaba otra vez del pie y
le puse mis manos para calmar su dolor. Estaba tan absorto en lo que
hacía, que no me di cuenta del cambio.
Nos
miramos y ella me dijo que ya estaba aquí. Yo no la comprendí y le dije
que muy bien. Volvió a insistir en que era Ali-Mey. Me sorprendí cuando
me dijo que le había curado el pie, asegurando que desde ese mismo
momento aquel era su hogar”
DOCE
Al día siguiente se presentaron en casa como Amalys y Ali-Mey diciendo que ya eran Uno, es decir, que ya habían hecho el cambio.
Así
como Amalys lo recordaba todo, Ali-Mey no recordaba ni reconocía a
nadie en este plano. Uno de los dos debe siempre recordar las cosas del
mundo en el que vive para poder ayudar al otro. Si los dos recordaran
solo lo “del otro lado”, vagarían perdidos por este mundo. Así, entre
los dos, pueden recoger los mensajes de ambos lados, ayudándose
mutuamente, sin poderse ya separar y dependiendo el uno del otro.
Para
Ali-Mey todo era nuevo. Tuvo que volver a aprender todo lo básico.
Después y a través de información interna, se las fue apañando ella
misma. Nos conoce tal y como somos allá, conoce a nuestros Seres y,
aunque seamos diferentes, en definitiva somos los mismos.
Mi
marido no entendía nada. Todo esto le provocó un choque fuertísimo. Eso
de saber que su hija ya no era Elisabet sino que era otra, le cayó como
un jarro de agua fría.
Intentaré explicar el significado de dejar pasar al Ser Divino que todos llevamos dentro:
Desde
que hicimos acto de presencia en este planeta por primera vez, hemos
recorrido muchas etapas en sucesivas reencarnaciones, con diferentes
cuerpos y personalidades, pero el Ser es siempre el mismo.
Siempre
que un cuerpo muere, muere su personalidad pero no el Ser que es. Ese
sigue vivo. Por eso, cada vez que naces no recuerdas nada, así que
cuando muere tu última personalidad te quedas con la que nunca ha
muerto: tu Ser. Para dejarte volver en ese cuerpo y ser de nuevo el que
fuiste en un principio.
Eso es lo que está
pasando en la mayoría de lugares del planeta, aunque no a todos les
llega al mismo tiempo. El despertar es diferente para cada persona. Hay
muchos caminos pero todos son en definitiva el mismo.
Como
consecuencia de los acontecimientos que he relatado, mi marido ha
venido haciendo algunos esfuerzos por comprender, ha ido leyendo algún
que otro libro. Se ha integrado también en la vida vegetariana y va
dejando que el tiempo diga su última palabra.
Desde
que hicieron el cambio, Amalys y Ali-Mey son distintos en casi todos
los aspectos. Hay tanto amor en ellos que son diferentes a lo que
estamos acostumbrados.
Les hicimos preguntas sobre el tema de los extraterrestres y fue Ali-Mey la que contestó:
-“Todos
somos extraterrestres. Nadie pertenece a este lugar. Las naves son
reales y a veces se dejan ver para que os vayáis acostumbrando a ellas y
no les tengáis miedo. En otras ocasiones, pueden verse porque no han
tomado las precauciones debidas. En cualquier caso, no necesitamos de
las naves para ir de un planeta a otro. Se viaja al instante, con el
pensamiento. Uno puede trasladarse ¡ya! a cualquier lugar del universo.
¿Verdad que cuando sueñas que estás volando lo vives como si fuera
verdad? En realidad es verdad; mientras tu cuerpo duerme tu te vas. El
sueño es una vivencia real”.
Se dio cuenta de
que en este mundo no usamos correctamente los elementos. Estos están al
servicio del hombre, pero nos olvidamos de que hay que tratarlos con
amor y usarlos correctamente.
Ali-Mey explicó
también que cuando necesitan el agua o la lluvia, llaman a las nubes
portadoras de agua para que acudan adonde son necesarias. Si hace calor,
pides al aire que te sirva, pero con amor, ya que también son seres
vivos. Así es como se hace en otros lugares del Universo.
Estuvimos
hablando de varias cosas, y al final nos dijeron que habían venido con
diferentes misiones: Amalys para curar a través de sus manos y Ali-Mey
como mensajera de la Luz.
TRECE
En
los días siguientes venían con frecuencia a casa. Yo los miraba con la
boca abierta, veía en ellos algo que aquí no es usual. Se reflejaba en
ellos un amor delicado y tierno a la vez, no sé como explicarlo.
Ali-Mey,
nos iba explicando como eran nuestros Seres: el de mi marido desde
luego, corpulento y muy alto, emanando tanta energía que a veces solo se
le ven los ojos como sombras, parecidos a los que tiene en este plano,
pero sin esas bolsas. Y desde luego sin esa barriga, cosa que nos hizo
mucha gracia.
A mí me describió mucho más alta
(por suerte): “Menos mal que no soy una enana…”- pensé. Con el pelo
largo y claro tal como me vi en Valencia. Algo si quedó bastante claro:
allá somos eternamente jóvenes por más años que tengamos.
También
me confirmó el hecho de que me viera sentada en una silla o trono, ya
que fui la reina Maya, el origen del nombre del pueblo maya. Mi marido
fue un gran guerrero defensor del pueblo y del que me enamoré,
compartiendo con él el trono.
No dijo mucho más.
Debemos averiguarlo por nosotros mismos a través de sueños o visiones. A
medida que vayamos avanzando nos irán llegando las respuestas.
Eso me hizo reflexionar sobre la carta de Maite, ya que siempre que la releo me dice algo nuevo.
Al
poco tiempo, recibieron mensajes de que tenían que hacer un largo viaje
y superar allí una gran prueba. Se iban al Canadá, a tres lugares
concretos: Toronto, Eliot y Toledo. Salieron de Barcelona el 24 de Julio
y regresaban el 22 de Agosto. Los acompañamos al aeropuerto y les dimos
un abrazo de despedida, deseándoles suerte y que encontraran lo que
iban a buscar, eso sí, aconsejándoles que fueran prudentes.
Nos
quedamos tranquilos sabiendo que nuestra hija estaba en buenas manos y
no tardando tampoco en preparar las maletas para marchar unos días a la
Vall d’Aran, a un camping en Arròs, un lugar pintoresco y tranquilo
donde por lo menos podríamos dormir por la noche tras contemplar un
hermoso panorama en las noches estrelladas. Nunca pensé que desde allí
se pudieran ver tantas estrellas y tan brillantes.
Cada
día hacíamos una excursión a un lugar diferente: embalses, fuentes
naturales, paseos entre la naturaleza. Nunca antes me había fijado tanto
en ella y me di cuenta de que si la escuchas te habla. Los árboles: el
suave movimiento de sus hojas parece saludarte. Los ríos: su peculiar
musiquilla con el correr del agua te invita a que la acaricies. Los
pájaros: su revoloteo alegre anunciando su libertad con cantos
maravillosos. Contagiados y envidiosos de ellos por no poder hacer
nosotros lo mismo, aunque con la imaginación puedes hacer lo que
quieras. Pasa lo mismo con las montañas: si te fijas bien, te enseñan
sus rostros. Yo los vi. Vi a los dioses o guardianes de esos lugares con
sus rostros estirados mirando hacia el firmamento, pudiendo así hablar
con sus compañeros eternas del universo, con otros planetas, con otros
mundos.
Me mostraron el lecho en el que yacían,
sobre una gran sábana verde estirado a lo largo de ella y dejando ver un
par de rostros: uno con gesto algo burlón y en cambio el otro como el
de un niño vivaracho y juguetón, con una sonrisa. Les saludé desde mi
interior, dándoles gracias por semejante gentileza. Si te fijas, cada
cual te da su mensaje. Otra cosa es saberlos interpretar, pero si te
dejas llevar recibes de ellos todo lo que tengan que darte, decirte o
compartir contigo; cada uno tiene su propio lenguaje.
Aprendí mucho en esos días, en el sentido de liberar mi interior y reflexionar sobre lo que nos estaba pasando en general.
Nos
sorprendió recibir noticias por teléfono desde el Canadá. Era para
darnos el mensaje de que estuviéramos atentos a cualquier aviso.
Habían
contactado con un Ser a través de Ali-Mey que les dijo que había
llegado el momento de la evacuación en las naves que, según decían,
también habían visto. Que todo se iba a pique y no daba tiempo a avisar a
todo el mundo para que estuvieran alertas. Teníamos que permanecer
atentos a cualquier aviso para que vinieran a recogernos.
Se
nos encogió el corazón. Mi marido se lo tomó con algo más de calma, ya
que dudaba de todo eso. Según los datos que nos facilitaron, faltaban
dos días y no habíamos recibido aún ningún mensaje.
Entonces
empezamos a considerar la posibilidad de que no fuera cierto, porque
además pensábamos que sería una injusticia para mucha gente. ¿Qué
teníamos nosotros que no tuvieran los demás para ser salvados? Estuvimos
haciéndonos preguntas de ese tipo, tanto en voz alta como en silencio.
Llegó
un momento en que la espera se hizo insoportable, estábamos inquietos e
impacientes a la vez, sin saber que hacer. Por fin, decidimos no pensar
más en el asunto, considerando también que podría ser una prueba a
superar. Así que nos pusimos a jugar a las cartas, dejando que pasara el
tiempo.
Al anochecer me percaté de un detalle
relacionado con los animales: siempre que va a suceder algo, ellos son
los primeros en darse cuenta y no cantan o están inquietos. Esa noche,
la del día señalado, parecían estar todos más alegres de lo habitual,
los grillos parecía que se habían puesto de acuerdo a la hora de cantar y
con una fuerza inusual. Eso me tranquilizó y más al mirar al cielo. Esa
noche, las estrellas estaban más relucientes y cercanas que cualquier
otra noche. En ese momento vimos caer unas estrellas en pares, hasta un
total de seis. Esa otra señal acabó por confirmarnos que todo estaba
bien, así que nos fuimos a dormir por fin.
Al
día siguiente decidimos intentar llegar a Artiga de Lin, puesto que esos
días las carreteras estaban en obras y las tenían cortadas a
intervalos, haciendo difícil el llegar.
Hay allí
una cascada un tanto especial. Recogimos mucha energía en el lugar, un
lugar curioso puesto que las piedras sobresalen de la cascada dejando
pasar el agua entre ellas y teniendo la apariencia de dos ojos que
parecen intentar decirte algo mientras te observan en silencio. Quizá
por eso llaman al lugar “Los ojos de los Judíos”, aunque no acabo de
comprender el porque de lo de “los Judíos”.
De
regreso, recogí una piedra del camino que llevé un buen rato en la mano.
Noté que desprendía mucha energía, notando un cosquilleo durante
bastante tiempo. La guardé dándole las gracias, junto con otras
recogidas también de diferentes lugares del valle.
Volvieron
a llamarnos desde Canadá para disculparse y decirnos que todo había
sido una prueba que, gracias a Dios, fueron capaces de superar a tiempo.
Recordé
entonces el rostro burlón que me enseñó la montaña. Era un aviso de la
prueba en la que se nos hizo participar y que hasta entonces no
comprendí.
Di las gracias a los seres de la
naturaleza que me avisaron, quedando pendiente lo que quisieron decirme
con el rostro del niño. Tras mucho pensar y no obtener respuesta, lo
dejé en el aire para que se desvelara cuando tuviera que hacerlo.
Descifrar mensajes era algo demasiado nuevo para mí.
CATORCE
Esos
días pasaron volando, pronto hubo que volver a casa. De camino de
vuelta, vimos el panorama desolador dejado por los incendios que ese año
habíamos padecido. Nos invadió una gran tristeza al verlo todo tan
ennegrecido. Esa destrucción afectaría mucho al ciclo de las lluvias.
Ya
estábamos a 22 de agosto. Llamaron cuando llegaron a Madrid para
decirnos que pronto embarcarían con destino a Barcelona y que llegarían
sobre las nueve de la mañana.
Amalys nos
comunicó que tendríamos una sorpresa que consistía en que en vez de
Ali-Mey, venía alguien llamado Nokia en el cuerpo de mi hija Elisabet.
Eso nos hizo ponernos en guardia, en prevención, hasta saber y ver como
eran sus reacciones.
Fuimos a recogerles al
aeropuerto y se nos presentó a mi hija como el muchacho. Se nos dijo que
de momento él estaba para regenerar y dar energías al cuerpo de
Elisabet que tras superar las pruebas había quedado muy debilitado y
necesitado de un buen retoque energético.
Según
parece Ali-Mey pidió permiso a los Maestros para retirarse y poder
recuperarse, dejando en su lugar a Noki que es como a él le gusta que le
llamemos. Nos costó bastante acostumbrarnos y hacernos a la idea de
tratar a nuestra hija como a un chico, ya que al visualizar un cuerpo
femenino te cuesta lo suyo. Nos hizo mucha gracia que protestara por
haberle tocado el cuerpo de una chica y por lo raro que se sentía con
“cosas de más” y echando de menos otras, aunque reconocía que lo
verdaderamente importante era que se regenerara bien el cuerpo para que
pudiera readmitir a Ali-Mey. Para él, aquella era su primera misión en
la Tierra. Nos explicaba cosas de su mundo que era completamente
diferente a este: “Allí viajas volando sin ningún vehículo ni avión”. Se
sorprendía de que aquí para trasladarse a cualquier parte, fuera
necesario contar con un medio de transporte.
Fue
contándonos muchas cosas, entre otras que le gustaban las pizzas; las
había probado en Canadá. Allá en el otro lado, no necesitabas comer ni
beber; al ser Luz se alimentan simplemente de Luz.
Al llegar a casa, le pedimos que nos explicara que había pasado exactamente cuando nos llamaron por teléfono desde Canadá.
Amalys intentó hacerlo en pocas palabras:
“En
Toronto todo nos fue bien. Visitamos las Cataratas del Niágara donde
recibimos mucha energía, gracias a la que pudimos vencer ciertos
obstáculos.
