lunes, 6 de agosto de 2012

La reaparición de Cristo, Maestro tibetano Djwhal Khul, 5 de agosto 2012

domingo, 5 de agosto de 2012

LA REAPARICION DE CRISTO - Por el Maestro Tibetano Djwhal Khul

                        OPORTUNIDAD EXCEPCIONAL DE CRISTO
                                                 El Mundo Actual
Una de las dificultades que hoy se presentan para aceptar la enseñanza de la venida de Cristo, se debe a que ha sido dada durante siglos y nada ha sucedido. Esto es verdad y aquí reside gran parte de nuestra dificultad. La expectativa de su venida no es nueva; nada hay en ella de excepcional o diferente. A quie­nes aún sostienen esta idea se los mira con tolerancia y condes­cendencia y hasta son objeto de burla. Un análisis de los tiempos y las épocas, de las significaciones, de la intención divina o la voluntad de Dios, más la consideración de la situación mun­dial, puede conducirnos, sin embargo, a creer que el momento actual es excepcional en más de un sentido, y que una oportu­nidad extraordinaria enfrenta al Cristo, producida por ciertas condiciones mundiales, que en sí son únicas, Existen hoy de­terminados factores en el mundo y tuvieron lugar ciertos acon­tecimientos en el siglo pasado que nunca habían ocurrido, y se­ría de valor considerarlos a fin de adquirir una mejor pers­pectiva.
El mundo al que vendrá Cristo es un mundo nuevo, aunque no mejor; nuevas ideas ocupan la mente de la gente y nuevos problemas aguardan solución. Consideremos esta excepcionali­dad y adquiramos algún conocimiento de la situación a la que se precipitará el Cristo. Abordemos este tema en forma realista y evitemos los pensamientos místicos y vagos. Si es verdad que Él planea reaparecer, si será un hecho que traerá consigo a sus discípulos,los Maestros de Sabiduría, y si esta venida es inminente, ¿cuáles son algunos de los factores que Él y ellos deben tener en cuenta?
Ante todo, vendrá a un mundo que es esencialmente un solo mundo. Su reaparición y su trabajo consiguiente no pueden es­tar confinados a una pequeña localidad o territorio desconocido para la gran mayoría, como sucedió en Su anterior aparición. La difusión de noticias por los diversos medios de comunicación, hará que su venida sea diferente de la de cualquier otro Men­sajero que le precedió; los rápidos sistemas de transporte permi­tirán que incontables millones de seres lleguen a Él por cualquier medio de comunicación; su rostro llegará a ser muy familiar a todos, mediante la televisión, y en verdad "todos los ojos lo ve­rán". Aunque no exista un reconocimiento general de su estado espiritual y de su mensaje, habrá lógicamente un interés uni­versal, pues hasta los numerosos y falsos Cristos y Mensajeros están descubriendo esta curiosidad universal y no pueden ocul­tarla. Esto crea una condición excepcional para la cual es ne­cesario trabajar, que ningún salvador y energetizador Hijo de Dios jamás tuvo que enfrentar.
La sensibilidad de los pueblos del mundo hacia lo nuevo o necesario, es también extraordinariamente distinta; el hombre ha reaccionado progresivamente hacia el bien y el mal, y posee un mecanismo de respuesta mucho más sensible que el que poseía la humanidad en esas épocas primitivas. Si el Mensajero tuvo una respuesta inmediata cuando vino anteriormente, hoy será más general y rápida su aceptación o rechazo. Actualmente el hombre es más analítico, es más culto, más intuitivo y espera, como nunca en otra época de la historia, lo excepcional y poco común. Su percepción intelectual es más penetrante; su sentido de los valores más agudo; se desarrolla aceleradamente su ca­pacidad para discriminar y elegir, y penetra con mayor rapidez en el significado de las cosas. Estos hechos condicionarán la reaparición de Cristo y tenderán a propagar más rápidamente la noticia de Su venida y el contenido de Su mensaje.
Cuando vuelva encontrará un mundo excepcionalmente libre del dominio y de la garra eclesiástica; en su anterior venida, Pa­lestina estaba sujeta a la férula de los dirigentes religiosos ju­díos, y los fariseos y saduceos eran para los pueblos de esa tierra lo que los potentados de la iglesia son para los pueblos del mun­do actual. Pero en la humanidad ha habido un saludable y útil alejamiento de las iglesias y de las religiones ortodoxas durante el siglo pasado, y esto ofrecerá una oportunidad excepcional pa­ra la restauración de la verdadera religión y la presentación de un sencillo retorno al modo de vivir espiritual. Los sacerdotes, levitas, fariseos y saduceos, no lo reconocieron cuando vino. Le temían. Y es muy probable que los eclesiásticos reaccionarios no lo reconozcan hoy. Quizás reaparezca bajo un aspecto com­pletamente inesperado; ¿quién podrá decir si vendrá como un político, un economista, un conductor del pueblo que surgirá del seno del mismo, un científico o un artista?