En Elliot Lake tuvimos un primer contacto con un ser que más tarde reconocimos como falso. Nos dimos cuenta a tiempo del engaño…
Ali-Mey
comenzó a notar la presencia de la parte negativa de Elisabet
introduciéndose en su cuerpo. Tuve que defenderme hasta vencerla y
expulsarla”.
Como yo no era experta en
ciertas cosas, quise consultar este tema con alguien entendido, así que
llamé a Akali y a Maite para ver que opinaban. Las dos coincidieron en
decirme que la respuesta la tenía yo, que consultara con mi corazón.
Me
quedé tranquila y les di las gracias siguiendo su consejo. Mi corazón
estaba tranquilo, lo que significaba que todo aquello era una nueva
experiencia que las circunstancias me brindaban. Estaba dispuesta a
aprender todo lo posible de lo que se me quisiera dar.
Noki
era en realidad un futuro Maestro, que en ocasiones se admiraba, se
sorprendía e incluso se desengañaba. Este mundo es muy diferente al suyo
y al resto del universo. Él es de Luz y Amor y no comprende nuestra
forma de vida aunque ya viniera avisado de lo que se iba a encontrar
aquí. Intentaba con desigual fortuna, adaptarse a aquel cuerpo prestado.
Al ser un chico, el comportamiento era distinto.
Mi
marido no terminaba de comprender todo eso y las dudas pueden
generalmente más que él. A veces incluso prefería tomárselo como un
juego, creyendo que tarde o temprano Elisabet se cansaría de jugar y
volvería a ser como era, “normal”. Aunque veía que todo era real, no
acababa de asimilar lo de los cambios, ya que al desarrollarse todo en
el mismo cuerpo, él a quien veía era a Elisabet y aunque no se
comportaba como ella, él seguía viéndola a ella. Preguntaba: “¿dónde
está Elisabet? ¿y Ali-Mey?”
Pregunta lógica por
otra parte, ya que cuando se producía un cambio cada cual volvía a su
mundo para seguir sus respectivas evoluciones, al igual que aquí
seguimos la nuestra aunque en diferentes estados de conciencia o
dimensiones.
Recordé entonces el rostro del niño
en la montaña. Ella no me engañó, realmente había un niño: Noki. Es
sorprendente, pero cierto, aunque no te lo crees hasta que lo vives. De
nuevo di gracias a esos Seres maravillosos que nos brinda la naturaleza.
A veces intento leer lo que dicen las piedras, puesto que también ellas
hablan a su manera. Nos ofrecen rasgos, dibujos, imágenes, números e
incluso rostros. No soy especialmente buena descifrando los mensajes que
hay en ellas, ya que es necesaria un poco más de dedicación y estudio y
de momento me limito a mirarlas con simpatía. Supongo que si el
entenderme con ellas forma parte de mi destino terminaré haciéndolo,
aunque ahora mismo no me atrae demasiado su estudio… quizá más adelante.
Dios dirá.
QUINCE
Pronto
nos encariñamos con Noki, ya que su carácter y comportamiento se parece
más al de Elisabet que al de Ali-Mey. En plena conversación con Noki
salió el tema que tanto me intrigaba acerca de la relación con mi
marido. Me dijo que él había sacrificado sus ojos por mí. Intrigada e
impactada, quise saber como había sido.
Cuando
llegaron los primeros invasores o colonos, y dado que era bastante
hermosa, quisieron llevarme con ellos. Si yo no consentía, nos sacarían
los ojos a los dos. Entonces, mi marido, Umalak, que así se llama su
Ser, ofreció los suyos a cambio de que no me hicieran ningún daño,
conservando así la vida.
Al oír el relato se me
encogió el corazón y pensé en voz alta: “¡Vaya valor el suyo!” Desde
entonces lo miro con más ternura y agradecimiento, aunque él no llegue a
darse cuenta.
En ocasiones cuando me miro al
espejo, pienso en todo cuanto voy descubriendo y me digo a mí misma: si
yo fui reina Maya y mi marido un gran guerrero defensor de ese pueblo,
no sé como me sentaría la corona. Intento imaginarme con ella sobre mi
cabeza, manteniendo el cuello bien derecho para que no se me caiga. Así
me he dado cuenta de que si vas tan estirada, mirando tan alto, no
puedes ver donde pisas y si no ves donde pisas, puedes tropezar y caer
tontamente. Por eso decidí volver a mi estado normal, desde donde las
cosas se ven mucho mejor.
Cuando le expliqué a
Noki lo que se me había ocurrido, dijo que era muy divertida y que se lo
pasaba muy bien conmigo. Me explicó él una serie de cosas de su vida,
por las que deduje que debía ser alguien muy travieso allá en su mundo.
Llevaba de cabeza a los Maestros, pues allí, siendo aún un niño,
intentaba atraer la atención de estos, y si no le hacían caso pues están
generalmente muy ocupados, entonces les estiraba de las túnicas con
tanta fuerza que casi se las quitaba. Allí por lo visto, no se es adulto
hasta cumplir los 125 años; hasta ese momento no dejan de ser niños.
Por
él supe también que Saint Germain sabe que le llamo “viejo regañón”,
pues antes de que viniera le prepararon informándole de todo sobre
nosotros. Me ruborizó el hecho de ver descubierto mi pequeño secreto,
pero me tranquilizó diciéndome que él siempre está cerca, que somos
grandes amigos.
No me atreví a preguntar
demasiado sobre Él puesto que ni se me había ocurrido que lo tuviera tan
cerca. No me creía digna de semejante honor pensando que eso estaba
reservado para otros con más experiencia; lo mismo me ocurre con Jesús,
al que miro siempre con gran respeto.
Tengo por
costumbre saludar a los Maestros por la mañana al levantarme y
despedirme de ellos al acostarme, y al nombrarlos noto siempre un
escalofrío desde la nuca hasta la cintura. No supe lo que significaba
hasta que comprobé que me devolvían el saludo abrazándome o bien pasando
sus manos por encima para acariciarme.
Recuerdo
que desde niña siempre he sentido a alguien a mi lado. Es algo que se
nota, pero que no sé bien como explicar. Sientes que hay alguien a quien
no ves. En cierta ocasión me escapé de casa, ya que no me llevaba
demasiado bien con mi padre. Mis padres se separaron siendo aún una niña
y nos quedamos con él mi hermano Juan y yo.
Me
escapé y fui al Tribunal de Menores, como si ya supiera lo que debía
hacer y como ir, cogiendo el tren a Barcelona. Me sentí cogida del brazo
y conducida hasta llegar al lugar correcto. Eso me hizo reflexionar más
de una vez, puesto que en aquel entonces ya tenía 15 años. Me llevaron a
un internado en el que estuve hasta que me casé, con 20 años.
Mi
madre formó otra familia de la que nacieron en Brasil mis hermanos
Raimundo y Jorge. Desde que volvieron a España hemos mantenido el
contacto, algo que siempre he agradecido a mi madre. Por muy lejos que
estuviera siempre hemos estado unidas. Así que mis padres siguieron con
sus vidas, cada uno por su lado.
Había noches en
las que al acostarme notaba a alguien cerca. Me hacía la dormida
sintiendo como me miraban y luego iban hacia el lado de mi marido. El
corazón me palpitaba tan fuerte que parecía a punto de estallar.
Recuerdo
que una de esas noches, el despertador hacía un ruido raro, e incluso a
veces dejaba de oírse el tic-tac. Me lo acercaba al oído para ver si se
había parado, pero veía como el segundero seguía moviéndose; de repente
volvía a oírse el tic-tac pero tan rápido que parecía que el
despertador se iba a volver loco. Era de esos días en los que se te
encoge el corazón y te tapas hasta la cabeza, porque presentía la
presencia de alguien. Pensé en la perrita que aún teníamos: “si la perra
no gruñe o no ladra, deben ser cosas de mi cabeza”, así que levanté los
brazos de golpe como si fuera un fantasma, quedándome tranquila.
Explico
esto porque está relacionado con lo que me dijo Noki sobre Saint
Germain: por lo visto era él, el visitante que yo presentía, y que
cuando quiso calmarme acariciándome para que no me asustara, fue cuando
yo reaccioné y lo eché. Por lo visto se asustó tanto que fue contra la
pared.
No me lo podía creer. De manera que era
Él a quien tenía tan cerca, y sin saberlo. Me sentí fatal. A cambio de
sus caricias le propiné un buen susto.
No
obstante, le pregunté a Noki: -“¿cómo es posible que no sepan como vas a
reaccionar, y cómo chocan si son capaces de traspasarlo todo?”
-“Normalmente
es así – respondió Noki-, aunque existe un margen de tiempo. Saben
hasta donde puedes llegar y conocen tus reacciones, pero no pueden
adivinar una reacción inmediata, que a veces es cuestión de décimas de
segundo, sin antes consultar con el Padre”.
Noki
quería saber que era un “parque de atracciones” y decidimos ir al
Tibidabo a pasar el día. Fuimos los cuatro: mi hermano, Noki, mi marido y
yo.
Cuando vio todo aquello se quiso subir en
todas las atracciones, haciendo que yo subiera también, algo que nunca
antes había podido hacer por los constantes mareos que sufría. Cuando
subí a la montaña rusa estaba temblando. Cual no sería mi sorpresa al
descubrir que me lo estaba pasando bien, muy bien. En el tiovivo, donde
siempre acabo devolviendo, repetí tres veces. Lo que nunca había hecho
ni de joven ni de niña… ¡A la vejez, viruelas!
Seguí
con la alfombra mágica y el barco pirata, donde sí que pedí auxilio,
pues al aguantar tanto la respiración bajé con las piernas temblando.
Pero se me pasó en el tren que va de carrerilla de rápido. En
definitiva, que nos lo pasamos muy divertido. Noki estaba entusiasmado
aunque algo triste pues pronto se debía ir, dejando pasar a Ali-Mey
durante unos días. Se consoló no obstante, al pensar en todo lo que
tenía para contar a los Maestros.
Hay una
canción que me ha intrigado desde que la oí por primera vez poco después
de regresar de Valencia. No sé porque, pero siempre la relaciono con
Maite. La veo cantando esa melodía, vestida de forma diferente y con una
pandereta en la mano. Una especie de pañuelo húngaro en el pelo,
decorado con medallitas doradas alrededor.
No
recuerdo haber oído antes esa canción, pero me resulta muy familiar,
como si dentro de mí ya la hubiera oído, como si esa melodía formara
parte de mi pasado.
Me informé y descubrí que su título es “Sister Golden Hair”, que traducido viene a ser “La Hermana del Cabello Dorado”.
Supe más tarde que era la reposición de un tema muy antiguo y que al parecer, tuvo mucho éxito en su momento.
DIECISÉIS
En
uno de los momentos en los que pude hablar con Noki, le hablé de lo que
me había sucedido con el joven del supermercado que tanta huella me
había dejado. Me sonrió sin decirme nada, asegurando que lo sabría todo
en su momento.
Esa noche después de cenar había
que hacer el cambio y dejar paso a Ali-Mey, así que Noki fue a tumbarse a
la habitación. Al poco rato apareció una sonriente Ali-Mey, que se
acercó cariñosamente a mi hermano para abrazarle, haciendo lo mismo con
nosotros.
Tras una conversación breve tocamos el
tema de la boda, puesto que si debían seguir siempre juntos a partir
del cambio y deseándolo como lo deseaban, sería lo mejor para todos.
Unos
días después fuimos a casa de mi madre para poder disfrutar de un poco
de playa. El sol nos brindó sus rayos mejores y más cariñosos, a pesar
de que la mayoría de esos días estaban nublados y con viento.
El
agua estaba perfecta, tranquila y bastante clara, como dándonos la
bienvenida. Se estaba tan bien que daban ganas de abrazarla. Ali-Mey
flotaba como un pececillo y aunque no se movía, no se hundía. Quiso que
nosotros hiciéramos lo mismo, pidiéndole al mar que nos sujetara. Noté
algo, como si me rozaran las nalgas, aguantándome. Solo fue un momento,
al tener la inevitable sensación de que si no te sujetan te hundes y
moverme ligeramente. A partir de ese instante, dejé de notar ese roce.
Como mi marido no sabe nadar se quedó en la orilla, donde se siente más seguro con los pies en el suelo.
Cuando
mejor estaba en el agua, intenté coger una piedra del fondo, pero el
mar no me dejó, arrastrándola hacia el interior. Ali-Mey me sugirió que
le pidiera permiso para cogerla. No le hice caso y seguí intentándolo.
Cuando ya casi la tenía, el mar me la arrebató prácticamente de la mano.
Yo sonreía, pues ese juego me hacía mucha gracia. Lo intenté de nuevo,
esta vez con el pie, y casi me caigo. Por fin dije la palabra mágica, le
pedí permiso para coger una piedrecita y, ante mi sorpresa, las olas me
dejaron una en la orilla al retirarse. La cogí, se la di a mi marido
para que la guardara y me sumergí otra vez en el agua nadando un poco
hacia el interior. El mar nos salpicaba el rostro y nosotros hicimos lo
mismo. Nunca antes había pensado en el mar como algo vivo, como si
pudiera tener voluntad propia y mucho menos que fuera tan juguetón.
Tienes momentos tan alegres y felices que, sin darte cuenta, eres como
un niño en el agua. Pocas veces me había divertido tanto.
Ali-Mey
dice siempre que el mar es uno de los elementos más incomprendidos,
puesto que siempre que quiere jugar lo hace con las olas o salpicando
caprichosamente, provocando así que los demás hagan lo mismo. Cuando hay
peligro, avisa intentando empujar a la gente hacia afuera para que no
entre. Pero la mayoría de las veces no nos damos por aludidos y así
ocurren las desgracias que siempre se achacan al propio mar.
Siempre
podrás disponer a tu antojo de los elementos si los respetas
debidamente. Si es así, ellos también te respetarán a ti. Debe existir
un acuerdo común para que la relación funcione a la perfección.
Resulta maravilloso ver como uno puede compartir con los elementos todo un juego que nos ha dado la naturaleza.
DIECISIETE
Cuando
por fin supe que el libro de Akali me lo había dado el maestro Kuthumi,
me sorprendí mucho. Este maestro fue en su día San Martín de Porres y
también San Francisco de Asís, entre otros.