Es un sofisma creer, como algunos lo hacen, que el principal trabajo de Cristo será realizado por medio de las iglesias o de las religiones mundiales. Lógicamente trabajará a través de ellas si las condiciones lo permiten y si existe un núcleo viviente de verdadera espiritualidad dentro de las mismas, o cuando su de­manda invocadora sea suficientemente poderosa para llegar has­ta Él, entonces empleará en lo posible cualquier canal mediante el cual podrá expandir la conciencia del hombre y lograr la co­rrecta orientación. Sin embargo, sería más exacto afirmar que actuará como Instructor mundial y que las iglesias constituirán sólo uno de los medios que empleará para instruir. Todo lo que ilumine la mente de los hombres, cualquier propaganda que tien­da a traer correctas relaciones humanas, la forma de adquirir verdadero conocimiento, los métodos para trasmutar el conoci­miento en sabiduría y comprensión, todo cuanto expanda la con­ciencia de la humanidad y los estados subhumanos de percepción y sensibilidad, todo lo que disipe el espejismo y la ilusión, des­truya la cristalización y modifique las condiciones estáticas, es­tará comprendido en las actividades prácticas de la Jerarquía que Él supervisa. El Cristo estará restringido por la cualidad y la calidad de la demanda invocadora de la humanidad, la que a su vez estará condicionada por la etapa de evolución que haya alcanzado.
Durante la Edad Media y anteriormente, las iglesias y es­cuelas de filosofía proporcionaron los principales canales para realizar Su actividad subjetiva, lo cual no sucederá cuando esté aquí en forma objetiva y real. Esto es algo que las iglesias y organizaciones religiosas harían bien en recordar. En la actua­lidad Su interés y atención están puestos sobre dos nuevos cam­pos de esfuerzo: primero, en el campo de la educación mundial y, segundo, en complementar inteligentemente esas actividades que corresponden al sector gubernamental en sus tres aspectos: estadístico, político y legislativo. El hombre común ya se da cuen­ta de la importancia y responsabilidad que tiene el gobierno; por lo tanto, la jerarquía comprende que antes de poder establecer el ciclo de la  verdadera democracia (tal como existe esencial­mente y que oportunamente se manifestará) es un imperativo la educación de las masas sobre la formación de un gobierno cooperativista, la estabilización económica a través de la correcta participación y la honesta interacción política. La larga separa­ción existente entre política y religión debe terminar; esto pue­de lograrse ahora debido al alto nivel de inteligencia alcanzado por las masas y a que la ciencia ha acercado tanto a los hombres, que lo que sucede en algún lugar remoto de la tierra se convierte en algo de interés general en pocos minutos. Esto posibilita en forma excepcional el futuro trabajo del Cristo.
Es una necesidad que, al prepararnos para su reaparición, Lo reconozcamos espiritualmente; nadie sabe en qué nación apare­cerá, ¿quién puede decir si será inglés, ruso, negro, latino, tur­co, hindú, o de cualquier otra nacionalidad? Quizás profese la fe cristiana, hindú o budista, o no profese credo alguno; tampo­co vendrá a restaurar ninguna de las antiguas religiones, incluso la cristiana, sino a restablecer en los hombres la fe en el Amor del Padre, la realidad de la vivencia del Cristo y la íntima rela­ción subjetiva e inquebrantable de todos los hombres. Estarán a su disposición todos los sistemas mundiales de comunicación y relación, lo cual contribuye a hacer más excepcional Su oportu­nidad, y para esto Él también debe prepararse.
Otro factor inusitado que caracterizará Su venida, no sólo será la expectativa general, sino el hecho de que hoy se sabe o enseña mucho acerca del Reino de Dios o la Jerarquía espiritual del planeta. En todas partes existen miles de personas que se interesan por la existencia de esa Jerarquía, creen en los Maes­tros de Sabiduría, los discípulos de Cristo, y no les sorprenderá la aparición de este grupo de hijos de Dios rodeando a Su Men­tor, el Cristo. Todas las iglesias del mundo han familiarizado al público con la frase "el Reino de Dios"; durante el siglo pasado los esoteristas y ocultistas han dado a conocer públicamente la realidad de la existencia de la Jerarquía; los espiritistas han puesto el énfasis sobre la supervivencia de aquellos que han pa­sado al mundo oculto del ser, y sus Guías también han testimo­niado la existencia de un mundo interno espiritual. Todo esto demanda una preparación excepcional que Le presenta al Cristo oportunidades y problemas también excepcionales.