Parece
ser que sufrió un poco cuando rechacé el libro, pensando que
definitivamente no iba a quedarme con él. Le di las gracias finalmente
con todo mi corazón.
Supe también quien me
facilitó el dinero necesario para acudir a Valencia: Saint Germain. Eso
sí que no me lo esperaba, y menos aún el regalo tan tierno que me
brindó. Eso no lo olvidaré nunca. Fue una delicadeza tan grande por su
parte que le estaré eternamente agradecida.
El
muchacho que me atrajo por su sonrisa, el del supermercado, resultó ser
mi hijo. Aquel que llevé dentro de mí durante algún tiempo y que no
llegó a nacer.
Vino a verme para tranquilizarme,
para que supiera que estaba bien. Dándome a entender que si viviera
llevaría ese estilo de vida, ese estilo tan extravagante y que tanto me
chocó. Lloré de agradecimiento y en parte de tristeza pues aún no he
podido decírselo a mi marido. Al parecer guarda la moneda que le di en
su corazón, como algo muy valioso.
Siempre pido a
los maestros que llegue el día en que me sea posible agradecerles todo
lo que han hecho por mí, en forma de abrazo.
Ali-Mey
tuvo que irse de nuevo, y volvió Noki. Traía nuevas para mí. Decía que
pronto tendría que escribir un libro explicando todo lo que había
ocurrido desde que enfermó mi hija. Tragué saliva. ¿Un libro? ¿Qué puedo
yo decir que no hayan dicho ya los demás?
Me tranquilizó diciendo que en el momento debido me llegaría la inspiración y me pidió que le citara a él en el libro.
Mi
hermano Jorge se iba integrando poco a poco, quien al principio (como
todos) quería saber que terreno pisaba. Ha hecho un cambio espectacular,
ya que siendo una persona que tenía una cantidad ingente de problemas,
esta nueva esperanza va haciendo que los vaya poco a poco venciendo, eso
sí, con mucho valor. Tiene un corazón enorme y mucho amor para dar. Eso
le ayuda a superar ciertos obstáculos, que es necesario que todos
tengamos, ya que sin ellos nunca lograríamos subir un nuevo peldaño y
ascender en nuestro camino.
DIECIOCHO
Mina
es un Ser muy especial que viene cuando no pueden hacerlo Noki o
Ali-Mey. El cuerpo de Elisabet debe estar siempre ocupado por algún Ser
de Luz, puesto que de no ser así, estaría inerte, sin movimiento, como
dormida y corriendo el riesgo de que se filtrara en ella alguna entidad
de carácter negativo.
Mina no habla como nosotros, así que se expresa escribiendo o dibujando, aunque puede entendernos.
Permanece
siempre alerta a cualquier peligro, pues percibe enseguida a los Seres
de No Luz, echándolos inmediatamente. Nosotros no podemos verlos pero si
los notamos cuando ya los tenemos encima, que es cuando más trabajo
cuesta deshacerse de ellos, más aún si no sabes como hacerlo. Así pues,
su misión aquí la mayoría de las veces, consiste en protegernos hasta
que podamos hacerlo por nosotros mismos.
Hace
algún tiempo que tengo olvidado al maestro Cha-Ara al que siempre le
pido una rosa desde que leí en el Libro de Oro de Saint Germain, en un
apartado dedicado a él, que siempre procura presentarse con un ramo de
rosas para las hermanas. Yo solamente le pido una con todo mi cariño.
El
23 de Septiembre vino mi madre a pasar el día conmigo. Dedicamos todo
el día a la charla, ya que no podemos hacerlo tan a menudo como
quisiéramos. Sobre las cinco de la tarde llamaron a la puerta. Eran mi
hija y mi hermano. Noté algo diferente en ella, los abracé y entraron.
Pregunté a mi hermano quien era, puesto que su comportamiento no me era
familiar. Contestó que lo habría de decir yo, ya que según parecía sólo
yo podía saberlo, nombrándole el libro. Pensé en el de Akali, así que le
miré a la cara y pregunté: “¿Kuthumi?”, a lo que Él respondió: “Ese
libro no. El otro. ¿A quién le pides una rosa aunque sólo sean unos
pétalos?” Entonces si me sorprendí: “¡Cha-Ara!” exclamé. Sonriente me
ofreció una de las rosas que trataba de esconder desde que entró,
diciéndome que Él no podía presentarse sin una rosa. Lo abracé llorando,
dándole las gracias. Las piernas me fallaban, no me lo podía creer.
Al
oír el nombre de Cha-Ara mi hermano confesó que nunca antes había oído
ese nombre. Por eso Él, al presentarse, no se lo quiso decir. Por eso
tenía que decirlo yo. La verdad es que ese nombre no es muy conocido,
así que por mucho que Él se lo hubiera explicado, mi hermano no habría
sabido quien era.
Entonces, mi hermano quiso
aclararnos que fue Él quien se presentó aquel día que anduvo perdido
casi dos horas, quien le preguntó si era brasileño.
Mi
madre se emocionó al recibir ella también una rosa de sus manos. Me
preguntó que que me pasaba, con lo habladora que yo era y de pronto me
había quedado muda. Ella que había venido precisamente para enterarse de
todo lo que estaba pasando.
Se lo expliqué y
estuvimos conversando de varios temas. Nunca pensé que a los maestros
pudiera gustarles tanto la conversación, que les expliquemos nuestras
cosas. No creí que estuvieran tan cerca realmente.
Por lo visto, Él ya había estado en Barcelona en el año 1840, en su última encarnación.
Vino
de Francia en un viaje, en compañía de sus padres siendo aún un niño.
Se dio cuenta de cuanto había cambiado todo, sobre todo le llamaron la
atención los coches. En sus recuerdos solo había carruajes. Las
bicicletas de entonces eran muy incómodas, sobre todo a la hora de tener
que apearse de ellas, puesto que si no encontrabas un buen apoyo podías
fácilmente verte en el suelo.
Nos recalcó que
las rosas eran de Las Ramblas, algo que por lo visto en su tiempo era
muy importante. Los caballeros de entonces, con sus capas y sombreros,
solían ir a las floristas de Las Ramblas a buscar flores. Nos sentimos
muy halagadas con el detalle.
Nos hizo sonreír
al participarnos sus recuerdos, en especial, en como su esposa intentaba
dormir sin mucho éxito debido a los ronquidos de Él. Parece ser que
incluso llegaba a taparse los oídos con algodón, trapos y hasta trozos
de queso. Al parecer, una noche en que roncaba más de lo habitual, ella
llegó a meterle en la boca los trozos de queso que había usado como
tapones. Él se los tragó de golpe, tal y como estaban.
Terminó
disculpándose por una broma que hacía ya tiempo había querido gastarme y
no le salió bien. Le miré sorprendida, sin saber a que se refería. Él
me lo explicó:
-“Era un día de esos en los que
nos asomamos para ver lo que hace la gente y me dije “voy a ver que hace
Maia”. Te vi subida a una escalera quitando el polvo de un mueble. Me
fijé en un cubo con agua que había junto a la escalera y lo acerqué un
poco a ella para ver que pasaba. El caso es que al bajar no miraste como
pensé que lo harías, y acabaste metiendo el pie dentro del cubo…”
Me
miró como pidiendo perdón, compungido. Al verle así, no pude aguantar
más y me reí a carcajadas. Me resultaba muy gracioso, sobre todo
teniendo en cuenta que siempre consideré aquella anécdota como un
despiste mío. Aunque es verdad que nunca había sabido como el cubo llegó
a estar tan cerca de la escalera y no le di más importancia.
Sorprendida sí me quedé, incluso le expliqué la anécdota a mi amiga, la
cual dictaminó que cualquier día perdería la cabeza.
Nos
preguntó también por Noki que nos había cogido mucho cariño, igual que
nosotros a él. Su carácter era muy parecido al de Elisabet. Nos dijo que
llegaría a ser un Gran Maestro, más grande incluso que Él.
Tras
un rato más de conversación, nos advirtió de que a través del cuerpo de
Elisabet vendrían seres de todos los colores y entidades. Aseguró que
por el momento mi hermano lo estaba haciendo muy bien, a la hora de
impedir el paso a según que entes. Nos previno que pronto vendría el
maestro Kuthumi, que era muy bromista.
Le
preguntamos porqué era tan poco conocido y nos respondió que aunque
siempre había estado aquí en sus reencarnaciones no había llamado
demasiado la atención, lo que no quiere por supuesto decir que no
hiciera el bien. Siempre obró en silencio. Nunca le hicieron santo pues
ser santo o estar en un altar es algo que solo corresponde a Dios. No es
fácil encontrar su nombre en libros, simplemente alguna reseña o
comentario muy breve.
Algo sí quiso dejarnos muy
claro: siempre había estado en desacuerdo con los curas por ese motivo.
Nunca quiso entrar en una iglesia y no era por no creer en Dios. Su
propósito era que, mientras Jesús apareciera en la cruz, Él no entraría
en una iglesia. Para Él, esa era una manera de revivir continuamente su
calvario y sufrimiento. Eso ya pasó. ¿Por qué no hacen estatuas
sonrientes de Jesús? ¿Por qué lo representan siempre sufriendo en la
cruz? Por lo visto, terminaba convenciéndoles, pero le contestaban que
era algo que estaba así montado desde hacía mucho y no podía cambiarse
así como así.
Entonces recordé lo que me decía
mi hija a veces referente a las cruces: no podía soportar ver el
sufrimiento de Jesús. Era un tormento para su vista y un dolor para su
corazón. Preferiría verle siempre sonriente.
Ahora
por fin comprendo lo que quería decir, algo que nunca me preocupó tanto
como a ella, aunque en mi interior sabía que tenía razón.
Llegó
la hora de despedirnos y me entristecí. Le comenté la idea que yo tenía
acerca de los Maestros. Le dije que pensaba que eran diferentes y sin
embargo había descubierto cuan sencillos, humildes, cercanos y
divertidos eran.
Me respondió sencillamente que son normales aunque en planos más avanzados espiritualmente.
En
ese momento no le entendí del todo, pero con el tiempo supe lo que
quiso decir. Ellos, los Maestros, fueron hombres y mujeres como
nosotros, que nacieron un día y vivieron sus vidas como nosotros vivimos
las nuestras. Unas veces mejor que otras, hasta superar su etapa o
tiempo, uniéndose después a su Ser Divino y convirtiéndose en Seres de
Luz y Amor. Lo mismo que nos pasará a nosotros el día que estemos a
punto y hayamos superado nuestra etapa, para despertar unidos a nuestro
Ser Divino que todos somos. Desde ese momento seremos Uno con nuestro
Ser, siendo así perfectos en Luz y Amor como lo son Ellos.
Es
por eso que están tan interesados en ayudarnos. Saben como somos y nos
comprenden, pero debemos pedir su ayuda, están esperando que la pidamos
para conseguir volver al verdadero hogar al que pertenecemos, al
verdadero lugar que un día dejamos voluntariamente a un llamado del
Padre. Sabiendo que este mundo es diferente a otros.
Por
ejemplo: es como salir a explorar un lugar y experimentar las vivencias
y costumbres de ese lugar, para luego regresar y explicar lo que has
vivido y experimentado, lo que de verdad ocurre en ese lugar. Pero no
explicándolo de oídas, sino habiéndolo vivido personalmente y entregar
esas experiencias a Dios Padre.
Eso es lo que
hemos estado haciendo, aunque de vez en cuando nos hayamos visto
envueltos en hechos que nos han retenido, que nos han obligado a volver y
empezar de nuevo la lección.
Cada uno de
nosotros tiene una misión que cumplir. Se nos brinda la oportunidad de
despertar y recordar cual es realmente esa misión, cual es nuestro papel
aquí.
Me costó mucho tiempo entenderlo. Después
de muchas horas de reflexión, encontré al fin la respuesta que estoy
reflejando en estas páginas.
A pesar de mis
errores intento aprender de ellos y mejorar. Vale la pena el esfuerzo
sabiendo que Dios Padre nos está esperando con los brazos abiertos.
Me
despedí de Cha-Ara con un abrazo y Él me recordó que Saint Germain está
siempre cerca de mí, mucho más de lo que yo me imaginaba. Lo miré
mientras se iba a la habitación de mi hija para dejar paso a Noki, quien
no tardó mucho en aparecer.
DIECINUEVE
Esa
misma semana empecé junto con mi hermano un cursillo que te enseñaba a
controlar tus propias energías. El curso en sí estuvo bien, aunque no
estuvimos de acuerdo en determinados puntos y así lo manifestamos. Se
nos dijo que era un sistema similar aunque no idéntico al que nosotros
empleábamos.
Trabajaban con rosas que, tras
crearlas mentalmente con todo el Amor, se llenaban con todas las
negatividades para luego destruirlas, haciéndolas explotar con algún
tipo de arma de fuego. Nosotros trabajábamos con la Llama Violeta que
transmuta o purifica la parte corrupta o negativa del cuerpo.
La
verdad es que destruir algo que se ha hecho con tanto Amor, cargándolo
primero con todo lo sucio que tenemos y haciéndolo explotar después, no
nos parecía la mejor forma de purificación y menos descargándolo aquí,
en la Tierra. Como dando a entender que la Tierra lo limpia todo por sí
sola.
Lo cierto es que ahora es cuando la Tierra
necesita más Amor y Luz. Si además la vas cargando con toda esa
negatividad de todo el mundo, tarde o temprano ha de volverte. Esa es al
menos nuestra opinión.
No sabemos explicar
mejor el porqué, pero seguimos con nuestro sistema que, al menos, si
entendemos el funcionamiento de la Llama Violeta.
Esto
me hizo reflexionar en el sentido de que no todo el mundo que imparte
cursillos de este tipo, tiene muy claro como y para que sirven, las
contradicciones que tienen. Reflexión, pero también respeto por su
opinión y sus puntos de vista.
Al finalizar el
curso nos hicieron fotografías del aura, una al entrar y otra al
terminar la meditación. Se quedaron sorprendidos al ver la de mi
hermano, tanto la primera como la segunda. Tan solo le dijeron que no
había necesidad de decir nada, que las fotos hablaban por sí solas: le
salía la sanación a raudales por todas partes. Las mías no fueron tan
espectaculares pero también reflejaban la sanación a través de mis
manos. El color violeta destacaba, dejando claro que era ese el color
con el que trabajo.
Me alegré al saber que por
medio de mi trabajo hacia los demás, podía dar sanación sin que nadie se
percatara. Eso me hizo feliz. Siempre había querido hacer algo por los
demás y a ser posible en silencio. Mira por donde, lo estaba haciendo a
través de mis manos. ¡Gran descubrimiento el mío!
Después
me di cuenta de que realmente y en cierto modo, todos somos sanadores.
Solo hay que proponérselo, solo con desear el bien para la otra persona
ya la estás ayudando.
En esos días tuve varios
sueños. En uno de ellos vi el jarrón del comedor vacío. Una mano
invisible puso en él cinco rosas, con la particularidad de que una de
ellas estaba marchita, mientras que las otras estaban perfectas. Eso me
hizo recordar que Cha-Ara ya me había traído la suya. Me pregunté quien
me las traía ahora.
Soñé también que Akali me
avisaba de un peligro con relación a mi hermano, al que avisé para que
estuviera atento aunque él ya presentía algo.
Esa
noche se fueron a casa después de cenar. Aún no había pasado un cuarto
de hora cuando llamó Amalys diciendo que Noki se había puesto en trance
por el camino y que tenían que volver para quedarse un par de días y
poder el recuperar la energía que había perdido hasta casi agotarla.
Al
llegar, lo tendimos en la cama pues estaba como dormido de pie. Empezó a
hablar en japonés con alguien al que al parecer conocía. La
conversación debió ser de lo más divertida, pues aunque no era
consciente, se notaba que lo estaba pasando bien. Le cambiamos como
pudimos y lo metimos en la cama, diciéndole a mi hermano que se fuera a
descansar que yo me quedaba a su lado, prometiéndole avisar si había
alguna novedad.
No tardó en volver a la realidad
aunque muy débil a causa de haberse enfrentado a fuerzas que querían
hacer daño a mi hermano, quedándose Noki sin fuerzas ni energías a pesar
de que mi hermano no se dio cuenta de nada.
Le
pregunté con quien había estado conversando y me dijo que con su amigo
japonés Makoo, que al parecer tiene la facultad de verle siempre que
sale de su cuerpo para visitarlo.
Me miró muy
serio y me preguntó si quería que viniera el maestro Kuthumi, a lo que
respondí que yo no era nadie para negarme. Me insistió en la pregunta y
yo le respondí con otra: -“¿Qué pasará entonces contigo? ¿Adónde irás?
¿Será bueno para ti?”-
Me sonrió asegurándome
que estaría bien y que recuperaría toda su energía. Accedí pues a que
viniera Kuthumi. Le tenía cogida una de sus manos, sentada en el borde
de la cama, cerca de su rostro. Cerró los ojos unos segundos y cuando
los volvió a abrir los tenía de par en par y con una voz algo más grave,
me dijo:
-“¡Hola!”
-“Hola” –respondí sonriendo.
Sin
apenas moverse miró la habitación y dijo que había mucho amor en ella.
Yo le contesté: -“He pasado aquí muchas horas junto a mi hija…”
Entonces
me di cuenta de que aún tenía su mano entre las mías. Se la solté
riendo al ver su mirada. Con su mano me acarició la nariz, subiéndome
las gafas que las tenía algo caídas. Me dijo:
-“Veo
que ya recibiste las rosas. También vino Cha-Ara a traerte la tuya.
Estarás contenta: por fin la conseguiste. Se llevó muy buena impresión
de ti”
Al principio no comprendí lo de las
rosas, luego pensé que me las había traído Él. No dije nada. En realidad
no sabía a lo que se refería. Más adelante supe de quien venían las
rosas: una de ellas era de parte de Kuthumi.
Y
como no podía ser de otra manera, salió el tema del libro de Akali. Le
di las gracias pidiéndole también perdón por habérselo hecho pasar un
poco mal, avergonzándome por lo tonta que estuve ese día en que no supe
ver. El me contestó que no estuve tonta, simplemente tenía que ser así,
no debía conocer su procedencia hasta que llegara el momento.
-“¿No querías un guía? Pues te lo di”.
Quise abrazarle agradeciéndole de nuevo todo lo que hacía por mí.
A
continuación salió el tema de Noki y del estado en que había quedado:
según Él, Noki había hecho algo muy grande sin que Amalys se percatara
siquiera: le había salvado la vida, evitándole un accidente, lo que le
había llevado a consumir toda su energía. Para Noki había sido una
prueba que debía necesariamente superar para evolucionar.
Hablamos
también sobre el sueño en el que Akali me había avisado del peligro. Me
dijo que le diera las gracias, que ella ya sabría porqué y que eso la
pondría muy contenta. Así lo hice, dándole saludos de su parte.
No
podía creer que estuviera tan tranquila, sentada en la cama hablando
con El. Le comenté entonces como siempre me había gustado leer la vida
de San Martín de Porres.
“Yo siempre vine con el
convencimiento de servir a Dios –me dijo- “siempre tuve claro mi
propósito. Así que siempre vine a servirle”.
Lo
que más me fascinó como San Martín de Porres fue como hizo entender a
los ratones que se fueran, para evitar así que fueran sacrificados…
“Es
que estaban por todas partes, lo roían todo, hasta la ropa de oficiar
la misa. Un día me enteré de que iban a poner veneno para exterminarlos y
yo no podía consentirlo. Yo mismo me extrañé al ver como me escuchaban y
me obedecían. Les mandé que se alejaran hacia el bosque, que yo les
llevaría su ración diaria de pan, con la condición de que no volvieran
más por aquel lugar si no querían morir, y así lo hicieron”.
Me
sugirió que era posible que mi marido disminuyera el volumen de su
barriga, simplemente no bebiendo tanta agua y comiendo un poco más. Lo
sabía pues había tenido un problema parecido en otra de sus
reencarnaciones con la eliminación del agua que bebía; la gente pensaba
que comía demasiado: -¡En realidad apenas comía algo de pan y poca cosa
más!”-. Hasta que se cansó de que la gente le acusara de comilón y se
puso a hacerlo al revés. Comía mucho y bebía poco, consiguiendo que su
barriga desapareciera: -“Puede que a él le esté pasando lo mismo”-.
También
me explicó el caso de un alumno que aunque se comportaba correctamente,
aún comía carne y pescado. Aprovechó que esa persona era capaz de
percibir voces, para comunicarse con él en el momento en que iba a
clavar el tenedor sobre el pollo, diciéndole: -“¡¡No se puede comer ni
carne ni pescado!!”-.
El chico, al oírlo miró el
pollo, lo levantó para asegurarse de que no había nada debajo y al no
ver nada, miró debajo de la mesa y a su alrededor. Como nada vio, siguió
a lo suyo, y al ir a pinchar el pollo de nuevo, el maestro repitió:
-“¡¡No se puede comer ni carne ni pescado!!”-.
Miró
seriamente a su abuela que acababa de sentarse a la mesa para comer y
le preguntó porque le había dicho eso. Ella le miró pensando que estaba
algo ido, diciéndole que no le había dicho nada y que siguiera comiendo.
Por tercera vez intentó pinchar el pollo y por tercera vez escuchó las
mismas palabras: -“¡¡No se puede comer ni carne ni pescado!!”-.
El, muy serio, se dirigió a su abuela diciéndole:
-“¡Toma! ¡Cómetelo tú entonces!”-.
Esta anécdota me hizo mucha gracia, puesto que no me esperaba el final.
Me
insinuó que tenía que marcharse, que Noki ya estaba avisando de que
volvía, pero antes quiso decirme que Saint Germain siempre estaba
conmigo, mucho más cerca de lo que imaginaba, y que El también lo
estaba.
Era la tercera vez que oía algo similar:
primero Noki, después Cha-Ara y ahora Kuthumi. En ese momento aún no
comprendía lo que significaba, en realidad no me atrevía a creerme
demasiado que pudiera tenerle tan cerca.
Siempre
había deseado ser una de esas personas afortunadas que tienen muy cerca
un Ser Superior como El. No creí que alcanzaría nunca tal privilegio,
pensé que eso estaba fuera de mi alcance.
Nos
dimos un abrazo de despedida, mientras me decía: -“Ya sabes mucho, mucho
más de lo que crees. Tu crees que no sabes nada pero no es así,
créeme…”-.
Se echó en la cama cerrando los ojos. Noki llegó enseguida, impaciente por saber que opinión tenía yo de El.
VEINTE
Cito
a continuación unos sueños que aún hoy me inquietan por su contenido,
así como por el hecho de no haber resuelto todavía algunas de las
visiones que en ellos aparecen.
PRIMER SUEÑO:
Vi
como me entregaban un gran libro cuadrado y en la portada, en la parte
izquierda, se veían dos imágenes como fotos en color, una en la parte
superior y otra más grande en la inferior. Las imágenes representaban
mundos o planetas.
En la parte derecha del libro
había siete cuadros de arriba abajo, más reducidos de tamaño, en cada
uno de los cuales aparecía también la imagen de un mundo o planeta,
todos ellos diferentes.
Recuerdo que los colores
eran realmente hermosos, vivos. Al lado de cada uno de los cuadros
pequeños había un signo parecido a los del zodíaco, pero sin ser los
mismos, en ellos había una clave que se repetía.
Pude saber que nuestro planeta estaba representado en tercer lugar contando desde abajo, el cuarto desde arriba.
Después
de mucho reflexionar, la única conclusión lógica a la que pude llegar
hasta hoy es que el libro es EL GRAN LIBRO DE LAS LENGUAS UNIVERSALES,
puesto que con tantos mundos representados, seguro que existen otras
lenguas. Esas siete lenguas en sí, estarían repartidas en siete sistemas
diferentes o grupos galácticos, ordenados según su evolución
espiritual.
Los símbolos o claves representan a las lenguas: uno por cada una de ellas.
En cuanto a la situación de la Tierra, se podría deducir que está ya prácticamente en la cuarta dimensión.
No
sé si esa es la interpretación correcta, supongo que recibiré alguna
confirmación también de porqué se me daba a mí ese libro.
SEGUNDO SUEÑO:
Tiene
también relación con el cuadro. Apareció una imagen dentro de un cuadro
con varias chimeneas. Todas eran redondas y de diferentes alturas, y
sólo una de ellas era cuadrada y alta, estrecha en su parte superior y
ensanchándose en la inferior. De ella salía un espeso humo blanco,
mientras las demás estaban todas apagadas.
En
principio no lo entendí. Ahora sé la relación que tiene este sueño
conmigo: las chimeneas son los obstáculos u oposiciones y por eso están
apagadas. En cambio, la chimenea que está encendida soy yo, rodeada de
esos seres que quieren apagarme la Luz que intento conservar con todo el
Amor de mi Ser, para poder vencer todos los obstáculos.
OTRO SUEÑO:
Al
principio de iniciarme en este maravilloso mundo, vi en sueños la
cubierta negra de un libro, con unos números bien grandes y claros: “364”, que estuvieron intrigándome durante unos días.
En
un primer momento, lo relacioné con algún número de la suerte, luego
con una fecha y más tarde comprobé que eran los días del año, aunque a
falta de uno. Significaba que me encontraba en el primer día de tantos
que faltan para algún acontecimiento. Es decir: una cuenta atrás de algo
que tiene que llegar, con la sensación o el presentimiento añadido de
que debemos estar espiritualmente preparados.
Estando
concentrada en meditación, visualicé con asombro un hermoso cáliz
dorado, emanando tanta Luz que, si realmente había algo grabado en él,
no pude verlo. Su Luz era tan intensa que me llenó de gozo. Nunca había
visto un cáliz como ese, era verdaderamente hermoso, ancho y corto por
arriba, con el pie muy delgado y largo.
Más tarde supe que era el Cáliz de la Vida, del que todos habremos de beber un día.
En otra ocasión me vi como un Sol. Se abrió una puerta que pensé que abrían para mí, pero no entré por si no debía hacerlo.
Unos
días después volví a verla y decidí entrar para ver que había. Sólo
pude ver oscuridad, así que de golpe y porrazo me encontré con una gran
antorcha de Luz en las manos, que me permitió ver a los seres que allí
había, intentando protegerse los ojos de la Luz. Los mandé salir fuera,
porque sabía que no debían estar allí. Los eché hasta que no quedó
prácticamente ninguno. A continuación clavé la antorcha en medio de
aquel lugar para que no volviera a inundarlo la oscuridad, dejando
además la puerta bien abierta para que hubiera más Luz y me fui sabiendo
que todos tenían ya su Luz.
Fueron unos
momentos que viví realmente y siempre que lo recuerdo, intento volver a
visualizar ese lugar para cerciorarme de que sigue bien, viendo la
antorcha con su potente Luz y desde luego, la puerta abierta de par en
par, a fin de que si entra alguien siempre respire en paz y obtenga la
Luz de ese sitio.
A los pocos días fui a visitar a mi padre que vivía fuera de Barcelona, con lo que debía coger el tren de cercanías.
De
regreso, después de subirme al tren, me coloqué al lado de la
ventanilla, fijándome en las nubes cargadas de ese día que lo cubrían
casi todo. Al fijarme en una de ellas, vi que era totalmente diferente
en color y forma. Me chocó su color anaranjado y su forma ovoide, como
intentando camuflarse entre las otras nubes. Mientras el resto de nubes
seguía su camino, esta permanecía quieta. Inmediatamente, pensé en una
nave y me fijé en si el resto de pasajeros habían reparado también en
ella. Me di cuenta enseguida de que nadie estaba mirándola. Permanecí
alerta, vigilándola, pero al salir del paso entre unos edificios ya no
estaba. Solo estaba el resto de nubes, siguiendo su camino. Miré hacia
atrás y volví a verla aunque no entera, pero esta vez en un trozo de
cielo completamente despejado. Exclamé feliz: “¡¡Ajá!! ¡¡Te pillé!!”
Lo
comenté en casa nada más llegar, aunque para ser una nave me sorprendía
un poco su color. Lo comenté también con Noki cuando llegó y este se
limitó a sonreírme sin dejar que su opinión interfiriera en mi idea.