Estas fuerzas espirituales y muchas otras, tanto fuera de las religiones mundiales como dentro de los grupos filosóficos y hu­manitarios, actúan dirigidas y estrechamente relacionadas, y sus actividades están íntimamente sincronizadas. Trabajan unidas (aunque esto no sea físicamente evidente) porque en la familia humana hay quienes se hallan en todas las etapas de respuesta. Las fuerzas de regeneración, reconstrucción, restauración y re­surrección, están haciendo sentir su presencia en muchos gru­pos que tratan de ayudar y elevar a la humanidad, reconstruir el mundo, restaurar la estabilidad y el sentido de seguridad, preparando así, consciente o inconscientemente, el camino para la venida de Cristo.
Hay también un resurgimiento extraordinario de las antiguas enseñanzas del Buddha, que está penetrando en Occidente y halla fervorosos adherentes en todos los países. El Buddha es el símbolo de la Iluminación; en la actualidad se pone en todas partes sin­gular énfasis sobre el aspecto luz. Millones de seres en el trans­curso de las épocas, han reconocido al Buddha como el Portador de Luz. Sus Cuatro Nobles Verdades revelaron las causas de las dificultades humanas e indicaron el remedio. Nos enseñó a no identificarnos con las cosas materiales ni con los deseos; a ad­quirir un exacto sentido de los valores; a no considerar las po­sesiones y la existencia terrenas como de principal importancia; a seguir el Noble Óctuple Sendero, el Sendero de las correctas relaciones ‑correctas relaciones con Dios y con sus semejan­tes, y a ser felices. Los pasos de este Sendero son:
                                    Correctos Valores
                                    Correcta Palabra
                                    Correctos Modos de Vivir
                                    Correcto Pensar
                                    Correcta Aspiración
                                    Correcta Conducta
                                    Correcto Esfuerzo
                                    Correcto Arrobamiento o Felicidad.
Este mensaje es excepcionalmente necesario hoy en el mundo, porque la mayoría de los verdaderos pasos que conducen a la felicidad han sido siempre ignorados. Sobre la base de esta en­señanza, Cristo levantará la superestructura de la hermandad entre los hombres, porque las correctas relaciones humanas son expresiones del amor de Dios y constituirán la principal e in­mediata demostración de la divinidad en el hombre. Hoy, en medio de este devastado, caótico y desdichado mundo, la huma­nidad tiene una nueva oportunidad para rechazar la vida egoísta y materialista y podrá comenzar a hollar el Camino Iluminado. En el momento en que la humanidad demuestre voluntad de ho­llarlo, entonces el Cristo vendrá; existen ya indicios de que los hombres en la actualidad están aprendiendo esta lección y dan­do los primeros y vacilantes pasos en el Camino Iluminado de las correctas relaciones.
La época actual es única porque, como nunca, se caracteriza por un ciclo o período en que tienen lugar conferencias y reu­niones comunales, nacionales e internacionales. Se forman clu­bes, foros y comités, se realizan conferencias y congresos en todas partes, a fin de debatir y estudiar el bienestar y la libe­ración humanos; este fenómeno es uno de los indicios más ter­minantes de que el Cristo está en camino. Él personifica la liber­tad y es el Mensajero de la Liberación. Estimula el espíritu y la conciencia grupales; Su energía espiritual es la fuerza atrac­tiva que une a los hombres para el bien común. Su reaparición unirá y vinculará a los hombres y mujeres de buena voluntad de todo el mundo, sin tener en cuenta su religión y nacionali­dad. Su venida evocará un mutuo y amplio reconocimiento de lo bueno que existe en todos. Esto constituye parte de lo excep­cional de Su venida y para ello nos estamos preparando. Un análisis de las noticias diarias lo prueba. La demanda invoca­dora de los diversos grupos que trabajan, consciente o incons­cientemente en bien de la humanidad, producirá Su venida. Quie­nes realizan este gran acto de invocación son las personas que piensan espiritualmente, los estadistas iluminados, los dirigen­tes religiosos y los hombres y mujeres cuyos corazones están henchidos de buena voluntad. Lograrán evocarlo si pueden man­tenerse unidos con intención masiva y esperanzada expectativa. Este trabajo preparatorio debe ser enfocado y complementado por los intelectuales de todo el mundo, los destacados benefacto­res de la humanidad, los grupos dedicados al mejoramiento hu­mano y por las personas altruistas representantes de los pue­blos. El éxito del trabajo que el Cristo y la Jerarquía espiritual están planificando hoy, depende de que el género humano utilice hábilmente la luz que ya posee, a fin de establecer correctas relaciones en las familias, en la comunidad, en la nación y en el mundo.
Por lo tanto, la excepcional diferencia que existe entre la actual esperada venida de Cristo, y la anterior, es que hoy el mundo está colmado de grupos que trabajan para el bienestar humano. Este esfuerzo, considerado a la luz de pasados eones de la historia humana, es relativamente nuevo, y para ello Cris­to debe prepararse y trabajar, siguiendo esta tendencia. El "ci­clo de conferencias" que está llegando a su apogeo, constituye parte de la excepcional situación con la que el Cristo está en­frentado.
Sin embargo, antes de que Él pueda venir con sus discípu­los, tendrá que desaparecer nuestra actual civilización. En el siglo próximo comenzaremos a comprender el significado de la palabra "resurrección", y la nueva era comenzará a revelar sus profundos propósitos e intenciones. Como primer paso, la hu­manidad debe resurgir después de la muerte de su civilización y de sus antiguas ideas y modos de vivir, abandonar sus me­tas materialistas y su detestable egoísmo y avanzar hacia la cla­ra luz de la resurrección. Éstas no son palabras simbólicas ni místicas, sino parte del ámbito general que circundará el período de la Reaparición del Cristo, tan real como el ciclo de confe­rencias que tan afanosamente se están organizando ahora. Cuan­do vino Cristo en su anterior venida, nos enseñó el verdadero significado de la Renunciación o Crucifixión; esta vez su men­saje versará sobre la vida de resurrección. El presente ciclo de conferencias prepara a los hombres para las relaciones hu­manas, aunque parezcan ser hoy de naturaleza ampliamente di­vergente; pero los factores más importantes son el pensamiento y el interés humanos, destinados a establecer la necesidad, los objetivos involucrados y los medios a emplearse. El período de resurrección que Cristo inaugurará, el cual constituirá Su tra­bajo excepcional ‑dentro del cual tendrán cabida todas sus ac­tividades ‑ será el resultado de la fermentación y germinación que ya tienen lugar hoy en el mundo, constituyendo su eviden­cia externa las numerosas conferencias.
Las distintas y excepcionales condiciones que Cristo enfren­tó durante los años de guerra lo forzaron a decidir la acelera­ción de Su venida, en vista de la necesidad humana. El estado infausto del mundo como resultado de la guerra mundial y de siglos de egoísmo, la sensibilidad excepcional que los hombres demostraron en todas partes (como resultado del proceso evolu­tivo), la inusitada difusión del conocimiento respecto a la Jerarquía espiritual y el singular desarrollo de la conciencia gru­pal que se manifiesta en todas partes mediante incontables con­ferencias, enfrentó al Cristo con su oportunidad excepcional y le impuso una decisión que no pudo evitar.
Podemos decir con toda reverencia que en esta "oportuni­dad" del Cristo, estaban involucrados dos factores difíciles de comprender por el hombre. Debemos reconocer el hecho de la sincronización de Su voluntad con la del padre, lo cual condujo a una decisión fundamental. No es fácil para el cristiano co­mún comprender que el Cristo pasa constante y acrecentadamente por grandes experiencias, y que en Su divina experiencia no existe nada estático ni permanente, excepto Su inalterable amor por la humanidad.
Un profundo estudio del Evangelio, sin las limitaciones de las interpretaciones ortodoxas, revelaría muchas cosas. Las ­interpretaciones corrientes, si fueran reconocidas en su verdadero significado, consisten sencillamente en lo que alguien compren­dió de una serie de palabras arameas, griegas o latinas. El hecho de que la mayoría de los comentaristas aceptados vivie­ran hace muchos siglos, han dado a dichas palabras un valor totalmente injustificable. Las palabras de un comentarista o intérprete, evidentemente no tienen hoy valor alguno, en com­paración con los de la antigüedad; sin embargo el comentarista moderno es probablemente más inteligente y está mejor instrui­do y posee también la ventaja de que hay muchas traducciones aceptadas y una ciencia exacta. Teológicamente estamos sufrien­do la ignorancia del pasado; lo inusitado es que un comentarista antiguo tenga más autoridad que uno moderno, culto e inteli­gente. Si El Nuevo Testamento es veraz en la presentación y en la repetición de las palabras del Cristo, de que podemos hacer “cosas más grandes" de las que Él hizo, y si es verdad que dijo:
      "Sed perfectos como vuestro Padre en los cielos es perfecto”, ¿qué error hay en reconocer la capacidad de estar a la par de la mente del Cristo y saber lo que Él quiere que sepamos? Tam­bién dijo que "si un hombre hiciere la voluntad de Dios, cono­cerá"; así fue como el Cristo mismo aprendió y Él nos asegura que con ese método tendremos éxito.