Algo que siempre me desconcierta, siempre me decía que lo descubriría
por mi misma cuando llegara el momento. Así que la solución, nave o no,
quedó en el aire.
Días después vino Ali-Mey por
unas horas, ya que por lo visto hace mucha falta en algunos lugares y es
por eso por lo que no puede estar con nosotros tanto como quisiera.
Mientras tanto, presta su cuerpo a los Seres de Luz para que lo protejan
y puedan seguir al mismo tiempo con su misión como mensajeros de la Luz
que son todos.
Antes de volver a marcharse me
dejó un mensaje a través de mi hermano, en un papel. Una vez a solas lo
abrí y cual fue mi sorpresa al ver su contenido. Entonces supe que lo
que había visto aquel día en el cielo no era en realidad una nave, sino
un Sol, con el cual me identifiqué enseguida.
En
el papel había dibujado un gran sol del mismo color anaranjado que yo
vi, con una puerta por la que yo pasaba. Comprendí entonces que ese Sol
era yo. “YO SOY UN SOL”.
El significado exacto es que mi Espíritu es tan brillante como un sol, igual que mí Ser.
A
pesar de estar algo acostumbrada ya, cuando descubres algo así siempre
te asusta un poco la idea de la grandeza que conlleva. Piensas que no
eres suficiente para nadie, y al descubrir que eres algo más, la verdad
es tan grande y clara que llegas a asustarte.
Más
tarde, leí uno de los libritos de A.Loger, en el que explica todo lo
referente a la evolución, como vas graduándote, como vas avanzando hasta
convertirte en una Estrella o Sol. Esa fue la confirmación; entonces vi
claro como se va ascendiendo en grados.
Me
gustaría conocerlo algún día, puesto que según se refleja en sus
escritos, es un hombre muy seguro de sí mismo, dando a los demás la
oportunidad de hacer llegar los mensajes recibidos a través de otros
Seres.
VEINTIUNO
Tuvimos
de nuevo el honor de ser visitados por el maestro Cha-Ara. Esta vez
vino para ayudar a mi marido a esclarecer los puntos que él no entendía,
por lo que vino dispuesto a contestar a cuantas preguntas se le
hicieran.
Curiosamente no se le ocurrió ninguna
pregunta en concreto. Lo único que le preocupaba era ver que Elisabet
era casi continuamente otra persona o un ser que no era ella misma. Si
al menos se hubieran presentado con otro aspecto diferente, le hubiera
sido más fácil acostumbrarse y entenderlo, a pesar de que si notaba las
diferencias de comportamiento y forma de expresarse.
Por fin se decidió a preguntar:
-“Si yo fui un guerrero, ¿qué clase de guerrero fui?”
-“Fuiste el mejor y un gran defensor de tu pueblo. Además, diste tus ojos por Maya”
-“Entonces debe ser por eso por lo que le tengo pánico a la ceguera, a quedarme ciego…”
Era
la primera vez que tenía un Maestro para él solo, compartiendo la cena
como uno más. Estuvimos hablando de todo un poco, incluso de su época,
de cuando se iba a cenas de gala y baile como invitado. En esas
ocasiones, al entrar, se solía obsequiar a las damas con un ramillete de
flores, que generalmente eran blancas. Eso me hizo pensar en lo
romántica que debió ser esa época, en lo romántico que debió ser El,
algo evidente por la forma en que lo explicaba.
Mi
marido de pronto recordó que esa tarde le había ocurrido algo curioso:
desde su puesto de trabajo siempre veía la puesta de sol y, esa tarde,
fijándose en el sol, vio cuatro lunas en línea. Se frotó los ojos por si
le estaban jugando una mala pasada, pero siguió viéndolas durante un
buen rato. Cha-Ara le contestó:
-“Es curioso, ya
que desde vuestro planeta siempre se ven cuatro lunas a la puesta del
sol. Vuestro planeta es una de las lunas del planeta sin vida, que está
rodeado por varias lunas en las que sí hay vida”.
Me
alegré mucho, puesto que por fin había visto algo poco corriente.
Seguro que si pusiera algo más de atención e interés vería muchas más
cosas. Quizá es el temor a perder lo que más quiere, lo que le hace
mirar solo con los ojos físicos y no desde su interior, desde su
corazón. Para él, como para tantos otros, el miedo es lo que le frena,
lo que le impide ser partícipe, lo que hace que las cosas sucedan a su
alrededor sin que él sea capaz de mover un dedo. Eso cambiará el día que
vea algo que realmente lo conmueva y le decida a dejarse llevar.
Tras
comentar algunos temas llegó el momento de la despedida. Entonces dijo
que tenía que comunicarme algo a solas: me dijo que estuviera alerta a
los sueños de mi marido que habla por las noches y podrían usarlo para
transmitirme un mensaje, dejándome entrever que él, al igual que mi
hija, era una puerta abierta.
Le di las gracias
por todo y le rogué que se las transmitiera también a Saint Germain por
haberme hecho un regalo tan tierno: mi hijo.
Me
preguntó si podía darme un beso y yo le contesté que podía darme todos
los que quisiera. Me besó en la mejilla, cogiéndome una mano y
explicándome como había conocido a la que fue su esposa:
-“Estaba
invitado a comer en casa de un amigo que me presentó a su familia. La
madre y la hija habían estado en la cocina cortando ajos y, como en
aquel entonces era costumbre saludar a las damas cogiéndolas una mano y
besándola, me vino a la nariz el olor de ajo. Desde ese momento supe que
sería mi mujer, sobre todo por lo que me gusta el pan tostado con ajo
untado, aceite y sal. ¡Está para chuparse los dedos!”.
Me
hizo mucha gracia la anécdota y por la forma que tenía de hablar de
ella, se veía que había querido mucho a su mujer. Se ponía muy tierno
cuando la recordaba.
Nos despedimos por fin
hasta otra ocasión y nos dimos un abrazo, retirándose él a la habitación
puesto que tenía que volver Noki.
VEINTIDÓS
De
nuevo recibieron mensajes para hacer otro viaje, así que se prepararon
para salir el día 6 de octubre con dirección a Málaga y Toledo pasando
por Valencia. De paso, Amalys intentaría saludar a Akali y darle las
gracias personalmente por el aviso recibido a través de mí.
Como
no pudieron localizarla continuaron hacia Málaga. Al no poder contactar
con ella por teléfono, le escribí. Tenía que cumplir como fuera con la
promesa hecha a Kuthumi.
Aprovechando que ese
fin de semana estábamos solos, decidimos darnos una vuelta por el centro
de la ciudad. Sin saber muy bien porqué entramos en El Corte Inglés de
la plaza Cataluña. Estábamos mirando las novedades de vídeos y casettes
cuando se me cayó un pendiente. Lo buscamos, pero fue imposible
encontrarlo por la aglomeración de gente que había ese sábado.
Me
fui con mucha pena por la pérdida y me guardé el otro en el bolso.
Tenían un gran valor sentimental para mí, puesto que me los había
regalado una amiga y vecina, como agradecimiento por algo que no viene
al caso. Los acepté con cariño, puesto que con cariño me fueron dados.
Pensé hacerme un colgante con el que me quedaba, así que lo guardé en la cajita donde tengo todas las baratijas y quincalla.
A
los diez o doce días llamaron a la puerta, reconociendo enseguida el
toque personal de mi hermano. Traían novedades y una de ellas era que
Noki se había despedido por un tiempo, ya que había llegado el momento
de su retiro, siguiendo así con su formación para poder ser algún día un
Gran Maestro. Nos dejó un mensaje personal para cada uno. Su marcha me
dolió, aunque yo sabía que seguiría junto a nosotros a través de su
color.
Tuvieron que regresar a toda prisa desde
Toledo, puesto que en esos lugares no hay muy buenas vibraciones, algo
parecido a lo que les ocurrió en Canadá.
Explicaron
los motivos por los que tuvieron que ir a Málaga: tenían que recoger a
Makkoo que había muerto en un accidente de tráfico en Tokyo (Japón). Por
lo visto existen algunas líneas paralelas entre Tokyo y Málaga, por lo
que Noki pudo recogerle evitando así que su espíritu quedara vagando a
expensas de los seres de las Sombras, hasta que llegara el momento de su
despertar. Makoo era un chico muy evolucionado espiritualmente y estaba
ya a punto de despertar, habiendo interrumpido el proceso ese
desgraciado accidente.
Al irse Noki, Makoo
ocuparía su lugar. Es muy inteligente, inventor de varios aparatos
electrónicos que están en el mercado. Habla entrecortadamente, como si
fuera un robot, puesto que no se defiende bien en español, aunque
aprende rápido. Cuando no se da cuenta se le escapa el japonés y
entonces si que estamos apañados. No se le entiende nada. Los ademanes y
expresiones que usa para disculparse por esos despistes son muy
graciosos.
Cumple los años un día antes que mi
hija. Ahora tiene quince. Sus costumbres son muy distintas a las
nuestras: al entrar en casa se descalza y pide otro calzado; en Japón no
es correcto ir por casa con el mismo calzado que en la calle. Es como
si entraras en tu casa toda la suciedad de la calle. Esa es su forma de
evitarlo.
Es un muchacho inquieto, siempre está
haciendo algo. Nos reparó todo tipo de aparatos: la televisión, el
vídeo, los relojes, etc. Es superdotado. Con varios relojes fabricó uno
con pantalla. El único problema era que, al carecer de las herramientas
adecuadas, no podía hacer mucho más. Las echaba de menos…
Nos
habló de su abuela que tenía entonces noventa años y al parecer estaba
hecha un roble. Nombró también a su novia Romiko, a la que adoraba y
sentía muchísimo haber dejado. Le molestaba especialmente el saber que
probablemente la estuvieran pretendiendo otros chicos.
Al
parecer, su familia era de las más ricas de Tokyo, igual que la de
Romiko. Vivían ambos a las afueras, en casas con grandes jardines y con
mucho espacio para pasear con sus perros, recogidos en la calle. Tenía
también un gato y unos pájaros que revoloteaban libremente por la casa.
Por
lo que parecía, hacía poco que había perdido a sus padres también en un
accidente y él había quedado al cuidado de su abuela, que ahora se
quedaba así sola.
VEINTITRÉS
Pasó
algo muy raro con las rosas que nos regaló Cha-Ara. La mía duró solo
unos días. De ella guardé unos pétalos tal y como prometí, en el libro,
en la parte dedicada a El.
En cambio, la de mi madre sobrevivió unos quince días bien entera y fresca. Tan sólo le dio amor y un cambio de agua diario.
En esos días, supo que había recibido un don muy particular: “Jardinera Universal”, lo que la llenó de felicidad.
Los
Maestros nos habían concedido un regalo: tener a Elisabet unas 24 horas
para poder despedirse de todas sus amigas a las que no había podido
decirles nada. El cambio fue muy rápido, con lo que prácticamente no se
había podido despedir de nadie, así que el 21 de octubre, después de
celebrar el aniversario de Makoo, vino Elisabet a celebrar el suyo.
Supimos
que era ella por la forma de llamar, ya que siempre parece que el dedo
se le queda pegado en el timbre. Volvieron a oírse sus griteríos de
siempre, su característica y personal sonrisa lo llenaba todo.
Muchas
veces lloraba al entrar en su habitación y verla vacía. Fue un cambio
demasiado brusco y la echaba de menos. Aunque sé que sigue siendo ella,
ya no es lo mismo.
Nos dio un abrazo tremendo y fue a su habitación que estaba igual que la dejó. Se quedó a dormir con nosotros esa noche.
Al
día siguiente fue su aniversario. Lo celebró yendo a despedirse de
todas sus amigas, con la excepción de algunas que se encontraban fuera
disfrutando del fin de semana. A estas últimas, les envía un abrazo muy
especial y les dice que estará siempre con ellas aunque no lo sepan.
Estaba
radiante de felicidad explicando lo que hace allá donde está, porque
aunque sea la personalidad de Ali-Mey, no necesariamente tiene que estar
unida a su Ser, tiene libertad para andar por donde le plazca hasta que
finalmente decida por voluntad propia unirse a su Ser, como deberá ser
al final.
La noté más refinada en el lenguaje,
sin exigir las cosas como hacía antes. Recordé que su personalidad
negativa había sido vencida, con lo que solo le quedaba su parte buena.
La
abracé, alegrándome de que fuera tan feliz y di las gracias a los
maestros por haberle concedido esa gracia, el haber podido estar con
nosotros una vez más, aunque solo fueran unas horas.
Al
día siguiente fuimos a un encuentro en la Masía de Can Blanc, donde el
señor A.Loger daba una charla. Por fin pude conocerle en persona y
expresarle mi admiración por las cosas que escribía.
Fuimos todos: mi madre, mis hermanos y Ali-Mey, mi hijo con su novia Jenny, mi marido y yo.
Descubrí
que el señor Loger es una persona sencilla y con un gran sentido del
humor. Eso era patente sobre todo, en los comentarios que hacía
inesperadamente.
Era, según él, la primera vez
que hablaba en público, así que pidió disculpas si no lo hacía demasiado
bien. Al parecer debía participar en encuentros en otros lugares,
siendo esa su misión, la de dar a conocer las nuevas que hay para la
humanidad, tanto si las creemos como si no.
Ese
día ocurrió algo curioso en relación con un muchacho de la edad de mi
hijo, el cual no se apartaba de nuestro lado. Intentaba sacar una y otra
vez el tema de los extraterrestres, sin conseguir demasiada atención.
Algo en sus ojos me recordaba al muchacho que resultó ser mi hijo.
Cuando
terminó el acto, buscaba a alguien que pudiera llevarle de vuelta a
Barcelona. La Masía estaba a las afueras de Mataró, una distancia
considerable para hacerla a pie. Mi marido se ofreció a llevarlo, a
pesar de que en nuestro coche ya íbamos cuatro, pero aún cabría uno más.
Permaneció
a nuestro lado todo el tiempo que duró la charla de Loger, mejor dicho:
junto a mi marido. Al finalizar el encuentro, mi marido le pidió a mi
hermano que llevara el al chico, puesto que había decidido cambiar la
ruta de vuelta. Miré al joven y descubrí en él una mirada triste. Había
algo en él que me decía que íbamos a dejar pasar una oportunidad de oro,
pero que no acababa de comprender. Nos miraba mientras se alejaba en el
otro coche. Pregunté a mi marido porqué había cambiado de idea, pero no
supo que contestar.