Cuando la conciencia del Cristo percibió la significación de la voluntad de Dios, Lo condujo a hacer grandes decisiones, obli­gándolo a exclamar: "Padre no mi voluntad sino la Tuya sea hecha." Estas palabras indican terminantemente un conflicto y no la sincronización de dos voluntades; señala la determina­ción, por parte del Cristo, de no oponer Su voluntad a la de Dios. Repentinamente Él tuvo la visión de la emergente inten­ción divina para la humanidad y, por intermedio de ella, para todo el planeta. En esa particular etapa de desarrollo espiri­tual que el Cristo había alcanzado, y que lo convirtió en Guía de la Jerarquía espiritual, en Aquel que planeó el surgimiento del Reino de Dios y también en Maestro de Maestros e Instructor de ángeles y de hombres, Su conciencia estaba completa­mente identificada con el Plan divino. El desarrollo de ese Plan en la tierra, el establecimiento del Reino de Dios y la aparición del quinto reino de la naturaleza, constituyeron simplemente para Él el cumplimiento de la ley, y en ello toda su vida estuvo y habla estado engranada.
Él conocía y comprendía plenamente el plan y sus metas, téc­nicas y leyes, su energía (la del amor) y también la íntima y creciente relación entre la Jerarquía espiritual  y la humanidad. En el punto máximo en que obtuvo pleno conocimiento, y en Su total entrega para realizar el sacrificio necesario de Su vida, a fin de cumplir el Plan, se produjo súbitamente una gran ex­pansión de conciencia. El significado, la intención, el propósito de todo ello y la abarcante Idea divina (tal como existía en la mente del Padre), penetró en Su alma, no en Su mente, por­que  la revelación fue mucho más grande que la mente. Pudo ver con más profundidad que nunca el significado de la divi­nidad; entonces el mundo de significados y el mundo de los fenómenos se desvanecieron y lo perdió todo, esotéricamente hablando. Nada le quedó de la energía de la mente creadora ni de la energía del amor. Fue despojado de todo aquello que le había hecho la vida llevadera y plena de significado. Un nue­vo tipo de energía estuvo disponible ‑la energía de la vida misma, impregnada de propósito y activada por la intención. Pero era nueva y desconocida, y hasta ese momento incompren­dida. Por primera vez percibió con claridad la relación que existía entre la voluntad, que hasta entonces se había expresado en su vida por medio del amor, y el trabajo creador de inau­gurar la nueva dispensación. En ese momento pasó por el Get­semaní, la etapa de la Renunciación. Le fue revelado lo más gran­de, lo más vasto y lo más incluyente, perdiéndose de vista en esa visión todo lo que hasta ahora parecía tan vital e importante.
Esta comprensión vital de Ser y la identificación con la Divi­na Intención de Dios mismo, el Padre, el Señor del Mundo, en los niveles de percepción, de los cuales nada sabemos todavía, consti­tuyeron el desenvolvimiento de la percepción del Cristo en el Ca­mino de la Evolución superior. Ése es el camino que recorre hoy y comenzó a recorrerlo hace dos mil años en Palestina. Conoció, en sentido hasta entonces desconocido para Él, cuál era el propósito de Dios y el significado del destino humano, y la parte que Él debería desempeñar en el desenvolvimiento de ese destino. Du­rante siglos la humanidad ha prestado poca atención a la reacción del Cristo, respecto a su propio destino y en lo que afectaría al destino humano. Poco interés hemos demostrado en cuanto a Su reacción al conocimiento, a medida que Le era  revelado. Nuestra reacción en lo que a Su trabajo y servicio atañe ha sido egoísta y reacia.
La palabra conocer (en relación con la conciencia iniciática de Cristo y de iniciados menores) concierne a la exactitud del conocimiento que el iniciado ha adquirido mediante el experimento, la experiencia y la expresión. Los primeros tenues indi­cios de la reacción hacia el "destino" monádico y la amplia in­fluencia universal que un Hijo de Dios puede ejercer, se hizo sentir en la conciencia del Cristo y se hace sentir en la conciencia de todos aquellos que obedecen Su mandato y logran la perfección que Él señaló como posible. La cualidad o aspecto superior divi­no se hace sentir en la vida del progresista Hijo de Dios, que conoce el significado de la inteligencia y comprende la significa­ción del amor y su cualidad atractiva. Hoy ‑debido a ambos reconocimientos ‑ Él percibe el poder de la voluntad y la reali­dad del propósito divino que dicha voluntad debe complementar a cualquier precio. Ésta fue la mayor crisis del Cristo.
El Evangelio describe (como testimonio de este progresivo desarrollo divino) cuatro momentos donde se manifiesta esta comprensión universal o monádica. Consideremos brevemente cada uno de ellos:
1. Tenemos ante todo la manifestación que hizo a sus padres en el templo: "¿No sabéis que debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?” En esa época tenía doce años, por lo tanto había terminado el trabajo que debía realizar (como alma); doce es el número del trabajo terminado, como lo atestiguan los doce tra­bajos de Hércules, otro Hijo de Dios. El símbolo de sus doce años fue reemplazado por los doce apóstoles, símbolo de servicio y sacrificio, También estuvo en el templo de Salomón, símbolo de la perfecta vida del alma, así como el Tabernáculo en el desierto es el símbolo de la imperfecta vida efímera de la personalidad transitoria; Cristo hablaba, por lo tanto, desde el nivel del alma, y no sólo como hombre espiritual en la Tierra. Cuando pronunció dichas palabras, también prestó servicio como Miembro activo de la Jerarquía espiritual. Sus padres Lo encontraron enseñando a los sacerdotes, fariseos y saduceos. Todo esto indica que reco­nocía el trabajo que Le correspondía como Instructor mundial, percibiendo, por primera vez, en su cerebro físico, el divino pro­pósito o la divina voluntad.
2. Luego declaró a Sus discípulos: "Debo ir a Jerusalén", y a continuación leemos que "resueltamente volvió Su rostro para ir a, esa ciudad. Ésta fue la intimidación de que tenía un nuevo objetivo. El único lugar de completa "paz" (significado del vo­cablo Jerusalén") es "el centro donde la voluntad de Dios es conocida". La Jerarquía espiritual de nuestro planeta (la Igle­sia Invisible del Cristo) no es un centro de paz, sino un verda­dero vórtice de actividad amorosa, el lugar donde se reúnen las energías provenientes del centro de la voluntad divina y de la humanidad, el centro de inteligencia divina. Cristo se orientó hacia ese centro divino denominado en las Antiguas Escrituras, el lugar de serena determinación, de equilibrada y obediente vo­luntad". Esta afirmación señaló el punto crucial y determinante de la vida de Cristo y demostró Su progreso en el cumplimiento de la realización divina.
3. Entonces, en el Huerto de Getsemaní, exclamó: "Padre, no mi voluntad sino la Tuya sea hecha", indicando con ello que comprendía el destino divino. El significado de estas palabras no implica (como a menudo lo afirman los teólogos cristianos) aceptar el sufrimiento de un futuro infortunado y la muerte. Es la exclamación evocada por Su verdadera comprensión de las implicaciones universales de Su misión y el intenso enfoque de Su vida en sentido universal. La experiencia de Getsemaní es ex­cepcionalmente posible sólo para aquellos Hijos de Dios que han alcanzado esta poco común etapa de evolución, no tenía ninguna conexión con el episodio de la crucifixión, como los comentaristas ortodoxos afirman.
4. Las últimas palabras del Cristo a Sus apóstoles fueron: "He aquí, Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin de la edad" o cielo. (Mt. 28,20). La palabra importante es "fin". El término griego empleado "sunteleia", significa el fin de un período y otro que le sigue inmediatamente (lo que podría lla­marse el fin de un ciclo). En griego, el ultérrimo fin es otra palabra: "telos". En (Mt. 24,6) "mas aun no es el fin", se usa la palabra "telos" porque significa que "el fin del primer período no ha sido todavía alcanzado". Entonces hablaba como Guía de la Jerarquía espiritual, expresando Su divina voluntad (fusiona­da ahora con la voluntad de Dios) para instruir y compenetrar continuamente al mundo de los hombres con Su influyente con­ciencia. Esta grandiosa afirmación fue enviada en alas de la energía de Su desarrollada voluntad, Su amor omnincluyente y Su mente inteligente ‑afirmación que hizo posibles todas las cosas.
El Cristo también se refirió al poder magnético de la voluntad cuando dijo: "Yo, si soy ascendido, atraeré a todos los hombres hacia Mí". Esto no se refiere a la crucifixión, sino a la voluntad magnética de Cristo, de llevar a todos los hombres que viven en el mundo de los valores materiales, por intermedio del Cristo inmanente en cada corazón, al mundo del reconocimiento espi­ritual. No se refería a la muerte sino a la vida; tampoco a la Cruz sino a la resurrección. En el pasado, la tónica de la reli­gión cristiana ha sido la muerte simbolizada por la muerte de Cristo, muy deformada por San Pablo en su esfuerzo por fusio­nar la nueva religión que estableció el Cristo, con la antigua reli­gión de la sangre de los judíos. La meta de toda enseñanza reli­giosa en el mundo durante el ciclo que Cristo inaugurará después de Su reaparición, consistirá en la resurrección del espíritu en el género humano; se pondrá el énfasis sobre la vivencia de la naturaleza crística en todo ser humano y el empleo de la voluntad para lograr esta viviente transfiguración de la naturaleza inferior. La prueba de ello será el Cristo resucitado. Este "Ca­mino de Resurrección" es el Camino radiante, el camino ilumi­nado que conduce al hombre de una expresión de la divinidad a otra; es el camino que expresa la luz de la inteligencia, la ra­diante sustancia del verdadero amor y la voluntad inflexible que no permite ninguna derrota ni deserción. Tales son las caracte­rísticas que pondrán en evidencia el Reino de Dios.