Unos días más tarde le
pregunté a mi hermano donde había dejado al muchacho y si había dicho
algo por el camino. En ese momento, Amalys se dio cuenta de que no había
abierto la boca en todo el viaje, pasó completamente desapercibido,
casi sin que nadie se percatara de su presencia, hasta que lo dejó en un
punto desde el que pudo seguir su camino.
Desde
lo más profundo de mi corazón he deseado siempre que mi marido tuviera
el privilegio que yo tuve. Aún no he sido capaz de explicarle lo del
encuentro con aquel joven, con nuestro hijo.
VEINTICUATRO
Por
fin nos avisaron de que la boda se celebraba el 24 de noviembre, así
que nos preparamos mi marido y yo para firmar la autorización, al ser
nuestra hija menor de edad.
Al abrir la caja
donde guardo mis “reliquias”, para elegir los pendientes que iba a
ponerme, me llevé una gran sorpresa. Recordaba haber perdido uno y no
sabía si cogerlos o no. Los cogí con temor y se los enseñé a mi marido,
quién me aseguró que, por supuesto, él no había puesto allí el que
faltaba, que no sabía nada de nada y que no podía entender como
habiéndolo perdido volvía a estar en su sitio. Lo mismo pensé yo. ¿Cómo
era posible, si ese día estábamos solos? Nadie pudo recogerlo y
devolverlo a su sitio sin que nos hubiéramos dado cuenta. Aún más cuando
no dijimos nada en El Corte Inglés.
Más tarde supe que fue Saint Germain quien lo recogió, dejándolo junto al otro unos días después.
Te
sorprendes mucho cuando nunca te ha pasado algo así. Además de no
encontrarle explicación, tampoco sabes a quien contárselo. Nadie te va a
creer. Menos mal que también lo vio mí marido, por lo que doy gracias
al Maestro que lo hizo posible.
Unos días más
tarde, Amalys recibió la visita de Jesús a través de Makoo sin que este
se enterara; no dijo nada, tan solo se puso a dibujar a toda velocidad.
Cuando terminó, le pidió a mi hermano que viera los dibujos, mientras
que Jesús se retiraba dejando paso de nuevo a Makoo.
Al
ver los dibujos, mi hermano interpretó que Jesús quería que le
visitara, así que se dirigió al Tibidabo con Makoo subiendo al Santo
Cristo. Allí supo lo que quería decirle en realidad: dio las gracias a
mi hermano por su visita y le felicitó por su próxima boda.
Esos
días vinieron a verme en sueños Makoo, Rumiko, Elisabet, Cha-Ara y Noki
a través de su color puesto que a veces no puede hacerlo con su propia
presencia. Me alegré mucho, pero antes de que se fueran me dejaron el
nombre de un varón italiano. No supe la razón hasta unos días más tarde:
al parecer querían advertirme de la visita de un Ser de la Oscuridad,
alertándome y dándome su nombre.
Esa tarde,
Makoo me dijo de parte de Saint Germain que debía comenzar ya el libro y
que Amalys, mi hermano, debía organizar una reunión, explicando su
experiencia. Umalak, mi marido, debía estar atento y alerta, puesto que
se le avecinaba un peligro.
Intentamos saber
algo más, pero a pesar de repetírselas varias veces, Makoo no pudo
entender porqué le hacíamos esas preguntas, ya que él no recordaba haber
dicho nada de todo eso. Nos dimos cuenta entonces de que estuvieron
hablándonos a través de él.
Mina vino a pasar
unos días en casa, principalmente para protegerme de algún tipo de
peligro. Por lo visto de dirigía a mí un Ser de las Sombras, tras
haberlo intentado sin éxito con mi hermano. Hablaba italiano, aunque no
recordaba su nombre. Era el ser sobre el que me habían advertido. Había
echado a Makoo, introduciéndose en él. Mi hermano, al darse cuenta de
que Makoo no se comportaba de la manera habitual, invocó a un Ser de Luz
para que tomara su lugar. Así vino Mina.
De
repente noté una presión en el tórax que me dificultaba incluso la
respiración, y empecé a marearme. Quise protegerme pero no podía
reaccionar, así que Mina se abalanzó sobre mí para expulsar al ser que
intentaba invadirme.
Mina resoplaba como un gato
en plena pelea, hablando en su idioma, persiguiéndolo por toda la casa,
hasta que pudo echarlo. Enseguida me fui viendo libre del mareo y la
presión en el pecho. Era una sensación extraña que nunca antes había
experimentado y no resultaba nada agradable, os lo aseguro.
Ya
más tranquilos, Mina empezó a dibujar lo mismo que había dibujado Jesús
en casa de mi hermano: Barcelona, vista desde el Tibidabo hasta el mar,
todo bajo el agua, inundado, de tal manera que el Sagrado Corazón
estaba también por debajo de las aguas. Resaltaba un gran semáforo en
color amarillo, que iba a ponerse en rojo en cualquier momento.
Recordé
entonces el sueño que un día explicó mi hija, acerca de una gigantesca
ola. La coincidencia era asombrosa. Al parecer padeceremos una
inundación impresionante que hará desaparecer a España del mapa. De
quedar algo, será sólo una pequeña isla en la parte más alta de Madrid.
Aunque
el tiempo no cuente y sea algo relativo fuera de nuestro plano, la
evacuación se acerca. Realmente no sé cuanto falta aún…
Sin
saber porqué, puse cerca de mí el Libro de Oro de Saint Germain. Mina
lo miró y nos dijo señalando su rostro que nos estaba sonriendo. Así es,
si te fijas te da esa sensación. Se puso de nuevo a dibujar y escribió
unos nombres, asegurando que todos ellos estaban junto a nosotros:
Cha-Ara
Saint Germain
Ali-Mey
Noki
Makoo
Los
saludamos algo cohibidos y Saint Germain nos habló a través de Mina,
quien cogió el libro, lo abrió rápidamente y nos señaló el punto donde
debíamos leer y entender lo que se nos trataba de decir. Formulamos
preguntas que fueron contestadas de la misma manera.
Estuvimos
así unos minutos hasta que Mina se quedó traspuesta. Al instante se
giró hacia mi hermano intentando quitarse el colgante que un día le
regaló el mar. Él quiso impedírselo, pensando que la había poseído algún
ser extraño, pero ella le habló en castellano, con ciertas
dificultades:
-“Tranquilo, no pasa nada. Yo Soy El Que Soy”
Entonces mi hermano reconoció a Jesús, llamándolo Príncipe Sananda. El contestó:
-“No soy tan importante. Llámame amigo. Enhorabuena por tu boda…”
Mi hermano sorprendido, le dio las gracias. Jesús se quitó el colgante del cuello y lo puso en sus manos diciendo:
-“¿No querías la llave? ¡Pues ya la tienes!”
Mi hermano volvió a darle las gracias y Jesús siguió hablando:
-“¡Te espera algo muy grande! Se me acaba el tiempo, debo marcharme”
Le
preguntamos si podíamos abrazarle, pero repitió que no quedaba tiempo.
Cuando Amalys intentó abrazarle, quedó con la cabeza sobre la mesa y
volvió Mina.
Estuvimos un buen rato comentando
lo que Jesús había querido decir con lo de “algo grande”. Mi hermano no
lo entendía en un principio, pero al volver a mirar los dibujos que El
había hecho, recordó que debía encontrar la corona con la que debía
coronar a Makoo. Empezó entonces a preguntarse quien era él para coronar
a nadie.
Mina volvió a coger el libro,
abriéndolo para señalarnos lo que Saint Germain quería decirnos,
volviendo a surgir las preguntas, recibiendo las respuestas de igual
modo, hasta que por fin, Mina se puso a escribir:
-“¿Alguna pregunta?”
-“¿Maya?”
Sólo se me ocurrió darle las gracias por el regalo tan tierno de la presencia de mi hijo.
Según
nos dijo, había estado junto a nosotros en otra ocasión: el día de la
charla de Loger en Can Blanc. Nos miramos, preguntándonos cual de las
personas de la reunión podía ser. Sólo hubo un muchacho que destacó de
los demás allí presentes y cuyas preguntas nos habían hecho mucha
gracia. Entonces caí en que era él. Tan cerca lo tuvimos que no supimos
verlo, aunque yo en el fondo, intuí algo especial en él. Comprendí
entonces que la petición de que mi marido gozara de la misma oportunidad
que tuve yo, había sido atendida. Tenerlo tan cerca y dejarlo escapar…
Le di de nuevo las gracias y le comenté mi deseo de darle un abrazo cuando fuera posible. Mina escribió:
-“Con mucho cariño, tu “viejo regañón””.
Eso
me desarmó, aunque sonreí al ver el cariño que esa frase encerraba.
Mina cerró un instante los ojos, para abrirlos al momento sonriente y
decirme:
-“¿Es que no piensas abrazarme?”
Lo
abracé, lo apreté de forma que apenas podía moverse. No podía creer que
lo tenía allí delante y no quería soltarlo por temor a que se fuera.
-“Siempre he estado contigo, desde que naciste. Llevo contigo tres encarnaciones seguidas”
Solo
acertaba a mirarle. Cuando pude hablar, le pregunté como podría ayudar a
mi marido para que se tomara todo esto un poco en serio. Contestó que
me quedara tranquila, que todo llega cuando es su tiempo y que le diera
mucho amor.
Nos comunicó que nos quedaba ya muy poco para aprobar el curso, que estábamos llegando al final:
-“Para
que me entiendas mejor: estás a punto de hacer que se abra la puerta de
un gran laberinto. No digo más, que ya he hablado demasiado…”
Nos
pidió disculpas en nombre de Jesús por no haberse podido despedir, pero
es que no le quedaba tiempo. Tenía tantísima energía que podía destruir
el cuerpo de mi hija si permanecía demasiado tiempo en ella.
Tenía
que irse, así que lo solté para que también mi hermano pudiera
despedirse de Él abrazándolo. Volví a abrazarle y a darle las gracias;
tenía la sensación de ser una niña mimada de todos Ellos. Me dijo:
-“Menos mal que aún queda alguien que se siente mimado”
No
acerté a comprender del todo su expresión y nos despedimos con cariño.
Nos dejó un mensaje para Hatalok, mi hermano Jorge. Después se sentó,
inclinó la cabeza y volvió Mina quien se sentía mareada por tanto
“viaje”.
Comprendí entonces lo que todos
intentaban decirme acerca de Saint Germain: ¡Claro que lo tenía cerca!
¡Como que es uno de mis guías! Si no me lo hubiera dicho El mismo, nunca
hubiera podido creerlo.
VEINTICINCO
Al
día siguiente, Mina estaba otra vez en alerta, olfateando al mismo Ser
negativo del día anterior. Empezó a dar vueltas por todos los rincones,
inquieta, hasta que se la oyó resoplar. Yo por mi parte, comencé a
experimentar los mismos síntomas, aunque esta vez me encontraba más
serena y segura, capaz de protegerme con la Llama Violeta, pudiendo
expulsar al Ser y negándole la posibilidad de entrar en mí. Podía notar
su presencia y el malestar, aunque más débil. Mina volvió a echarse
sobre mí intentando protegerme, hasta hacerlo desaparecer.
Después,
escribió en un papel el nombre de Hatalok. Iba en busca de él, tras
haber fallado en su primer propósito. Quisimos llamarle para prevenirlo y
de pasa para que viniera a casa para darle el mensaje que teníamos para
el de parte de Saint Germain.
Se presentó a
media tarde y le pusimos al corriente de todo. Mina se puso de nuevo
alerta y yo puse mis manos por delante impidiéndole el paso. En esa
postura, los demás me siguieron, intentando expulsar al Ser. Con ayuda
de Mina lo conseguimos, pero Jorge notaba el resentimiento en el
corazón, por lo que tuve que ponerle la mano derecha sobre el para
calmarlo. Esta vez no noté la sensación de las otras veces.
Ya
más calmados, nos sentamos alrededor de la mesa y estuvimos comentando
lo sucedido. De repente, estallé en una carcajada recordando las caras
que habíamos puesto. Nos tomamos muy en serio todo lo sucedido, pero
también tenía su parte de gracia el recordar la escena en la que yo
llevaba las manos levantadas y todos me imitaron. Si los Maestros habían
estado mirando, debieron partirse literalmente de risa al ver la manera
en que reaccionamos.
En mi interior sabía que
todo era parte de las pruebas de debíamos pasar, que lo importante era
superar esos momentos. No importa demasiado si lo haces mejor o peor que
otros.
Comentamos varias cosas sobre el mismo
tema, sin conseguir llegar a conclusión alguna ni respuesta a las
preguntas que iban surgiendo. Mina volvió a coger el libro abriéndolo
para señalarnos donde debíamos leer. Cada vez que conseguíamos una
respuesta, esta nos originaba más preguntas. Entonces, Mina escribió en
nombre de Saint Germain:
“Mis queridos alumnos, no os preocupéis por tantas cosas. Vuestro viejo regañón. Un abrazo muy fuerte para todos.”
Todos
le dimos las gracias por todo. Hatalok se fue muy contento por haber
conseguido “hablar” con Saint Germain a través de Mina. Guarda con mucho
cariño las hojas en las que El escribió las respuestas a las preguntas
formuladas. Yo también guardo las mías.
La noche
de víspera de Todos los Santos después de cenar, tomamos los
tradicionales boniatos, castañas y panellets, típicos en Cataluña
durante esos días.
Mi marido no tardó en irse a
descansar, ya que el pobre no aguanta mucho más allá de las once de la
noche pues le gusta madrugar.
Nosotros estuvimos
bastante rato entretenidos, hasta que fui a la cocina con la intención
de fregar los platos. Me reclamaron para que volviera al comedor, puesto
que me llegaba un mensaje de Saint Germain:
-“¡Maya, debes protegerte!”
Pregunté como debía hacerlo. La respuesta llegó de nuevo a través de Mina:
-“¡Con la Llama Violeta!”