      La humanidad se encuentra hoy en un peculiar y excepcional punto medio entre un pasado desventurado y un futuro lleno de promesas, siempre que se reconozca la reaparición de Cristo y se lleve a cabo la preparación para Su venida. El presente está lleno de promesas y también de dificultades; en el presente inme­diato la humanidad tiene en sus manos el destino del mundo y ‑si puede expresarse así, con toda reverencia ‑ la actividad inmediata del Cristo. La agonía de la guerra y la angustia de todo, el género humano condujo al Cristo, en 1945, a tornar una gran decisión, manifestada en dos declaraciones importantes. Anunció a la Jerarquía espiritual y a todos sus servidores y dis­cípulos que viven en la tierra, que había decidido surgir nueva­mente y establecer contacto físico con la humanidad si llevaban a cabo las etapas iniciales para el establecimiento de correctas relaciones humanas; dio al mundo (para ser recitada por el hombre de la calle) una de las más antiguas plegarias que se ha conocido, que sólo los seres más excelsos pudieron utilizarla hasta ahora. Se dice que Él Mismo la recitó por primera vez en junio de 1945 durante la Luna llena de Géminis, conocida como la Luna­ llena del Cristo, así como la de mayo es conocida como la Luna llena del Buddha. No fue fácil traducir estas frases antiguas (tan antiguas que no tienen fecha ni antecedente alguno) en pala­bras modernas, pero se hizo y, la Gran Invocación, que eventual­mente será una plegaria mundial, fue pronunciada por Él y trans­crita por Sus discípulos. Su traducción es la siguiente:
Desde el punto de  Luz en la Mente de Dios,
Que afluya luz a las mentes de los hombres;
Que la luz descienda a la tierra.
Desde el punto de Amor en el Corazón de Dios,
Que afluya amor a los corazones de los hombres;
Que Cristo retorne a la Tierra.
Desde el centro donde la Voluntad de Dios es conocida,
Que el propósito guíe a las pequeñas voluntades de los hombres;
El Propósito que los Maestros conocen y sirven.
Desde el centro que llamamos la raza de los hombres,
Que se realice el Plan de Amor y de Luz,
Y selle la puerta donde se halla el mal.
Que la Luz, el Amor y el Poder, restablezcan el plan en  la Tierra.
Su extraordinario poder puede constatarse en el hecho de que miles de personas la recitan muchas veces y diariamente (en 1947 se había traducido en dieciocho idiomas diferentes). En las selvas de Africa la emplean grupos de nativos, y también ejecutivos en nuestras principales ciudades; se trasmite por radio en Europa y América, y no existe país o isla del mundo donde no se la emplee. Todo esto ha tenido lugar en el lapso de dieciocho meses.
Si a esta nueva Invocación se la divulga ampliamente, podrá ser para la nueva religión mundial lo que el Padre Nuestro ha sido para la cristiandad, y el Salmo 23 para el judío de mente espiri­tual. Existen tres tipos de acercamientos a esta Plegaria o Invo­cación:
1. El público en general.
2. Los esoteristas, los aspirantes y discípulos del mundo.
3. Los miembros de la Jerarquía.
Primero, el público en general la considerará como una plega­ria a Dios Trascendente, aunque no Lo reconozca como Inmanen­te en Su creación; la elevará en alas de la esperanza ‑esperanza de luz, de amor y de paz‑, que anhela incesantemente; también la empleará como una plegaria que ilumine a los gobernantes y dirigentes de todos los grupos que manejan los asuntos mundia­les; como un ruego para que afluya amor y comprensión entre los hombres y puedan vivir en paz entre sí; como una demanda para que se cumpla la voluntad de Dios, sobre la cual el público nada sabe y la considera tan inescrutable y omnincluyente que se resig­na a esperar y creer como una Invocación para fortalecer el sentido de responsabilidad humana, a fin de que los reconocidos males actuales ‑que tanto angustian y confunden a la humanidad ‑ puedan ser eliminados y frenada esa indefinida fuente del mal. Finalmente la considerará como una oración para que se restablezca una condición primordial e indefinida de beatífica felici­dad, y desaparezca de la tierra todo sufrimiento y dolor. Todo esto es bueno y útil para el público en general y todo ello debe hacerse inmediatamente.
      Segundo, los esoteristas, los aspirantes y quienes están espi­ritualmente orientados, lograrán un acercamiento más profundo y comprensivo. Reconocerán el mundo de las causas y a aquellos que subjetivamente se hallan detrás de los asuntos mundiales, los  dirigentes espirituales de nuestra vida. Ellos están preparados para alentar a quienes poseen verdadera visión e indicarán no sólo la razón de los acontecimientos citados en los distintos sectores de la vida humana, sino también revelarán aquello que permitirá a la humanidad pasar de la oscuridad a la luz. Si se adopta esta actitud fundamental se evidenciará la necesidad de expresar am­pliamente estos hechos subyacentes, iniciándose una era de divul­gación espiritual, ingeniada por los discípulos y llevada a cabo por los esoteristas. Esta era comenzó en 1875, cuando se procla­mó la realidad de la existencia de los Maestros de Sabiduría, prosperando, a pesar del escarnio, la negación y las erróneas interpretaciones de dicha realidad. Ha sido de gran utilidad el reconocimiento de la naturaleza sustancial de lo que puede ser corroborado y la respuesta intuitiva de los estudiantes esotéricos y de muchos intelectuales de todo el mundo. Un nuevo tipo de místico está surgiendo; difiere de los místicos del pasado porque se interesa en forma práctica por los actuales acontecimientos mundiales, no únicamente por los asuntos religiosos y de las iglesias; se caracteriza por su desinterés, su desarrollo perso­nal, su capacidad para ver a Dios inmanente en todo credo, no solamente en su propia y determinada creencia religiosa y tam­bién por la capacidad de vivir su vida a la luz de ‑ la divina Presencia. Todos los místicos han podido hacerlo en mayor o menor grado, pero el místico moderno difiere de los del pasado en que es capaz de indicar a los demás con toda claridad las técnicas a seguir en el Sendero; combina mente y corazón, inte­ligencia y sentimientos, más una percepción intuitiva de la que hasta ahora carecía. La clara luz de la Jerarquía espiritual y no sólo la luz de su propia alma, ilumina hoy el camino del místi­co moderno, lo cual irá acrecentándose.
    Tercero, entre ambos grupos ‑el público en general y los aspirantes del mundo en sus diversos grados ‑ están aquellos que se destacan de la gente común porque poseen una profunda visión y comprensión; ocupan la "tierra de nadie" entre las masas y los esoteristas por un lado, y los esoteristas y los Miembros de la Jerarquía por otro. No olviden que Ellos emplean también la Gran Invocación, pues no pasa día sin que el Cristo mismo la pro­nuncie.
Su belleza y potencia reside en su sencillez y en que expresa ciertas verdades esenciales que todos los hombres aceptan innata y naturalmente; la verdad de la existencia de una Inteligencia fundamental a la que vagamente la denominamos Dios; la verdad de que detrás de todas las apariencias externas, el amor es el po­der motivador del universo; la verdad de que vino a la tierra una gran Individualidad llamada Cristo por los cristianos, que en­carnó ese amor para que adquiriéramos comprensión; la verdad de que el amor y la sabiduría son consecuencia de lo que se deno­mina la voluntad de Dios y, finalmente, la verdad autoevidente de que el Plan divino únicamente puede desarrollarse a través de la humanidad.
Este Plan exhorta al género humano a manifestar amor, e insta a los hombres a "que dejen brillar su luz". Luego viene la solemne y final demanda a fin de que este Plan de Amor y de Luz, actuando a través del género humano, pueda "sellar la puerta donde se halla el mal". La última línea contiene la idea de restau­ración, dando la tónica para el futuro e indicando que llegará el día en que la idea original de Dios y Su intención inicial ya no serán frustradas por el mal o el egoísmo, y el libre albedrío hu­mano o el materialismo; entonces se cumplirá el propósito divino, por los cambios producidos en los objetivos y en los corazones de la humanidad.
Este obvio y simple significado se ajusta a la aspiración espi­ritual de todos los hombres del mundo.
El empleo de esta invocación o plegaria, más la acrecentada expectativa de la venida de Cristo, ofrecen hoy la máxima esperanza para el género humano. Si esto no fuera así, entonces la oración sería inútil y constituiría sólo una alucinación, y las Escrituras del mundo con sus profecías comprobadas, serían tam­bién inútiles y engañosas. Las épocas atestiguan lo contrario. La plegaria siempre recibirá ‑y ha recibido respuesta; grandes Hijos de Dios siempre han venido en respuesta a la demanda de la humanidad y siempre vendrán, y Aquel a Quien todos los hombres aguardan, está en camino
Con mucho cariño, Isolda
Sin comentarios:

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.