¡Es
verdad! ¿Cómo no había caído? Marché a buscar en el libro la protección
perfecta, pero Mina insistió en que volviera para enseñarme un párrafo
del libro que decía:
-“…a estas alturas la manifestación es instantánea”.
Me quedé aturdida, sin saber que quería decir. Me enfadé conmigo misma, por mi torpeza. Entonces, Mina escribió:
-“Yo soy el poder de la Luz Perfecta”
-“Noki”
Se
lo agradecí en el alma puesto que parecía como si me hubieran borrado
todo el entendimiento. En esos momentos no era yo realmente y me senté
para intentar relajarme un poco. No podía entender como había preguntado
por algo que sé perfectamente desde hace tiempo. Era como si de pronto
se hubiera borrado todo en mi mente y por mucho esfuerzo que hiciera por
recordar, me resultaba imposible.
Después comprendí que una manifestación es comparable a una orden. Por eso es instantánea.
A
través de Saint Germain supimos que esa noche iba a ser muy movida, por
lo que estuvimos los tres muy unidos para hacer frente a lo que pudiera
ocurrir.
Estábamos distraídos, cuando Mina se
levantó de repente para beber agua del vaso. Nos ordenó que fuéramos al
sofá, incluyendo a mi hijo que ya estaba en la cama, aunque despierto.
Fue a la cocina y trajo unos ingredientes con los que hizo una especie
de pócima. Se volvió hacia la habitación de mi hija y trajo un muñeco
que colocó a la izquierda del brazo de mi hijo, diciéndole: -“hijo”-,
representándole a su futuro hijo, a lo cual él contestó: -“¿ya? pues si
que quieren hacerme correr…”
Nos dimos cuenta de
que no era Mina quien estaba en esos momentos con nosotros, puesto que
andaba de forma diferente. Era Saint Germain con su porte majestuoso y
su serio comportamiento. Friccionó la frente de cada uno de nosotros con
un algodón empapado en la mezcla que había hecho, haciendo a la vez
unos movimientos con los brazos. Bebimos algo de vino dulce que nos
ofreció, y al llegar a mí, me sonrió acariciándome la nariz con su dedo y
tomando El también un poco de vino. Después se inclinó hasta casi tocar
el suelo con su cabeza, con una rodilla en tierra, pidiendo al Padre
que nos protegiera.
Vi en El tanto respeto y un acto tan grande de Amor, que se me encogió el corazón.
¡Dios! Si tan sólo tuviéramos una mínima parte de esa entrega y respeto a Dios, las cosas nos irían de otra forma.
Ese fue para mí uno de los momentos más impactantes de la noche. Fue tan grande el Amor que vi que no sé como describirlo.
Al
levantarse, se sentó y se despidió, volviendo Mina inmediatamente. La
pobre no se enteraba de nada, y encima el vino la había puesto un poco
“alegre”, tanto que hizo alguna cosa rara sin saber porqué.
A
partir de esos momentos todo se tranquilizó. Teníamos una protección
fuertísima. Cuando a Mina se le hubo pasado un poco la “alegría” le
explicamos lo que había pasado. En un momento en que mi marido salió a
beber agua, intenté también explicarle a él lo sucedido. No me hizo
demasiado caso y regresó a la habitación para reanudar el sueño.
Decidimos hacer lo mismo, nos dimos las buenas noches y nos fuimos a
dormir.
VEINTISÉIS
Al día siguiente todo parecía normal. Mina se quedó durmiendo hasta la hora de comer.
La
tarde transcurrió deprisa y, al anochecer, cuando mi marido ya se había
retirado casi sin que nos diéramos cuenta, Mina nos dijo: -“¡Hola!”
La
miramos asombrados, puesto que no hablaba nuestro idioma, apenas unas
palabras. Siguió diciendo: -“¿No sabéis quién soy?”-. El único que lo
reconoció fue mi hermano:
-“¿Noki?”
-“¡Pues claro! ¿Quién iba a ser?”
Le
abrazamos y le preguntamos que tal lo había pasado. Le habían concedido
24 horas como premio. Allá donde había estado, el tiempo era diferente.
Allí habían pasado muchos años, pero aquí tan sólo habían sido quince
días. Ya era mucho más viejo.
Estuvimos
comentando los últimos acontecimientos y él nos explicó en que consistía
realmente la protección dada por Saint Germain.
No
se había dado a conocer, haciéndose pasar por Mina, para que no nos
sintiéramos intimidados por su presencia. La gente acostumbra a
cohibirse cuando se halla en presencia de un Maestro. Era por eso por lo
que estaba tan serio.
Vi a Noki muy contento y
relacioné su entusiasmo con su regreso. Me abrazaba con alegría cada dos
por tres, se le notaba nervioso o ansioso por algo que no pude
comprender hasta el momento de la despedida al día siguiente. Me dijo
que consultara el libro y preguntara a Saint Germain por la sorpresa.
Quedé
algo intrigada y volví a abrazarlo para despedirme, deseándole todo el
bien posible en su camino para llegar a ser un Gran Maestro.
No
me atrevía a consultar, pero la curiosidad pudo más que mi paciencia y,
con el libro en la mano, pregunté cual era la sorpresa que se me tenía
reservada. En un principio, la verdad es que no supe ver lo que se me
intentaba comunicar, obteniendo la misma respuesta por muchas veces que
repitiera la pregunta: “YO SOY”, comprendiendo al final algo que no me
hubiera atrevido a pensar, que la verdadera sorpresa era El.
Al
día siguiente vino Makoo, con un comportamiento algo distinto del
habitual. Era muy feliz a causa de unos nuevos acontecimientos.
Me
distraje unos momentos, cuando vi a Makoo levantarse y hacerme gestos
con las manos, como si no pudiera hablar. Le di papel y lápiz y empezó a
escribir:
“No puedo hablar. ¿Quiénes sois? ¿Quién soy?”
Entonces
nos dimos cuenta de que era otro Ser y no Makoo. Le dijimos que no
sabíamos quien era, pero que nosotros éramos Maya y Amalys. Le
preguntamos a que había venido.
“A ayudar. Perdona, ¿dónde estoy?”
-“España. Barcelona. ¿De dónde eres tú?
“Soy de la ciudad de Nueva York”
En esos momentos salió mi hijo de la habitación. Cuando le vio, no pudo contenerse, le tocó y escribió:
-“Spaguetti”
Haciendo
referencia a lo delgado que estaba. Tras las presentaciones se
abrazaron. Le pregunté cuantos años tenía, escribió que diecisiete y,
siguiendo con sus notas me hizo leer:
“Joanne, mi madre. Tu moriste al nacer yo”
Me quedé sorprendida: -“¿Yo fui tu madre?”
“He venido a conocerte”
Le abracé dándole las gracias y la bienvenida. Me preguntó:
“¿Cómo me llamo?”
-“¿Cómo quieres que sepa tu nombre?”- le contesté sorprendida.
“Dame un nombre”
Recordé
entonces que siempre quise ponerle a Elisabet el nombre de Ruth, pero
no pudo ser. Ese nombre se me quedó dentro, con cierto resentimiento por
no habérselo podido poner a nadie. Así se lo hice saber, explicándole
las razones. Y la llamé Ruth.
Me sonrió
agradecida y nos volvimos a abrazar. En mi interior se liberó una vieja y
pesada carga. Por fin sabía a quien pertenecía ese nombre. Ruth siguió
escribiendo:
“No sé quien fue mi padre. Me dejó cuando era pequeña”
Por
lo que iba explicando, me di cuenta del gran deseo que tenía de
conocerme. Debía haberle hecho mucha falta y más si la habían
abandonado.
Había llegado a ser una de las
mejores alumnas del instituto, en el que estudió hasta que murió a los
diecisiete años a consecuencia de una explosión.
Según
ella, había nacido en 1927 muriendo yo dos horas después del parto y
dejándole al cuello una cinta con un medallón que siempre llevaba.
Le
hizo falta mucho amor y yo estaba dispuesta a dárselo todo. Había
pasado de mano en mano, no tuvo una vida fácil hasta llegar al instituto
donde se encontró con su repentino y prematuro final.
Se quedó muda a consecuencia de los malos tratos sufridos en su niñez
No tardó en marcharse, ocupando su lugar Makoo, al que pusimos al corriente de todo.
Iba
de sorpresa en sorpresa. Nunca imaginé poder vivir unas experiencias
tan intensas e inolvidables. Doy gracias a Dios por ello, por dejarme
disfrutar de esos acontecimientos que aún no entiendo demasiado, pero
que son muy gratificantes y sé que forman también parte de mi evolución.
Ese
día hubo varios cambios. Vino también Mina que me hizo saber que la
sorpresa que estaba esperando no se iba a dar hasta el sábado.
Por la noche volvió Noki en lugar de hacerlo Ali-Mey, que lo haría en la vigilia de la boda.
VEINTISIETE
Sábado, 5 de noviembre de 1994:
Al
fin llegó el día. Estaba nerviosa e impaciente por saber quién iba a
venir, aunque en mi interior ya lo sospecha no quería hacerme demasiadas
ilusiones.
Como no sabía a que hora iba a ser
la sorpresa, me puse pronto a hacer la comida. Noki me preguntó que
cuando quería que viniera, si antes o después de comer. Se decidió por
mayoría que debía ser antes, poniendo yo la condición de que me diera
tiempo a hacerlo todo para no estar tan nerviosa.
Supe
por Noki que al visitante misterioso le gustaban los tomates al horno,
así que preparé verduras horneadas rellenas de queso.
Tenía
los nervios a cien, tanto que no atinaba a hacer las cosas. Puse la
mesa, pero cuando no faltaba un tenedor faltaba otra cosa.
Al
final dije que ya podía dar paso a quienquiera que fuera, que ya no
aguantaba más la intriga. Mientras estaba distraída en la cocina, oí que
me decían:
-“¡Hola!”
Miré
su rostro sonriente y mi corazón se puso a galopar de nervios y emoción
al mismo tiempo. Le pregunté quien era, pero me contestó que yo ya lo
sabía, que se lo dijera yo.
No me atreví y le insistí en que lo dijera El. Asintió, pero haciéndome prometer que no iba a llorar.
-“Tu viejo regañón”
¡Lo
sabía! Sabía que era El. Mi corazón no me había engañado, aunque no me
hubiera atrevido a confirmarlo. Lo abracé, dándole la bienvenida y las
gracias por su atención.
Me dijo que se las
diera a Noki que era quien lo había preparado todo. Por eso estaba tan
contento y entusiasmado, aunque intentó despistarme con lo de los
tomates.
Refiriéndose a Noki, aseguró que sería un Gran Maestro, aún más grande que El.
De repente me acordé del horno. Casi se me quema la comida.
Le
acompañé al comedor para presentarlo a los demás. Preguntaron pero no
acertaron, así que se presentó El mismo para sorpresa de todos. Se sentó
junto a ellos en el sofá, mientras yo intentaba aclararme con la
comida. La verdad es que nada estaba saliendo como yo quería.
Saint
Germain me acompañó mientras ponía la comida en los platos. Entonces
recordé la noche de Todos los Santos y le pedí perdón por haber estado
tan torpe; no veía nada.
Me respondió que no
debía preocuparme ya que hay mucha gente aún mucho peor que yo. Me
consolé en parte, pero solo en parte, ya que en fallé en mi intento de
superación.
Me sentí bendecida por vivir unas experiencias tan extraordinarias en tan poco tiempo.
Hablamos
de varias cosas y pronto salió el tema de la muerte de mi marido en una
vida anterior, intentando cruzar la Puerta de Brandemburgo. Es por eso
que le interesa tanto ese país, es por eso por lo que el día que la
cruzamos a pie, en nuestro viaje por Europa, sintió como una corriente
eléctrica que le recorría todo el cuerpo sin saber porqué.
Surgieron
diferentes temas y uno de ellos fue también algo muy tierno referente a
Umalak, mi marido. Algo que agradezco enormemente a Saint Germain. Le
dijo que tanto los caballos como los Pegasos y los Unicornios, fueron
creados por él a través de su Ser. Todas esas criaturas se encontraban
en nuestro planeta de origen, y yo que siempre había pensado que eran
animales de ficción, producto de las fantasías de los cuentos, las
fábulas y los mitos. Resulta que esas maravillas existen por todo el
universo, al igual que los simpatiquísimos dragones, las fantásticas
hadas y ninfas, los encantadores gnomos, las bellísimas sirenas y tantos
y tantos seres más.
Entre charlas y risas llegó la hora de la despedida. Se marchó dándonos a todos un tierno abrazo.
Le
comenté la impresión que me causó el verle inclinarse de aquella
manera. Vi un respeto y un amor que no había visto ni siquiera en las
iglesias. No dijo nada, solo me miró y no sé porqué. Así lo dejamos. Le
volví a abrazar y se fue a la habitación para dejar volver a Noki unos
momentos después.
Supe en ese momento que yo
misma debía dar con la respuesta correcta. Tras mucho pensar, la
respuesta apareció y era muy sencilla:
Sobre
la reverencia en acto de Amor y respeto a Dios: es el respeto y Amor que
todos en sí le debemos al Padre libremente. Es el acto de Amor más
grande de un Hijo para con el Padre Dios Creador.
El
no quiere esclavos ni exhibiciones exageradas. El respeto y el Amor son
la consecuencia de un acto interno, privado, personal. Así que si lo
amamos debemos hacerlo libres de ataduras. Por eso El nos hizo LIBRES.
Pasó
tan rápido el tiempo que no pudo decir demasiado. Es curioso que siendo
con el que más me hubiera gustado estar y hablar, sea con el que menos
tiempo he podido pasar. A pesar de todo tenía aún que tener un encuentro
con alguien muy especial. Todos Ellos lo son, pero hay uno que puede
estar muy poco tiempo y sé que vendrá. Es el amigo de todos.
VEINTIOCHO
Faltaban
pocos días para la boda, y ya estaba casi todo listo. Lo más gracioso
en esos días, era el papel de Noki: tuvo que ir a la peluquería a
hacerse la permanente, probarse el vestido de novia y la ropa interior,
los zapatos de tacón, etc. Al pobre todo eso le sentaba fatal.
Intentamos
explicar este nuevo camino a la familia pensando que lo comprenderían,
pero fue un error. No nos entendieron, o quizá no supimos explicar bien
el verdadero contexto de todo aquello.
Algunos
dijeron que nos habían lavado el cerebro, otros que nos habíamos hecho
de una secta. La verdad es que fue bastante decepcionante, aunque no
desanimados, puesto que a todos les llegará el día en que verán la Luz,
tal y como nosotros la vemos hoy.
No era el
momento para ellos, así que les pido perdón si en algún momento se
sintieron ofendidos, puesto que no fue esa mi intención. Sólo les deseo
de todo corazón que llegue el día en que participen también de este Acto
de Amor y Hermandad Universal, de la que todos somos hijos.
Por
el contrario, nuestros amigos, esos amigos leales, lo comprendieron
mejor. Incluso fueron los primeros en apoyarnos, al ver ellos mismos los
resultados. Esos resultados que, aunque aún no los tienen, los están
esperando. Eso te fortalece el alma y te llena de gozo, el ver como
intentan llegar al fondo de su Ser y sacar de El todo lo que hay
realmente.
De cada error se aprende una lección,
así que agradezco a Dios mis errores, porque ellos son los que
realmente me enseñan, sin ellos nunca aprendería nada.
VEINTINUEVE
24 de noviembre de 1994:
Boda de Ali-Mey y Amalys.
El cielo amaneció limpio y brillante. El sol quiso participar en ese día tan especial, luciendo sus espléndidos rayos.
Cuando decía medio en broma que mi hija sería la primera en casarse, nunca lo pensé realmente en serio. Pues así fue.
Nos
encontramos en casa de mi madre que también era la de ellos. Llegó el
fotógrafo e hizo fotos por todas partes, y cómo no, a todos con la novia
primero, siguiendo después con el novio. El fotógrafo era muy simpático
y amable. Con su toque especial nos hizo reír graciosamente.
Mi hija estaba hermosa y radiante de felicidad, aunque muy nerviosa. Lo lógico de todas las novias en un día tan especial.
Yo
creía que también iba a estar como un flan o llorona, comiéndome las
uñas de los mismos nervios. Pues no, ni una cosa ni otra. Todos
estuvimos tranquilos y relajados. Hasta el fotógrafo se extrañó de la
calma que se respiraba; aseguraba que nunca había vivido tanta
tranquilidad en una boda.
Los maestros estaban
dándonos su Luz y Energía para que todo saliese bien. Estaban allí con
nosotros aunque no pudiéramos verles. Se advertía su presencia y eso nos
daba tranquilidad, sosiego y mucha paz.
Tan
solo una persona de las que vinieron estaba en contra de todo aquello y
no porque no quisiera la felicidad de mi hija, sino porque no entendía
nada de nada. Espero que se diera cuenta de que nadie más estaba en
contra; más bien intentaban estar unidos en esos momentos tan
emocionantes. Deseo de verdad que le llegara un poco de la paz y la
felicidad que allí se respiraban. Ellos se casaban porque querían y por
amor. Nadie les obligó a nada.
Al salir los
novios del registro civil ya casados, les echamos arroz por todas
partes, incluso por la boca y el interior de la ropa. Ali-Mey dijo:
-“Nunca pensé que el arroz crudo supiera tan mal…”
De
allí nos fuimos al restaurante donde nos esperaban para lo que en
principio iba a ser un aperitivo variado de vegetales, queso y
mantequilla.
La comida fue excelente tanto en
variedad como en cantidad. No pudimos con todo, era demasiado. El pastel
riquísimo, de nata y hojaldre.
En fin, que todo
empezó bien y bien acabó. Los maestros hicieron posible la calma, nadie
se propasó sino que más bien todo fue comedido y relajado.
Mi
madre hizo por fin realidad su deseo de tenernos un día a todos los
hijos reunidos en una mesa. Ese fue su día. Los cuatro hermanos
estábamos felices por estar juntos en un acontecimiento como aquel. Se
respiraba una gran paz y hermandad entre todos.
Al
terminar, todos regresamos a nuestros puntos de origen, despidiéndonos
hasta la próxima boda que debían contraer en abril mi hijo y su novia
Jenny. Les deseamos un buen viaje y todos los parabienes posibles.
Ali-Mey recalcó:
-“Ya he dejado claro que no me
avisaran para nada en estos días. Son míos y quiero pasarlo bien, así
que se olviden de mí por un tiempo, tanto Saint Germain como los demás”.
Se fueron a recorrer Europa sin prisas, ya que al viajar en roulotte uno puede ir donde quiera.
TREINTA
Debo
hablar de un tema con el que he tenido mucha lucha interior. Nunca
pensé que hablaría y menos que escribiría acerca del SEXO.
Para
mí ha sido el tema más difícil de explicar, puesto que para poder
hacerlo, antes he debido comprender su efecto real y porqué existe.
En
un principio no podía entender su anulación o la renuncia a él, como
pude leer en algunos libros de orientación para encontrar la Luz. Otros
en cambio, te dicen que no debes renunciar, aunque sí debes seguir un
orden interno: el Amor.
Y aquí, el único que conocemos es el del contacto entre la pareja, pero desconocemos cual es el Acto real.
Antes
no comprendía el sentido verdadero de la nulidad. Estuve horas y días
intentando dar con la respuesta correcta. Por fin te das cuenta de que
en realidad es muy sencillo:
La nulidad o
renuncia es la parte animal o bestial externa que todos aún llevamos, la
que nos ciega haciéndonos poseedores de algo que no nos pertenece,
sintiéndonos con derecho para obligar a otros a hacer determinadas
cosas. Eso es “estar dominado por la bestia” y una vez atrapado en sus
garras es muy difícil dominarla. La única manera de salir de esa
situación es pedir ayuda a los maestros, quienes nunca te la negarán.
El
sexo real es Amor, no sexo. Debe ir acompañado de una entrega mutua,
con el mismo calor tierno y puro, sin ver nada en ello que no sea Amor.
Viendo en el al mismo Dios, bendiciendo ese Acto de Amor que nos acerca a
El.
Si no es así, no es Amor, es sexo. El sexo
sólo es el vacío que nunca acaba de llenarse. El Amor es comparable al
primer Amor de la adolescencia, que es puro y transparente y en el que
puedes ver a Dios.
TREINTA Y UNO
Hoy,
cuando estaba guardando unos dibujos he descubierto un mensaje de Mina.
Me fijé en uno de los que ella hizo, vi unas inscripciones o escritos
en su idioma a las que anteriormente no había prestado atención. Recordé
entonces a unas nuevas amigas llegadas de otra dimensión o planeta:
Milena y Kitana. Kitana solo me visitó una vez, y en esa ocasión, me
hizo leer un texto como de signos, diferente a nuestra escritura.
Relacioné ese escrito con “El Gran Libro de las Lenguas”, aunque no
conocía su contenido. Me dijo que lo consultara, cosa que no se me había
ocurrido antes. Visualicé como abría el libro, preguntando el
significado de aquellos signos, obteniendo la respuesta con algo de
esfuerzo.
Eso mismo he hecho ahora con los signos de Mina, y cual ha sido mi sorpresa al descubrir su significado:
“El
Universo está lleno de mundos habitados de Seres Libres, estando estos
hechos a imagen de Dios, sin importar especies o razas porque todos
somos hijos de DIOS PADRE CREADOR, del AMOR UNIVERSAL QUE TODOS SOMOS”
Ahora
ya sé porqué me dieron El Gran Libro de las Lenguas Universales. El
lenguaje universal es interno, de forma que si consultas a tu interior, a
tu corazón, que es en realidad el Libro, cualquier idioma es traducible
al tuyo. Cualquier idioma de este u otro planeta.
Durante
un tiempo que me es imposible decir si fueron días o semanas, he
permanecido en un estado “anormal”, por decirlo de alguna manera: “Fui y no fui, supe y no supe, era y no era”.
He
estado enfrentándome y luchando conmigo misma, con mis propias ideas
negativas y positivas, con mis personalidades ocultas que todos llevamos
dentro sin saberlo.
Son las fuerzas o energías luchando entre sí para ver cual de ellas acaba imponiéndose y dominando al Ser.
Entonces,
aparecieron ante mí toda una serie de hechos, de culpabilidades que
querían dominarme, doblegarme, aprovechando que siempre me he
considerado que no soy lo suficiente. Esas mismas fuerzas quisieron
hacerme entender que era verdad lo que yo pensaba, que realmente no soy
nada, intentando decirme en cada instante que debía hacer o ser.
Llegó
incluso un momento en el que, al no ver la razón por la que debía
seguir escribiendo este libro, me sedujo la idea de romperlo. En cierto
modo me dolió e intenté comprender el motivo por el que se me encargó
escribirlo, ya que me vi tan incapaz de seguir que por un instante creí
que todo era una farsa para que lo destruyera y me lo dictaran los
propios maestros.
En mi debilidad, casi di las gracias respirando, quitándome un peso de encima.
Pero,
desde mi interior me resistía a romperlo y preferí intentar recordar
poco a poco el porqué del encargo. Comparé unos sentimientos con otros y
eso salvó el libro. Me costó mucho trabajo rehacer o corregir ciertos
puntos y aspectos en los que hablaba de ellos sin completo conocimiento,
hasta que lo descubrí por mi propia experiencia y los supe interpretar.
Me
sumergí en un mundo en el que todos querían guiarme o decirme lo que
debía hacer, como debía transcurrir mi vida en general. Yo seguía
haciendo todo lo que las voces me indicaban.
Vi
cosas lógicas que se mezclaban con otras que no lo eran tanto, irreales,
y sin darme cuenta que era por mi bien me iba dejando llevar. Al final
me percaté de que ya no era yo.
Me daban
mensajes reales y otros venían camuflados. Unos tenían sentido y otros
me generaban muchas dudas, pero ¡eran mis propias dudas!
Uno de los mensajes que ejecuté mediante escritura automática, fue el que me hizo reaccionar al leerlo:
“La vida es una vida que debe vivirse en el presente y quieras o no, debes vivirla tú”
Entonces
grité: -“¡Basta! Quiero volver a ser yo. Al menos siendo yo, sé quien
soy. Con tantas voces queriéndome aconsejar o dirigir, lo único que
consigo es que mi familia me crea loca”.
Al
decir esto, vi una gran ventana que veía a menudo, pero esta vez era
diferente: yo estaba fuera, al otro lado. El paisaje era el mismo pero
yo formaba parte de el. Esta vez era yo la que acariciaba a los ciervos y
animales de todas clases, participando con los demás de esa felicidad y
libertad para pasear sin oír ruidos; todo en paz y calmado. Con una
simple sonrisa, con una mirada fugaz bastaba para entendernos. Allí
reinaba el Amor, todo era perfecto incluso el camino, ya que al final
todos hemos de llegar a el, después de haber superado tantísimos
obstáculos que intentan que nos apartemos, buscando la forma de
retomarlo para seguirlo hasta el final.
Yo seguí
ese camino envuelto de Luz y Paz y mientras caminaba miraba a la cima
de un monte donde había un edificio de los que suelen encontrarse en
Grecia, un templo con columnas sujetando el techo. El edificio estaba
vacío. Era como de mármol blanco y lo interpreté como un símbolo de la
iglesia o del Templo que somos todos.
Las
columnas somos nosotros sosteniendo ese techo universal que es el Templo
individual que llevamos dentro. Por eso estaba vacío, para recordarnos
al mirarlo que nosotros somos ese Templo.
Tal como Jesús lo describe en su libro “Vida de Jesús dictada por El mismo”:
“Señor,
me dijo esa mujer, ya que eres profeta, enséñame a mí también, porque
la ley de Dios está encerrada en el Templo de Jerusalén, mientras que
nosotros tenemos que adorarle aquí. “Mujer”, le contesté, “Dios no tiene
más que un Templo y ese Templo está en todas partes. Los hombres adoran
a Dios en Espíritu y en Verdad; la hora no ha llegado todavía, más la
Luz dará origen a la Verdad y yo voy predicando la Luz. Créeme, sobre
esta montaña como en el Templo de Jerusalén, no hay ni una brizna de
hierba que pase desapercibida a los ojos de Dios. La Ley de Dios no se
encuentra en un Templo, sino que resplandece en todos los corazones”.
Uno
no es nada sin Dios. Así que continué hasta encontrar una especie de
puerta que en realidad no estaba, era solo el final del camino. Había
mucha gente feliz y en paz y alguien que me pareció el Padre, dándome la
bienvenida sonriente, lleno de felicidad, abriendo los brazos con
ternura, como uno más que vuelve a casa, franqueándome el paso para que
pudiera participar con los demás de todo cuanto se abría ante mí.
Fue
curioso. Era como si estuviéramos en una cima. No vi nada de
particular, solo gente hablando felizmente, explicándose sus cosas.
Otros, con una mochila o zurrón a la espalda, se despedían para seguir
otros caminos que debían emprender sin dirección, empezando de nuevo a
recorrer el camino interrumpido, hacia otra misión para seguir la rueda
que nunca termina.
Comprendí en definitiva que
había llegado al final de una etapa, justo al punto en el que comenzaba
la siguiente. Nunca se acaba. Es la evolución; siempre sigue, no tiene
fin.
Hay una oración preciosa del AI-AM YO SOY que me gusta mucho y que os recomiendo que la practiquéis con Amor:
“Bien
Amada Presencia AI-AM dame lo que Tu deseas que yo tenga – sitúame
donde Tu deseas que yo esté – muéstrame lo que Tu deseas que yo haga –
dime lo que Tu deseas que yo sepa – haz de mí lo que Tu deseas que yo
llegue a ser – no dejes nada humano en mí y haz de todos los que están
bajo esta radiación Tu obediencia invencible y Tu victoria para toda la
eternidad”.
Sobre el mismo tema hay otra oración:
“AI-AM
YO SOY un Hijo de la Luz – yo amo a la Luz – yo sirvo a la Luz – yo
vivo en la Luz – AI-AM YO ESTOY protegido, iluminado, colmado, sostenido
por la Luz y yo bendigo a la Luz”.
FIN
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